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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

sábado, 27 de agosto de 2022

"TU NUEVO ANTICRISTO" DEL ESCRITOR CHILENO JUAN MIHOVILOVICH, RESEÑA DE ANÍBAL RICCI


 

Treinta y tres capítulos para resumir una vida, la edad de Cristo en contraposición a la llegada del Anticristo que presagia su hermano. Vicente es la otra cara de Juan reflejándose en el espejo. Venimos solos y nos vamos solos, emergemos desde el útero materno y si pestañeamos, reconoceremos la ilusión de haber vivido un simple resplandor tras cerrar los ojos. Vivir es una eternidad, la alegría fugaz de existir, al tiempo que sabemos que nuestro único destino al nacer será la inexorable muerte. Seremos inmortales en ese breve lapso de nuestro viaje.

 

La novela plantea un viaje de regreso a Ítaca, no el lugar geográfico, sino a un sitio del espacio sin tiempo donde se encuentra el hermano, donde se reencontrará consigo mismo.

 

Será un viaje extraño, nunca en línea recta, desde Puerto Aysén pasando por la capital, para luego retornar a Linares donde se halla la tumba de Vicente. Un viaje al que le faltó algo de su locura, no esa especie de compasión impostada por los vecinos, una piedad que Juan recuerda con remordimientos. La muerte de Vicente producto de un infarto en plena vía pública lo ha descolocado. No lo previó y al principio de su periplo geográfico concibe a su hermano (aún distante) a través de las palabras de un locutor radial: el adelantado del pueblo, el niño grande, el genio demente que le mostraba a todos lo insustancial de esta vida.

 

La vida son acaso unos capítulos perdidos de esta misma novela que corre el peligro de naufragar en la memoria del autor. Un sueño intenso que sólo puede recordar a medias, una escritura que emprende para reencontrarse con Vicente que existe alojado en algún rincón de su cerebro. Esos capítulos perdidos simbolizan el descenso hacia la muerte, las interrogantes sobre quiénes somos y quiénes queremos ser, navegando como dementes endemoniados.

 

Vicente en su lucidez encontrada anunció la venida del Anticristo. El golpe de gracia del Diablo, ese virus invisible más destructivo que las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Se multiplica por la simple respiración, esa que permite la vida y ahora provoca la muerte tras una exhalación. Las fuerzas del mal han llegado para quedarse, esa banalidad del mal que permite guerras, explotación infantil, destrucción del medio ambiente, mientras seguimos multiplicándonos hasta el infinito. La obra del hombre ha generado cambios en el clima, inundaciones y sequías que nos irán condenando a la extinción.

 

La mirada clavada al suelo de Vicente, quién escudado bajo el disfraz de la locura, espía a los vecinos tras la cortina y Juan también ha empezado a observar desde los márgenes como su hermano, que carga una esquizofrenia dictada por psiquiatras, un choque invisible de neuronas tan invisible como este virus que azota el orbe.

 

Recuerda a su hermano mirando al cielo, con gesto de sorpresa, buscando seres inteligentes de otras constelaciones, con seguridad pasmosa, mientras fuma uno de sus cigarrillos. Vicente observaba el mundo desde la ventana, un verdadero espía manejando el pulso del barrio. Ahora entiende que lo que captaba Vicente era un reflejo de su propia perspectiva. En el fondo, se van transformando en un solo ser indivisible.

 

El viaje geográfico transita por los recuerdos de personas del pasado. El aroma a rosas del padre Pío y la luz incandescente que se llevó al perro Calpún, ellos ya han partido pero no han muerto, simplemente lo esperan desde el otro lado. Visualiza la sonrisa de su hermano, conocedor del sinsentido de la vida, sin embargo, acá en la tierra reside nuestra eternidad. Vivimos en los pensamientos de los que quedan, la muerte sólo tiene sentido para los que lloran a sus muertos. Fanny Torres rozó los cabellos de Vicente en su peor brote esquizofrénico, le dio unas horas de afecto sincero, colmó la ausencia de amor que provoca el sufrimiento. En un recuerdo caleidoscópico, Fanny evoca al taxista que le dijo que el Anticristo sólo se llevaría a unos pocos.

