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La página de Andrés Morales (1962), poeta, ensayista y académico chileno, es un Blog de apuntes y escritos abierto a todos aquellos interesados en la literatura y, en especial, en la poesía. Contiene poemas, artículos, notas, comentarios, críticas, reseñas, fotografías y en general, todos los tópicos imaginables e inimaginables en torno a la poesía, el cine, la prosa y la literatura chilena, hispanoamericana, española y europea de todas las épocas y estilos.
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José Saramago
lunes, 29 de agosto de 2022
domingo, 28 de agosto de 2022
sábado, 27 de agosto de 2022
"TU NUEVO ANTICRISTO" DEL ESCRITOR CHILENO JUAN MIHOVILOVICH, RESEÑA DE ANÍBAL RICCI
Treinta y tres capítulos para resumir
una vida, la edad de Cristo en contraposición a la llegada del Anticristo que
presagia su hermano. Vicente es la otra cara de Juan reflejándose en el espejo.
Venimos solos y nos vamos solos, emergemos desde el útero materno y si
pestañeamos, reconoceremos la ilusión de haber vivido un simple resplandor tras
cerrar los ojos. Vivir es una eternidad, la alegría fugaz de existir, al tiempo
que sabemos que nuestro único destino al nacer será la inexorable muerte. Seremos
inmortales en ese breve lapso de nuestro viaje.
La novela plantea un viaje de regreso
a Ítaca, no el lugar geográfico, sino a un sitio del espacio sin tiempo donde
se encuentra el hermano, donde se reencontrará consigo mismo.
Será un viaje extraño, nunca en línea
recta, desde Puerto Aysén pasando por la capital, para luego retornar a Linares
donde se halla la tumba de Vicente. Un viaje al que le faltó algo de su locura,
no esa especie de compasión impostada por los vecinos, una piedad que Juan recuerda
con remordimientos. La muerte de Vicente producto de un infarto en plena vía
pública lo ha descolocado. No lo previó y al principio de su periplo geográfico
concibe a su hermano (aún distante) a través de las palabras de un locutor
radial: el adelantado del pueblo, el niño grande, el genio demente que le
mostraba a todos lo insustancial de esta vida.
La vida son acaso unos capítulos
perdidos de esta misma novela que corre el peligro de naufragar en la memoria
del autor. Un sueño intenso que sólo puede recordar a medias, una escritura que
emprende para reencontrarse con Vicente que existe alojado en algún rincón de
su cerebro. Esos capítulos perdidos simbolizan el descenso hacia la muerte, las
interrogantes sobre quiénes somos y quiénes queremos ser, navegando como
dementes endemoniados.
Vicente en su lucidez encontrada
anunció la venida del Anticristo. El golpe de gracia del Diablo, ese virus
invisible más destructivo que las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Se multiplica
por la simple respiración, esa que permite la vida y ahora provoca la muerte
tras una exhalación. Las fuerzas del mal han llegado para quedarse, esa
banalidad del mal que permite guerras, explotación infantil, destrucción del
medio ambiente, mientras seguimos multiplicándonos hasta el infinito. La obra
del hombre ha generado cambios en el clima, inundaciones y sequías que nos irán
condenando a la extinción.
La mirada clavada al suelo de
Vicente, quién escudado bajo el disfraz de la locura, espía a los vecinos tras
la cortina y Juan también ha empezado a observar desde los márgenes como su
hermano, que carga una esquizofrenia dictada por psiquiatras, un choque
invisible de neuronas tan invisible como este virus que azota el orbe.
Recuerda a su hermano mirando al
cielo, con gesto de sorpresa, buscando seres inteligentes de otras
constelaciones, con seguridad pasmosa, mientras fuma uno de sus cigarrillos. Vicente
observaba el mundo desde la ventana, un verdadero espía manejando el pulso del
barrio. Ahora entiende que lo que captaba Vicente era un reflejo de su propia
perspectiva. En el fondo, se van transformando en un solo ser indivisible.
El viaje geográfico transita por los
recuerdos de personas del pasado. El aroma a rosas del padre Pío y la luz
incandescente que se llevó al perro Calpún, ellos ya han partido pero no han
muerto, simplemente lo esperan desde el otro lado. Visualiza la sonrisa de su
hermano, conocedor del sinsentido de la vida, sin embargo, acá en la tierra
reside nuestra eternidad. Vivimos en los pensamientos de los que quedan, la
muerte sólo tiene sentido para los que lloran a sus muertos. Fanny Torres rozó
los cabellos de Vicente en su peor brote esquizofrénico, le dio unas horas de afecto
sincero, colmó la ausencia de amor que provoca el sufrimiento. En un recuerdo
caleidoscópico, Fanny evoca al taxista que le dijo que el Anticristo sólo se
llevaría a unos pocos.
El miedo es un poderoso aguijón que
nos mantiene alertas en nuestra travesía por la espesura del bosque. Miedo a la
muerte, aunque Juan recuerda la impronta del Towe irradiando la serenidad de un
monje tibetano, observando el mar al tiempo que se desprendía de su cuerpo
corrupto por el cáncer, como si hubiera descifrado en sus últimos minutos los
códigos de este mundo detestable. El tío Towe era idealista y Vicente un loco, ambos
ingenuos incomprendidos por la vorágine de esta sociedad, tal como Marcial
Balbuena, cuyos electroshocks le hicieron percibir el futuro: la incontrarrestable
llegada del Anticristo.
La emoción del miedo, en suma, todas
las emociones resultantes al relacionarnos con otros. En sus cerebros se anida
la existencia de Vicente, a quién el autor recuerda, siempre observando desde
el umbral de esta vida que parece un sueño. Juan intenta despertar de la
habitación de su infancia, a muchas puertas de distancia de ese muro
insignificante que lo separa de la habitación de su esposa. No puede volver,
está muriendo y no se ha alcanzado a despedir. Despierta y la pesadilla accede
a otro andén dentro de este otro sueño.
El viaje lo va acercando a su
hermano. Un viaje existencial donde las emociones se van aquilatando. Ya no es
esa piedad genérica lo que define a Vicente, la novela refleja ese diálogo
profundo que lo transporta al otro lado del espejo, a compartir con el alma de
su hermano, una conversación cariñosa, un encontrarse consigo mismo en un
abrazo fraterno, sentido, acariciando el recuerdo de un viaje interior, muy
íntimo, pero al mismo tiempo, la voz de Vicente coloca al lector en ese
precipicio que es nuestro mundo y al borde de ese abismo Juan comprende la complejidad
de su existencia a través de los ojos del hermano. La travesía pacifica su alma
y le da sentido al sinsentido.
Observa a través del ventilador
mecánico, entre tubos que mantienen vivo a su cuerpo físico. Recuerda a los
militares cerrándole el paso, tomándole la temperatura, no permiten más de 38
grados, verifican si es apto para la vida, lo desinfectan y alzan la barrera de
contención de ese campo de concentración.
El virus se ha esparcido por todo el
mundo, una nube tóxica ha sido devuelta desde tierras orientales. No es
radiactiva, pero tiene como misión llevarse la corrupción de gobernantes, de
las organizaciones internacionales, así como los estallidos sociales que se
propagan a través de las redes. Los traficantes de drogas y pederastas serán
arrasados por este virus invisible que se llevará a algunos, para que los
sobrevivientes forjen otro mundo desde las cenizas. El bien y el mal se
mimetizan en uno solo. El Anticristo ciega vidas para que otros ángeles
terrenales construyan un futuro esperanzador.
Las noticias de estos tiempos sin
tiempo son idénticas. Las redes sociales las esparcen mientras la naturaleza nos
desafía. En algún momento habrá que romper ese círculo vicioso.
La pandemia permitió volcarnos hacia
nuestras familias. Juan recuerda a su nieta Sayén que lo reconoció desde siglos
remotos. Almas gemelas que compartían un mismo punto del espacio-tiempo. Un par
de ángeles le dio la bienvenida y tras catorce años ha tenido que cambiar el
mundo femenino, ahora bajo el masculino nombre de Mikael, aunque su hermanito
reconoce su origen andrógino y pronuncia Mika, con la capacidad de observar la
vida desde una perspectiva más generosa, al igual que Vicente con sus múltiples
y contradictorias explicaciones del mundo. En ese instante precioso que vale
una vida, Juan y Mikael acuden a una playa cercana y una danza de delfines le prodiga
un bautizo cósmico, donde ambos comparten sus lágrimas dentro de este mundo
caótico.
Juan Mihovilovich se refugió lejos de
la civilización, lo anticipó muchos años antes, para escapar del maligno virus.