 

El miedo es un poderoso aguijón que nos mantiene alertas en nuestra travesía por la espesura del bosque. Miedo a la muerte, aunque Juan recuerda la impronta del Towe irradiando la serenidad de un monje tibetano, observando el mar al tiempo que se desprendía de su cuerpo corrupto por el cáncer, como si hubiera descifrado en sus últimos minutos los códigos de este mundo detestable. El tío Towe era idealista y Vicente un loco, ambos ingenuos incomprendidos por la vorágine de esta sociedad, tal como Marcial Balbuena, cuyos electroshocks le hicieron percibir el futuro: la incontrarrestable llegada del Anticristo.

 

La emoción del miedo, en suma, todas las emociones resultantes al relacionarnos con otros. En sus cerebros se anida la existencia de Vicente, a quién el autor recuerda, siempre observando desde el umbral de esta vida que parece un sueño. Juan intenta despertar de la habitación de su infancia, a muchas puertas de distancia de ese muro insignificante que lo separa de la habitación de su esposa. No puede volver, está muriendo y no se ha alcanzado a despedir. Despierta y la pesadilla accede a otro andén dentro de este otro sueño.

 

El viaje lo va acercando a su hermano. Un viaje existencial donde las emociones se van aquilatando. Ya no es esa piedad genérica lo que define a Vicente, la novela refleja ese diálogo profundo que lo transporta al otro lado del espejo, a compartir con el alma de su hermano, una conversación cariñosa, un encontrarse consigo mismo en un abrazo fraterno, sentido, acariciando el recuerdo de un viaje interior, muy íntimo, pero al mismo tiempo, la voz de Vicente coloca al lector en ese precipicio que es nuestro mundo y al borde de ese abismo Juan comprende la complejidad de su existencia a través de los ojos del hermano. La travesía pacifica su alma y le da sentido al sinsentido.

 

Observa a través del ventilador mecánico, entre tubos que mantienen vivo a su cuerpo físico. Recuerda a los militares cerrándole el paso, tomándole la temperatura, no permiten más de 38 grados, verifican si es apto para la vida, lo desinfectan y alzan la barrera de contención de ese campo de concentración.

 

El virus se ha esparcido por todo el mundo, una nube tóxica ha sido devuelta desde tierras orientales. No es radiactiva, pero tiene como misión llevarse la corrupción de gobernantes, de las organizaciones internacionales, así como los estallidos sociales que se propagan a través de las redes. Los traficantes de drogas y pederastas serán arrasados por este virus invisible que se llevará a algunos, para que los sobrevivientes forjen otro mundo desde las cenizas. El bien y el mal se mimetizan en uno solo. El Anticristo ciega vidas para que otros ángeles terrenales construyan un futuro esperanzador.

 

Las noticias de estos tiempos sin tiempo son idénticas. Las redes sociales las esparcen mientras la naturaleza nos desafía. En algún momento habrá que romper ese círculo vicioso.

 

La pandemia permitió volcarnos hacia nuestras familias. Juan recuerda a su nieta Sayén que lo reconoció desde siglos remotos. Almas gemelas que compartían un mismo punto del espacio-tiempo. Un par de ángeles le dio la bienvenida y tras catorce años ha tenido que cambiar el mundo femenino, ahora bajo el masculino nombre de Mikael, aunque su hermanito reconoce su origen andrógino y pronuncia Mika, con la capacidad de observar la vida desde una perspectiva más generosa, al igual que Vicente con sus múltiples y contradictorias explicaciones del mundo. En ese instante precioso que vale una vida, Juan y Mikael acuden a una playa cercana y una danza de delfines le prodiga un bautizo cósmico, donde ambos comparten sus lágrimas dentro de este mundo caótico.

 

Juan Mihovilovich se refugió lejos de la civilización, lo anticipó muchos años antes, para escapar del maligno virus. Pero ya no hay escapatoria, como le confesó su hermano. Va llegando al final de su recorrido, viajando de Talca a Linares. Un guardia kafkiano le impide el paso al camposanto y una llamada providencial le entrega un salvoconducto para acceder al sepulcro. Es la última estación, aunque Vicente ya no reside en esa tumba. Lo observa desde todos los lugares y todos los tiempos, con un ademán infantil y una sonrisa en los labios.

 

JUAN MIHOVILOVICH

TRES LIBROS NUEVOS EN ESTE 2022 DE TRES GRANDES POETAS HISPANOAMERICANOS: DANIEL CALABRESE, GIOVANNI ASTENGO Y MARIO MELÉNDEZ




"GABRIEL SALAZAR EN 1963" POR YVAÍN ELTIT


 

"UN CUENTO DISFUNCIONAL" POR EL ESCRITOR ANÍBAL RICCI


 

–No creo en la astrología –declara el asistente a un evento empresarial.

–La gente revisa el horóscopo para disminuir la incertidumbre –responde un economista.

–La religión resulta un mejor refugio para capear esa incertidumbre.

–Mejor rezar para que los mercados alcancen su punto de equilibrio –complementa el economista.

–¿Entonces no crees en el mercado perfecto?

–Claro que sí –responde a la defensiva–. Los mercados se autorregulan en un juego de suma cero donde los precios siempre alcanzan su justo nivel.

–Más bien parece que se expanden sin control.

 

La empresa de papeles y cartones revisó su listado de precios y determinó que en diez años le había cobrado a cada chileno siete mil pesos en exceso, a razón de setecientos pesos de sobreprecio anual, el valor de un miserable confort en el negocio de la esquina. El mercado se autorregula. Mercado perfecto, dos empresas no son monopolio, lo etiquetan de libre competencia.

 

Años atrás una cadena de farmacias fue multada por pagar incentivos a los vendedores para ofrecer ciertos medicamentos específicos. Multa irrisoria, incluso la Corte de Apelaciones la rebajó a la sexta parte. Esta cadena venía de coludirse con las otras dos, otra multa irrisoria y los remedios no redujeron su precio hasta que surgieron farmacias independientes cobrando un tercio del valor. El mercado se autorregula. Un ministro de economía, ante esa competencia desleal, lamentó que la cadena de farmacias haya tenido que cerrar sucursales. Mercado perfecto, tres empresas se coluden y distorsionan el mercado de los medicamentos. Al economista le preocupa la quiebra de la cadena, no los consumidores ni tampoco el despido de trabajadores.

 

El engranaje entre los distintos mercados se equilibra y siempre vela por los consumidores. Una multiplicidad de precios justos. Un peatón compra un remedio a dos mil pesos y en otra farmacia lo puede encontrar a cuarenta mil. El mismo compuesto envasado por el mismo laboratorio en cajitas de colores diferentes. Tres cadenas coludidas actuando como monopolio para vender artículos sensibles a la población, la salud de por medio, pero en cambio el mercado de los pasajes en avión es competitivo y muy utilizado por el cinco por ciento más rico de la población. Mercado perfecto, el universo siempre arroja precios adecuados.

 

Sueldo mínimo de cuatrocientos mil pesos y medicamentos más caros que algunos pasajes aéreos. Ese gerente general es tan productivo que su trabajo es remunerado por las nubes para que mantenga los costos a raya, incluido los salarios de sus subalternos. Para qué hablar de los sueldos de nuestros parlamentarios. El mercado del trabajo se autorregula, bajo el supuesto de que algunos gerentes son treinta veces más productivos que sus empleados. La explicación es que el trabajador carece de capacitación y no se le puede pagar mejor (salario de mercado le llaman) porque es muy poco productivo. No se darán cuenta los empresarios de que al mantener empleados con bajos sueldos, el poder adquisitivo de sus empleados se precariza y conduce a que los mercados se estanquen y pierdan dinamismo.