Pero ya no hay escapatoria, como le confesó su hermano. Va llegando al final de
su recorrido, viajando de Talca a Linares. Un guardia kafkiano le impide el
paso al camposanto y una llamada providencial le entrega un salvoconducto para
acceder al sepulcro. Es la última estación, aunque Vicente ya no reside en esa
tumba. Lo observa desde todos los lugares y todos los tiempos, con un ademán
infantil y una sonrisa en los labios.
"UN CUENTO DISFUNCIONAL" POR EL ESCRITOR ANÍBAL RICCI
–No creo en la astrología –declara el asistente a un evento
empresarial.
–La gente revisa el horóscopo para disminuir la incertidumbre
–responde un economista.
–La religión resulta un mejor refugio para capear esa
incertidumbre.
–Mejor rezar para que los mercados alcancen su punto de
equilibrio –complementa el economista.
–¿Entonces no crees en el mercado perfecto?
–Claro que sí –responde a la defensiva–. Los mercados se
autorregulan en un juego de suma cero donde los precios siempre alcanzan su
justo nivel.
–Más bien parece que se expanden sin control.
La empresa de papeles y cartones revisó su listado de precios y
determinó que en diez años le había cobrado a cada chileno siete mil pesos en
exceso, a razón de setecientos pesos de sobreprecio anual, el valor de un
miserable confort en el negocio de la esquina. El mercado se autorregula.
Mercado perfecto, dos empresas no son monopolio, lo etiquetan de libre
competencia.
Años atrás una cadena de farmacias fue multada por pagar
incentivos a los vendedores para ofrecer ciertos medicamentos específicos.
Multa irrisoria, incluso la Corte de Apelaciones la rebajó a la sexta parte.
Esta cadena venía de coludirse con las otras dos, otra multa irrisoria y los
remedios no redujeron su precio hasta que surgieron farmacias independientes
cobrando un tercio del valor. El mercado se autorregula. Un ministro de
economía, ante esa competencia desleal, lamentó que la cadena de farmacias haya
tenido que cerrar sucursales. Mercado perfecto, tres empresas se coluden y
distorsionan el mercado de los medicamentos. Al economista le preocupa la
quiebra de la cadena, no los consumidores ni tampoco el despido de
trabajadores.
El engranaje entre los distintos mercados se equilibra y siempre vela por los
consumidores. Una multiplicidad de precios justos. Un peatón compra un
remedio a dos mil pesos y en otra farmacia lo puede encontrar a cuarenta mil.
El mismo compuesto envasado por el mismo laboratorio en cajitas de colores
diferentes. Tres cadenas coludidas actuando como monopolio para vender
artículos sensibles a la población, la salud de por medio, pero en cambio el
mercado de los pasajes en avión es competitivo y muy utilizado por el cinco por
ciento más rico de la población. Mercado perfecto, el universo siempre arroja
precios adecuados.
Sueldo mínimo de cuatrocientos mil pesos y medicamentos más caros
que algunos pasajes aéreos. Ese gerente general es tan productivo que su
trabajo es remunerado por las nubes para que mantenga los costos a raya,
incluido los salarios de sus subalternos. Para qué hablar de los sueldos de
nuestros parlamentarios. El mercado del trabajo se autorregula, bajo el
supuesto de que algunos gerentes son treinta veces más productivos que sus
empleados. La explicación es que el trabajador carece de capacitación y no se
le puede pagar mejor (salario de mercado le llaman) porque es muy poco
productivo. No se darán cuenta los empresarios de que al mantener empleados con
bajos sueldos, el poder adquisitivo de sus empleados se precariza y conduce a
que los mercados se estanquen y pierdan dinamismo.
Los economistas comentan que ha disminuido el ahorro en las
familias. ¿Cuál es la razón para que esas familias se tengan que endeudar hasta
seis veces su sueldo? Tienen todo al alcance: remedios en cada esquina, ropa
que pueden comprar en cómodas cuotas. Cuando el Banco Central rebaja la tasa de
política monetaria, los bancos de la plaza siguen cobrando máximas
convencionales a las pequeñas y medianas empresas. El mercado de las tasas
de interés se autorregula, los que ganan menos pagan hasta tres veces las
tasas aplicables a los de mayores ingresos. Los economistas llaman a eso
“democratización del crédito”, que antes no llegaba a todos los hogares (de qué
se quejan), el problema radicaría en que la población más vulnerable no tiene
cultura crediticia. La democratización del crédito no puede ser observada como
algo positivo, si lo único que logra es disminuir el poder adquisitivo de los
sectores de menor ingreso.