 

Los economistas comentan que ha disminuido el ahorro en las familias. ¿Cuál es la razón para que esas familias se tengan que endeudar hasta seis veces su sueldo? Tienen todo al alcance: remedios en cada esquina, ropa que pueden comprar en cómodas cuotas. Cuando el Banco Central rebaja la tasa de política monetaria, los bancos de la plaza siguen cobrando máximas convencionales a las pequeñas y medianas empresas. El mercado de las tasas de interés se autorregula, los que ganan menos pagan hasta tres veces las tasas aplicables a los de mayores ingresos. Los economistas llaman a eso “democratización del crédito”, que antes no llegaba a todos los hogares (de qué se quejan), el problema radicaría en que la población más vulnerable no tiene cultura crediticia. La democratización del crédito no puede ser observada como algo positivo, si lo único que logra es disminuir el poder adquisitivo de los sectores de menor ingreso.

 

El mercado se autorregula en beneficio de los más ricos, así funciona el libre mercado.

 

¿Cuándo se entenderá que los mercados no son perfectos? La colusión de los pollos, de las farmacias, Agrosuper que debe cerrar en Huasco porque sus dueños contaminan el medioambiente.

 

A partir de repactaciones unilaterales en los créditos de la multitienda La Polar, se han sucedido diez años de abusos de algunos grupos empresariales, existiendo una alta probabilidad que, durante el estallido social, mucha gente haya avalado la quema de estaciones del tren subterráneo producto del cansancio de la población ante las sucesivas vulneraciones de sus derechos. Para salir de la crisis, los habitantes del país estuvieron mayoritariamente de acuerdo en la convocación a una convención constituyente que aplacara el signo abusador que la antigua constitución propugnaba a través de la tesis del Estado Subsidiario. Los empresarios aprendieron a violar ese principio y vendrían siendo de los grandes culpables del estallido social que no vieron venir.

 

Chile está plagado de mercados imperfectos (bancos, farmacias, AFP, Isapres, supermercados y decenas de industrias con dos o tres empresas dominantes) y a eso hay que agregar la corrupción de grupos privilegiados (algunos empresarios y políticos) que fuerzan un nepotismo a ultranza.

 

El Estado debe regular fuertemente los mercados para que los corruptos de siempre no saquen ventaja. Las estaciones del Metro fueron quemadas, quizás el único ícono democrático de este Chile de gran ingreso per cápita. Grupos violentos se abalanzaron sobre las estaciones, tan imperfectos son los mercados chilenos que hasta oponerse a los intereses del actual sistema resultó injusto. Salió a protestar la clase media que no sufre deterioros inmediatos en su calidad de vida, solamente un par de caminatas, mientras los habitantes de la periferia tardaban el doble en llegar a Plaza Italia. ¿Cuáles fueron las estaciones destruidas? Justamente las de las comunas más vulnerables. El mercado de las protestas tampoco se autorregula: los pobres pagan más que los ricos, los ambulantes (de ingresos precarios) son los que dejaron de percibir ingresos en esos días de algarabía.

 

Incendiar las estaciones del Metro fue el símbolo de la furia acumulada durante diez años. Si continuaba el statu quo, quizás hubieran derrocado al Gobierno de turno. El problema es que muchos de los sectores progresistas avalaron esa violencia desatada que se volvió parte del escenario nacional.