El mercado se autorregula en beneficio de los más ricos, así
funciona el libre mercado.
¿Cuándo se entenderá que los mercados no son perfectos? La
colusión de los pollos, de las farmacias, Agrosuper que debe cerrar en Huasco
porque sus dueños contaminan el medioambiente.
A partir de repactaciones unilaterales en los créditos de la
multitienda La Polar, se han sucedido diez años de abusos de algunos grupos
empresariales, existiendo una alta probabilidad que, durante el estallido
social, mucha gente haya avalado la quema de estaciones del tren subterráneo
producto del cansancio de la población ante las sucesivas vulneraciones de sus
derechos. Para salir de la crisis, los habitantes del país estuvieron
mayoritariamente de acuerdo en la convocación a una convención constituyente
que aplacara el signo abusador que la antigua constitución propugnaba a través
de la tesis del Estado Subsidiario. Los empresarios aprendieron a violar ese
principio y vendrían siendo de los grandes culpables del estallido social que
no vieron venir.
Chile está plagado de mercados imperfectos (bancos, farmacias,
AFP, Isapres, supermercados y decenas de industrias con dos o tres empresas
dominantes) y a eso hay que agregar la corrupción de grupos privilegiados
(algunos empresarios y políticos) que fuerzan un nepotismo a ultranza.
El Estado debe regular fuertemente los mercados para que los
corruptos de siempre no saquen ventaja. Las estaciones del Metro fueron
quemadas, quizás el único ícono democrático de este Chile de gran ingreso per
cápita. Grupos violentos se abalanzaron sobre las estaciones, tan imperfectos
son los mercados chilenos que hasta oponerse a los intereses del actual sistema
resultó injusto. Salió a protestar la clase media que no sufre deterioros
inmediatos en su calidad de vida, solamente un par de caminatas, mientras los
habitantes de la periferia tardaban el doble en llegar a Plaza Italia. ¿Cuáles
fueron las estaciones destruidas? Justamente las de las comunas más
vulnerables. El mercado de las protestas tampoco se autorregula: los pobres
pagan más que los ricos, los ambulantes (de ingresos precarios) son los que
dejaron de percibir ingresos en esos días de algarabía.
Incendiar las estaciones del Metro fue el símbolo de la furia
acumulada durante diez años. Si continuaba el statu quo, quizás hubieran
derrocado al Gobierno de turno. El problema es que muchos de los sectores
progresistas avalaron esa violencia desatada que se volvió parte del escenario
nacional.
viernes, 12 de agosto de 2022
A QUINCE AÑOS DE LA PARTIDA DEL POETA CHILENO JOSÉ MIGUEL VICUÑA POR EL POETA ERNESTO GONZÁLEZ DÁVILA
Hace
quince años, un día 11 de agosto de 2007, nos dejó el poeta José Miguel Vicuña.
Lo conocí en su edad madura, un día en
el que fui a la Biblioteca del Congreso de Santiago, para hablar con Eliana
Navarro, quien fuera su compañera de vida y de oficio poético. Yo tímidamente iba a conversar con ella, por
recomendación de mi profesor de tesis y amigo, el poeta Andrés Morales, pues yo
estaba buscando un lugar donde dar mis primeros pasos en el mundo laboral. Finalmente, no conseguí el trabajo, pero
todas las circunstancias me llevaron al inicio de una hermosa amistad con ellos
dos, que duró por muchos años, en los que fui caminando el sendero de la
poesía.
José
Miguel Vicuña fue y es un gran poeta, muy severo e inteligente en su mirada del
oficio, lo que lo convertía en un gran maestro para los jóvenes poetas que se
le acercaban. Fue animador de tertulias
literarias, cofundador del Grupo Fuego de la Poesía y un importante intelectual
chileno. Su mirada poética es profunda,
reflexiva, de una densidad poética innegable y con un gran conocimiento del
lenguaje, como quedó reflejado en su obra poética:
·
Edad de
Bronce, 1951, Ediciones Mandril.
·
En los trabajos de la
muerte, 1956, Ediciones del Grupo Fuego de la Poesía.
·
El Hombre de
Cro-Magnon se despereza, 1958, Ediciones del Grupo Fuego de la Poesía.
·
Poemas augurales, en 1966,
Colección El Viento en la llama.
·
Cantos, 1977, Ediciones Nueva Línea.
·
Alígera Summa, 1995,
Ediciones del Milodón.
·
Elemento y súplica, 2000,
Ediciones del Grupo Fuego de la Poesía.
Tuve la
fortuna de encaminar mi oficio poético junto a José Miguel Vicuña y Eliana
Navarro, junto a ellos me adentré en los meandros de la poesía, conocí una
visión trascendente, religiosa, mística y otra que reflexionaba profunda e
intensamente acerca de la propia existencia humana.
A lo
largo de su vida hizo germinar muchas voces poéticas, contribuyó generosamente
al ambiente literario con su gentileza y buena voluntad. Fue un verdadero
adalid de la poesía y sería del todo justo que se diera el reconocimiento que
este poeta se merece, ya que es absolutamente necesario que las nuevas
generaciones sepan quién era José Miguel Vicuña, el poeta, el maestro, el
amigo.
A modo
de un sencillo homenaje, dejo algunos de sus poemas:
Feliz
Marginamiento
Hay un desvanecido feliz marginamiento
que lentamente clava su apoteosis en mí.
Y nada soy, ya nadie; vibración solamente,
objeto en que se mira lo que reste de mí.
Tal es mi amor, que toca, que quema y acaricia,
cuando ya nada exista, ni una sombra de mí.
Fundado
fue el amor
Fundado fue el amor sobre firmes quebrantos,
la noche más oscura, la más salada lágrima.
Los ríos van por dentro abriendo surcos,
buscándose el atajo van los ríos relámpagos
veloces a su mar donde calmar las ansias.
Antes de ser olvido, lo perdidizo canta,
levanta pedestales a fenecidas águilas,
un altar a los vientos fríos, desgarradores,
una señal de nunca para nadie, y espera,
y es todavía amor y desvelado fuego,
cuando el sol de otra aurora, con estrépito,
separa hielo y piedra para nacer de nuevo.
La
poesía
Apareces, bajel entre la bruma,
como de ayer y espanto,
claro fantasma,
desmantelado, ardiendo.
Eres la noche, turbulenta dicha.
Eres astros y música de seres.
Fuego celeste,
voz de la sombra,
rómpeme, abrázame.
Arquetipo
a David
Yudilevich (pensando en Jemmy Button)
Mirad en lo profundo,
dejad que lave el agua de los tiempos
el gesto pasajero de los rostros
más allá de las noches y días que soñamos,
veréis como perdura
por sobre el horizonte de las horas
el incendio de los nódulos ligeros,
revelando la faz arcaica el cuño,
que el fluir de las eras fue forjando,
viva sapiencia en que te encuentro, hermano
primitivo y futuro, entre las islas
inocentes llamándonos.
martes, 9 de agosto de 2022
"BUÑUEL Y LA SILENCIOSA DECADENCIA DE LA BURGUESÍA" POR EL ESCRITOR ANÍBAL RICCI
A propósito de El ángel exterminador (1962)
Hay un comienzo narrativo inverso al
Decamerón de Boccaccio en esta pieza de Luis Buñuel. El humanista italiano situaba
a un grupo de jóvenes nobles que se refugiaron en una villa de las afueras de
Florencia con objeto de escapar de los “efectos físicos, psicológicos y
sociales” con que la peste bubónica asoló a Europa hacia fines del siglo XIV.
Para el cineasta español en cambio, la
acción ocurrirá muchos siglos después cuando un grupo de burgueses franceses se
congreguen en una velada nocturna con el objeto de compartir excentricidades.
La muchedumbre de afuera pondrá una bandera en señal de otro tipo de peste que
transcurre al interior de la mansión: los escenarios serán inversos, el
infierno ocurre al interior, mientras en el exterior hay normalidad… por el
momento.
Buñuel recrea la introducción de La
regla del juego (1939), de Jean Renoir, esa aparente farsa campestre que
suponía una ácida crítica a la alta burguesía parisina previo al estallido de
la Segunda Guerra Mundial. Los horrores transcurren fuera de ese círculo, entre
personas que viven ajenas al surgimiento del fascismo, simplemente movidos por
la frivolidad de un irresoluto anfitrión. Gran homenaje al maestro del cine francés.