"LA MÚSICA DE BERNARDO O'HIGGINS: EL REPERTORIO DEL AMANECER PATRIO" POR EL PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD DE FOLCLOR CHILENO, YVAÍN ELTIT


 

APARECEN LOS "ESTUDIOS EN HOMENAJE A ALFREDO MATUS OLIVIER" (2022) GRAN PROFESOR Y ACADÉMICO CHILENO


 

"NEOCRIOLLISMO" POR EL POETA CHILENO YVAÍN ELTIT

viernes, 12 de agosto de 2022

A QUINCE AÑOS DE LA PARTIDA DEL POETA CHILENO JOSÉ MIGUEL VICUÑA POR EL POETA ERNESTO GONZÁLEZ DÁVILA


 

Hace quince años, un día 11 de agosto de 2007, nos dejó el poeta José Miguel Vicuña.  Lo conocí en su edad madura, un día en el que fui a la Biblioteca del Congreso de Santiago, para hablar con Eliana Navarro, quien fuera su compañera de vida y de oficio poético.  Yo tímidamente iba a conversar con ella, por recomendación de mi profesor de tesis y amigo, el poeta Andrés Morales, pues yo estaba buscando un lugar donde dar mis primeros pasos en el mundo laboral.  Finalmente, no conseguí el trabajo, pero todas las circunstancias me llevaron al inicio de una hermosa amistad con ellos dos, que duró por muchos años, en los que fui caminando el sendero de la poesía.

José Miguel Vicuña fue y es un gran poeta, muy severo e inteligente en su mirada del oficio, lo que lo convertía en un gran maestro para los jóvenes poetas que se le acercaban.  Fue animador de tertulias literarias, cofundador del Grupo Fuego de la Poesía y un importante intelectual chileno.  Su mirada poética es profunda, reflexiva, de una densidad poética innegable y con un gran conocimiento del lenguaje, como quedó reflejado en su obra poética:

·         Edad de Bronce, 1951, Ediciones Mandril.

·         En los trabajos de la muerte, 1956, Ediciones del Grupo Fuego de la Poesía.

·         El Hombre de Cro-Magnon se despereza, 1958, Ediciones del Grupo Fuego de la Poesía.

·         Poemas augurales, en 1966, Colección El Viento en la llama.

·         Cantos, 1977, Ediciones Nueva Línea.

·         Alígera Summa, 1995, Ediciones del Milodón.

·         Elemento y súplica, 2000, Ediciones del Grupo Fuego de la Poesía.

 

Tuve la fortuna de encaminar mi oficio poético junto a José Miguel Vicuña y Eliana Navarro, junto a ellos me adentré en los meandros de la poesía, conocí una visión trascendente, religiosa, mística y otra que reflexionaba profunda e intensamente acerca de la propia existencia humana.

A lo largo de su vida hizo germinar muchas voces poéticas, contribuyó generosamente al ambiente literario con su gentileza y buena voluntad. Fue un verdadero adalid de la poesía y sería del todo justo que se diera el reconocimiento que este poeta se merece, ya que es absolutamente necesario que las nuevas generaciones sepan quién era José Miguel Vicuña, el poeta, el maestro, el amigo.

A modo de un sencillo homenaje, dejo algunos de sus poemas:

 

 

Feliz Marginamiento

Hay un desvanecido feliz marginamiento

que lentamente clava su apoteosis en mí.

Y nada soy, ya nadie; vibración solamente,

objeto en que se mira lo que reste de mí.

Tal es mi amor, que toca, que quema y acaricia,

cuando ya nada exista, ni una sombra de mí.

 

 

Fundado fue el amor

Fundado fue el amor sobre firmes quebrantos,

la noche más oscura, la más salada lágrima.

Los ríos van por dentro abriendo surcos,

buscándose el atajo van los ríos relámpagos

veloces a su mar donde calmar las ansias.

Antes de ser olvido, lo perdidizo canta,

levanta pedestales a fenecidas águilas,

un altar a los vientos fríos, desgarradores,

una señal de nunca para nadie, y espera,

y es todavía amor y desvelado fuego,

cuando el sol de otra aurora, con estrépito,

separa hielo y piedra para nacer de nuevo.