No habrá honor entre los invitados, quienes juegan a intercambiar parejas,
respetando una única regla del juego: la servidumbre no debe mezclarse con la
gente de alta sociedad.
El cineasta calandino transgrede el orden
de Renoir y de inmediato introduce un amorío entre la anfitriona y el
mayordomo. Al igual que el galo, Buñuel recurre a encuadres magníficos y
conversaciones aleatorias en medio de una opulencia escénica que envuelve al
espectador.
Es momento de retirarse de la velada
y los invitados por alguna razón (todavía oculta al espectador) pernoctan en el
castillo. Se despojan de su ropa de etiqueta y se acomodan en la habitación de
la fiesta, en lugar de subir a los aposentos del palacio.
Algo ha contaminado a este grupo de
burgueses que les impide abandonar la habitación. Semeja una peste que primero
aqueja “físicamente” al grupo (la cámara de Buñuel observa de lejos para luego
envolverlos en encuadres claustrofóbicos), los priva de comodidades, del café
al desayuno e incluso de agua que sólo podrán beber, desesperados, una vez que
rompan la cañería del muro.
Prosigue la degradación “psicológica”,
sospechas entre esos habitantes y en la segunda noche, unos sueños
perturbadores serán preámbulo de un tercer escenario de degradación esta vez “social”,
donde estos personajes pierden el decoro y recurren a rituales paganos (de
fondo se oyen campanadas de una iglesia) para luego transgredir leyes morales
cuando intentan dar muerte al anfitrión.
El mito del eterno retorno dará
sentido a estos comportamientos degradantes, que esta especie vuelve a
experimentar como los excesos de las clases acomodadas, que tal como en la
Florencia del siglo XIV, esta nueva burguesía vuelve a escenificar, ajena a lo
que ocurre en el mundo exterior. Buñuel trastoca el universo y por esta vez, las
miserias son sufridas por las oligarquías que se acomodan entre las grandes
tragedias de la historia, sean pestes, guerras o abismantes diferencias entre
clases sociales.
Luego de unos días, el infierno de
los congregados habrá terminado al recrear sus posiciones ancestrales dentro de
la habitación de esta fiesta eterna y lograrán al fin romper los designios de
la peste para ir al encuentro de la sociedad que los observa desde afuera.
La servidumbre nunca se involucró con
el mundo burgués. Una fuerza oculta los alejó de la mansión y esperaron pacientes
a que terminara el maleficio. Estos mundos no se mezclan, proclamó Renoir.
En un giro genial, estos burgueses
penitentes acudirán a la Iglesia para exorcizar sus excesos encerrándose en una
nueva habitación opulenta, una catedral que posee muros mucho más altos que los
separan de la muchedumbre. Buñuel recurre a este espejismo para sugerir que
estos burgueses no sienten culpa de sus actos.
La historia se repite: afuera de esos
muros hay un estallido social contenido por la fuerza policial. Todo ha vuelto
a la normalidad, la concepción estoica del eterno retorno, hasta que esa
revuelta alcance tal fuerza que los oligarcas sean obligados a establecer un
nuevo pacto social.
El discreto encanto de la
burguesía
(1972) volverá a homenajear el cine de Renoir en la escena de unos burgueses
sentados a la mesa siendo observados por los espectadores de un teatro. Esta
otra servidumbre observa: tampoco se mezcla con esa especie que resurge una y
otra vez.
El ángel exterminador fue una perfecta alegoría
nominada a la Palma de Oro en Cannes y diez años más tarde Buñuel otra vez
retrató a la clase acomodada en esa sátira despiadada al discreto encanto de la
burguesía, destilando ironía a nivel aristocrático y configurando una visión surrealista
que conquistó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
Fuente: Revista Occidente N°529 Julio 2022
viernes, 5 de agosto de 2022
martes, 2 de agosto de 2022
RESEÑA DEL HERMOSO E INOLVIDABLE FILM "VALPARAÍSO MI AMOR" (1969) DE ALDO FRANCIA POR EL ESCRITOR ANÍBAL RICCI
Valparaíso mi amor (1969)
Dirigida por Aldo Francia
Las escenas demoledoras aparecen cuando el
metraje sobrepasa la hora de duración. Hay rudeza en esta cinta, al padre de
familia (Mario) le dan un permiso para asistir al funeral de su hijo menor,
Marcelo fue diagnosticado con bronconeumonía, y como en el hospital no hay
camas disponibles, la pareja de Mario sale a la fría noche con el niño en
brazos y con su destino ya escrito. La pobreza es cruel y el Valparaíso de
postal es desnudado hasta sus entrañas.