 

La poesía

Apareces, bajel entre la bruma, 

como de ayer y espanto, 

claro fantasma, 

desmantelado, ardiendo. 

Eres la noche, turbulenta dicha. 

Eres astros y música de seres. 

Fuego celeste, 

voz de la sombra, 

rómpeme, abrázame. 

 

Arquetipo

a David Yudilevich (pensando en Jemmy Button)

Mirad en lo profundo,

dejad que lave el agua de los tiempos

el gesto pasajero de los rostros

más allá de las noches y días que soñamos,

veréis como perdura

por sobre el horizonte de las horas

el incendio de los nódulos ligeros,

revelando la faz arcaica el cuño,

que el fluir de las eras fue forjando,

viva sapiencia en que te encuentro, hermano

primitivo y futuro, entre las islas

inocentes llamándonos.

martes, 9 de agosto de 2022

SE PUBLICA LA OBRA REUNIDA (1982-1997) DEL GRAN POETA CATALÁN ANTONI CLAPÉS: "NO CAL REPETIS AQUEST INSTANT" EN POESÍA SERIE CULIP (2022)


 

NUEVA LECTURA POÉTICA EN "AFTER POETRY" EL JUEVES 18 DE AGOSTO DE 2022 EN EL BAR "LA PLAYA" DE VALPARAÍSO, CHILE


 

"BUÑUEL Y LA SILENCIOSA DECADENCIA DE LA BURGUESÍA" POR EL ESCRITOR ANÍBAL RICCI

 



A propósito de El ángel exterminador (1962)

 

Hay un comienzo narrativo inverso al Decamerón de Boccaccio en esta pieza de Luis Buñuel. El humanista italiano situaba a un grupo de jóvenes nobles que se refugiaron en una villa de las afueras de Florencia con objeto de escapar de los “efectos físicos, psicológicos y sociales” con que la peste bubónica asoló a Europa hacia fines del siglo XIV.

 

Para el cineasta español en cambio, la acción ocurrirá muchos siglos después cuando un grupo de burgueses franceses se congreguen en una velada nocturna con el objeto de compartir excentricidades. La muchedumbre de afuera pondrá una bandera en señal de otro tipo de peste que transcurre al interior de la mansión: los escenarios serán inversos, el infierno ocurre al interior, mientras en el exterior hay normalidad… por el momento.

 

Buñuel recrea la introducción de La regla del juego (1939), de Jean Renoir, esa aparente farsa campestre que suponía una ácida crítica a la alta burguesía parisina previo al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Los horrores transcurren fuera de ese círculo, entre personas que viven ajenas al surgimiento del fascismo, simplemente movidos por la frivolidad de un irresoluto anfitrión. Gran homenaje al maestro del cine francés. No habrá honor entre los invitados, quienes juegan a intercambiar parejas, respetando una única regla del juego: la servidumbre no debe mezclarse con la gente de alta sociedad.

 

El cineasta calandino transgrede el orden de Renoir y de inmediato introduce un amorío entre la anfitriona y el mayordomo. Al igual que el galo, Buñuel recurre a encuadres magníficos y conversaciones aleatorias en medio de una opulencia escénica que envuelve al espectador.

 

Es momento de retirarse de la velada y los invitados por alguna razón (todavía oculta al espectador) pernoctan en el castillo. Se despojan de su ropa de etiqueta y se acomodan en la habitación de la fiesta, en lugar de subir a los aposentos del palacio.

 

Algo ha contaminado a este grupo de burgueses que les impide abandonar la habitación. Semeja una peste que primero aqueja “físicamente” al grupo (la cámara de Buñuel observa de lejos para luego envolverlos en encuadres claustrofóbicos), los priva de comodidades, del café al desayuno e incluso de agua que sólo podrán beber, desesperados, una vez que rompan la cañería del muro.

 

Prosigue la degradación “psicológica”, sospechas entre esos habitantes y en la segunda noche, unos sueños perturbadores serán preámbulo de un tercer escenario de degradación esta vez “social”, donde estos personajes pierden el decoro y recurren a rituales paganos (de fondo se oyen campanadas de una iglesia) para luego transgredir leyes morales cuando intentan dar muerte al anfitrión.

 

El mito del eterno retorno dará sentido a estos comportamientos degradantes, que esta especie vuelve a experimentar como los excesos de las clases acomodadas, que tal como en la Florencia del siglo XIV, esta nueva burguesía vuelve a escenificar, ajena a lo que ocurre en el mundo exterior. Buñuel trastoca el universo y por esta vez, las miserias son sufridas por las oligarquías que se acomodan entre las grandes tragedias de la historia, sean pestes, guerras o abismantes diferencias entre clases sociales.

 

Luego de unos días, el infierno de los congregados habrá terminado al recrear sus posiciones ancestrales dentro de la habitación de esta fiesta eterna y lograrán al fin romper los designios de la peste para ir al encuentro de la sociedad que los observa desde afuera.

 

La servidumbre nunca se involucró con el mundo burgués. Una fuerza oculta los alejó de la mansión y esperaron pacientes a que terminara el maleficio. Estos mundos no se mezclan, proclamó Renoir.

 

En un giro genial, estos burgueses penitentes acudirán a la Iglesia para exorcizar sus excesos encerrándose en una nueva habitación opulenta, una catedral que posee muros mucho más altos que los separan de la muchedumbre. Buñuel recurre a este espejismo para sugerir que estos burgueses no sienten culpa de sus actos.

 

La historia se repite: afuera de esos muros hay un estallido social contenido por la fuerza policial. Todo ha vuelto a la normalidad, la concepción estoica del eterno retorno, hasta que esa revuelta alcance tal fuerza que los oligarcas sean obligados a establecer un nuevo pacto social.

 

El discreto encanto de la burguesía (1972) volverá a homenajear el cine de Renoir en la escena de unos burgueses sentados a la mesa siendo observados por los espectadores de un teatro. Esta otra servidumbre observa: tampoco se mezcla con esa especie que resurge una y otra vez.

 

El ángel exterminador fue una perfecta alegoría nominada a la Palma de Oro en Cannes y diez años más tarde Buñuel otra vez retrató a la clase acomodada en esa sátira despiadada al discreto encanto de la burguesía, destilando ironía a nivel aristocrático y configurando una visión surrealista que conquistó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

 

Fuente: Revista Occidente N°529 Julio 2022

martes, 2 de agosto de 2022

TALLER LITERARIO GRATUITO EN SAN ANTONIO, CHILE DICTADO POR EL GRAN POETA ÁLVARO RUIZ (AGOSTO-SEPTIEMBRE 2022)


 

RESEÑA DEL HERMOSO E INOLVIDABLE FILM "VALPARAÍSO MI AMOR" (1969) DE ALDO FRANCIA POR EL ESCRITOR ANÍBAL RICCI


 

Valparaíso mi amor (1969)

Dirigida por Aldo Francia

 

Las escenas demoledoras aparecen cuando el metraje sobrepasa la hora de duración. Hay rudeza en esta cinta, al padre de familia (Mario) le dan un permiso para asistir al funeral de su hijo menor, Marcelo fue diagnosticado con bronconeumonía, y como en el hospital no hay camas disponibles, la pareja de Mario sale a la fría noche con el niño en brazos y con su destino ya escrito. La pobreza es cruel y el Valparaíso de postal es desnudado hasta sus entrañas.