El ladrón de bicicletas (1948) de Vittorio De Sica será la fuente de
inspiración, el marco de referencia con que Aldo Francia encuadra al puerto
chileno. Pero esta película es mucho más moderna en su concepción visual y
supera a la obra imitada. Recordemos que la película italiana es una de las
cumbres del «neorrealismo
italiano», que mediante una estética cercana al documental permitía mostrarnos
la vida de las barriadas de la forma más auténtica posible. La película de Aldo
Francia es simplemente una obra mayor.
En la cinta chilena están presentes
los mismos ingredientes: la falta de trabajo, el hambre y la precariedad de las
viviendas, problemas sociales recurrentes que Aldo Francia enfoca desde un
punto de vista más amplio. No sólo da cuenta del robo de ganado del padre, sino
que muestra las consecuencias de ese acto en la crianza de los cuatro chicos.
Para De Sica, el robo de la bicicleta significaba la pérdida de la inocencia
del niño y la destrucción del ideal paterno, pero en la cinta de Aldo Francia
no hay lugar para la inocencia, menos para los ideales.
El director emprende este viaje con
el padre adentrándose en la cárcel, mientras los interrogatorios y la sentencia
se escuchan en off. Es el comienzo del descenso a los infiernos planteado en la
película, una forma de avisar que los espacios de los personajes se irán
cerrando conforme avancen las escenas. Acaban de enterrar al hermano, cuando el
que le sigue en edad ayuda a limpiar tumbas ajenas para ganarse unos pesos. En
el mundo recreado por Francia no hay tiempos muertos, todo avanza
inexorablemente hacia un destino cada minuto peor que el anterior. Al muchacho
le roban la propina y los otros niños del cementerio lo echan a patadas, no hay
lugar para otro, el dinero de las limosnas no es suficiente para repartir entre
tantos.
La música de la película italiana
evocaba al melodrama, pero en esta cinta chilena escuchamos una y otra vez La
joya del pacífico, un popular vals de los años cuarenta que refleja cierta
nostalgia hacia el puerto, pero que Aldo Francia utiliza frenéticamente para no
dar tiempo a los silencios ni momentos en que los personajes puedan estar en paz.
El director se aleja de cualquier melodrama, no es una película que ensalce los
valores humanos, más bien muestra sus pecados, siempre apostando por encontrar
a otro ser más ruin. El padre no trabaja, roba; los niños no van a la escuela,
roban y piden limosna; y la hija de apenas doce años no ayuda en la casa, se
prostituye.
Tampoco hay lugar para la tristeza,
todo transcurre a una velocidad tal, que los personajes son absorbidos por la
ciudad. De Sica trabajaba sobre la imagen de un padre y un hijo, Francia en
cambio sitúa a la ciudad como protagonista encargada de corromper a los
habitantes que viven bajo su alero. El director nunca hace un juicio de valor
sobre los proxenetas o sobre los que abusan de niñas que ni siquiera alcanzan
la pubertad, simplemente muestra la realidad de una devoradora de almas, la
ciudad que a cada vuelta de esquina esconde los entresijos más oscuros.
El director pudo caer en la metáfora
simple de los ascensores descendiendo al inframundo, pero va más allá, muestra
una coreografía de ascensores que suben bajan, se encuentran, un entramado que
constituye el sistema circulatorio de la ciudad, y es que para Aldo Francia
este puerto, Valparaíso, es una máquina de pobreza, una generadora de pobres
que se retroalimenta de sus miserias. Las imágenes recuerdan en cierta forma a Tiempos
modernos (1936) de Charles Chaplin, una impersonalidad que la cinta va
adquiriendo con cada plano que propone el director. La música acrecienta esa
sensación y en una fuga nos impone una verdadera película de terror.
Aldo Francia va denotando una evolución
material de la ciudad, también perniciosa: automóviles e incluso una música
proveniente de guitarras eléctricas cuya estridencia es una nueva forma de
encubrir la prostitución, la hija de Mario a bordo de un auto que la hará
descender a nuevos abismos. El progreso no va de la mano con la virtud de sus
habitantes. La ciudad es el demonio/infierno, las almas no tendrán escapatoria.