 

El ladrón de bicicletas (1948) de Vittorio De Sica será la fuente de inspiración, el marco de referencia con que Aldo Francia encuadra al puerto chileno. Pero esta película es mucho más moderna en su concepción visual y supera a la obra imitada. Recordemos que la película italiana es una de las cumbres del «neorrealismo italiano», que mediante una estética cercana al documental permitía mostrarnos la vida de las barriadas de la forma más auténtica posible. La película de Aldo Francia es simplemente una obra mayor.

 

En la cinta chilena están presentes los mismos ingredientes: la falta de trabajo, el hambre y la precariedad de las viviendas, problemas sociales recurrentes que Aldo Francia enfoca desde un punto de vista más amplio. No sólo da cuenta del robo de ganado del padre, sino que muestra las consecuencias de ese acto en la crianza de los cuatro chicos. Para De Sica, el robo de la bicicleta significaba la pérdida de la inocencia del niño y la destrucción del ideal paterno, pero en la cinta de Aldo Francia no hay lugar para la inocencia, menos para los ideales.

 

El director emprende este viaje con el padre adentrándose en la cárcel, mientras los interrogatorios y la sentencia se escuchan en off. Es el comienzo del descenso a los infiernos planteado en la película, una forma de avisar que los espacios de los personajes se irán cerrando conforme avancen las escenas. Acaban de enterrar al hermano, cuando el que le sigue en edad ayuda a limpiar tumbas ajenas para ganarse unos pesos. En el mundo recreado por Francia no hay tiempos muertos, todo avanza inexorablemente hacia un destino cada minuto peor que el anterior. Al muchacho le roban la propina y los otros niños del cementerio lo echan a patadas, no hay lugar para otro, el dinero de las limosnas no es suficiente para repartir entre tantos.

 

La música de la película italiana evocaba al melodrama, pero en esta cinta chilena escuchamos una y otra vez La joya del pacífico, un popular vals de los años cuarenta que refleja cierta nostalgia hacia el puerto, pero que Aldo Francia utiliza frenéticamente para no dar tiempo a los silencios ni momentos en que los personajes puedan estar en paz. El director se aleja de cualquier melodrama, no es una película que ensalce los valores humanos, más bien muestra sus pecados, siempre apostando por encontrar a otro ser más ruin. El padre no trabaja, roba; los niños no van a la escuela, roban y piden limosna; y la hija de apenas doce años no ayuda en la casa, se prostituye.

 

Tampoco hay lugar para la tristeza, todo transcurre a una velocidad tal, que los personajes son absorbidos por la ciudad. De Sica trabajaba sobre la imagen de un padre y un hijo, Francia en cambio sitúa a la ciudad como protagonista encargada de corromper a los habitantes que viven bajo su alero. El director nunca hace un juicio de valor sobre los proxenetas o sobre los que abusan de niñas que ni siquiera alcanzan la pubertad, simplemente muestra la realidad de una devoradora de almas, la ciudad que a cada vuelta de esquina esconde los entresijos más oscuros.

 

El director pudo caer en la metáfora simple de los ascensores descendiendo al inframundo, pero va más allá, muestra una coreografía de ascensores que suben bajan, se encuentran, un entramado que constituye el sistema circulatorio de la ciudad, y es que para Aldo Francia este puerto, Valparaíso, es una máquina de pobreza, una generadora de pobres que se retroalimenta de sus miserias. Las imágenes recuerdan en cierta forma a Tiempos modernos (1936) de Charles Chaplin, una impersonalidad que la cinta va adquiriendo con cada plano que propone el director. La música acrecienta esa sensación y en una fuga nos impone una verdadera película de terror.

 

Aldo Francia va denotando una evolución material de la ciudad, también perniciosa: automóviles e incluso una música proveniente de guitarras eléctricas cuya estridencia es una nueva forma de encubrir la prostitución, la hija de Mario a bordo de un auto que la hará descender a nuevos abismos. El progreso no va de la mano con la virtud de sus habitantes. La ciudad es el demonio/infierno, las almas no tendrán escapatoria.