El poeta Lorenzo Peirano y su hijo Simón
Aunque los demonios no lo aprueben
apago un cigarrillo sobre una moneda.
(De Respirando Callejones)
HE PEGADO EN LOS MUROS DE MI CRÁNEO
He pegado en los muros de mi cráneo
un rostro de mujer con antifaz,
y no he querido suicidarme
aunque mis manos se lamentan.
Balbucear, impregnar los bares con temblores
y decidir por todos los muertos del planeta,
no son tareas que yo acepte.
No finjo preguntas, mi Señor,
como tampoco visito las iglesias.
Blasfemo me dicen las gargantas,
eres un blasfemo irremediable,
............y usted sonríe.
Hay tiempos y canallas que he borrado,
quemaré todos mis retratos,
todos mis aullidos de una vez.
Como ve, Señor,
estoy en un mes opaco
sacudiendo el polvo de mis versos
(De Respirando Callejones)
LOS QUE HAN SIDO PENA Y MOVIENTO
A Pilar Pallavicini
Todo poema es un epitafio.
T. S. Eliot
Los que han sido pena y movimiento,
los que uno conoce, mueren de repente,
y es mejor detenerse en una calle
y no entrar a casas que pronto caerán.
Por sobre tiempos desdichados,
por sobre tiempos enemigos de la sangre,
anduvo una mujer que ha muerto sin abrazo.
Hoy la conducen al epitafio y a los rezos,
hoy la mencionan, pero la tierra se acomoda.
Es mejor detenerse en una calle
y no entrar a casas que pronto caerán.
Cada alimento es un engaño,
cada familia es un cortejo detenido algunas veces.
(De Respirando Callejones)
GOLPEAS UN CUERPO
Golpeas un cuerpo que no vive,
con delirios encuentras tu figura,
tus libros de bandadas y deshielos.
Golpeas un cuerpo que no entiende,
un dominio que te aflige,
un sudario que te invade.
En el hincapié de agosto
ya no consultas la llovizna,
ni hablas de tu pulso
desgastado en la ciudad.
Pero repites motivos y padeces
tras un cuerpo
.......................que se aleja.
(De El Solitario de mis Naipes )
ABRIL DE 1993
En la carretera yo encontré
aquel pequeño libro
que contenía, entre otras cosas,
el nombre de los dedos:
Pulgar, medio.
En la carretera de alquitrán
recién entregada a los destinos,
yo esperaba un automóvil
conducido por los muertos.
(De El Solitario de mis Naipes)
LA MANDA
A Álvaro Ruiz
El largo de su cabello gris,
la barba crecida. Este hombre
se arrastra a voluntad,
entre dolores, entre cuerpo
y alma. Se arrastra a voluntad.
Expulsó de su boca
el trozo de corazón asesinado.
Ya olvidó la noche dionisíaca,
el mal de ojo. Ausente se encuentra
el manto de la luna.
Entre los arbustos
yacen otros días. Este hombre
se arrastra a voluntad. No sé
su nombre. Y nadie tiene
la respuesta
No puedo hablarle. Deja
un rastro allá en las hojas,
en las piedras de la tierra…
(De Quisiera Haber Dicho)
CON SU IMAGEN
Cuando yo era joven dibujaba a Cristo:
gotas de sangre caían por su frente.
Sin cansarme, dibujaba,
intentaba dibujar a quien (yo no lo sabía)
escucharía mis plegarias.
Casi dividido por recuerdos de crueldad,
por terribles voces en sordina,
con su imagen llenaba páginas,
tardes, soledades…
(De Quisiera Haber Dicho)
COLOCO MI FE
A Horacio Valenzuela
Coloco mi Fe por sobre los rostros a veces espantosos de la gente.
Y decaigo ante ciertas frases, confundido, al salir de la penumbra.
Las telarañas que brillan entre los álamos de abril, casi deshojados,
sus hilos inasibles; cuántos pensamientos o imágenes en una mente que padece.
La fortaleza de espinas no logra ocultar el campanario;
debo (debemos) partir hacia donde la sangre santa se licúa.
No hay más.
Suelo evocar un eucalipto caído contra una pared;
aquella mañana en la parte de cemento, frente al sol:
un niño con el recuerdo de su madre: el único abrazo para él.
Mi Fe por sobre los rostros a veces espantosos, por sobre los objetos,
por sobre mi persona. El estero y el leve metal de su corriente
que aleja
los minutos de arrogancia.
No se enfrían las piedras del fogón,
no desaparecen los canastos, las sillas de mimbre, las vigas tiznadas,
el acento con que se mencionan las bestias y la carga.
Llevo en mí también otras semanas de insomnios y muebles de nogal;
pétalos húmedos esparcidos en la mesa, manteles bordados y raídos.
Llevo también otras voces, otras formas, otras decepciones.
Mi Fe por sobre los rostros a veces espantosos, por sobre los objetos,
por sobre mi persona. La pieza enorme, el ala oeste de una casa
iluminada intensamente a media noche. ¿Qué pasa afuera? ¿Quién
rompe la oscuridad esparcida, las historias de los sueños?
Tiembla la puerta despintada, se entreabre.
(De Quisiera Haber Dicho)
LAS VOCES GRISES
Las voces grises
alrededor del hielo
y sus llamas de desolación.
Virgen María,
madre del Hijo de Dios,
qué dolor en la mirada de la gente,
qué dolor en mi mirada.
(Inédito)
LA CORONA DE ESPINAS
La corona de espinas hería su frente.
En el Gólgota entregó su inocencia adolorida, torturada.
Seres de azufre asentían obscenos, satisfechos.
No sé cómo pudimos respirar en esa hora.
No sé de qué manera regresamos al hogar
y encendimos lámparas de aceite.
(Inédito)
Lorenzo Peirano nació en Santiago de Chile en 1962. Entre 1984 y 1985 editó la hoja de poesía “El Bastardo”. Ha colaborado en múltiples revistas y periódicos. Su obra ha sido incluida en diversas antologías de poesía: Muestra de Literatura Chilena, La Nación, 1992; Poéticas de Chile/Chilean Poets on the Art of Poetry, Editorial Étnika, 2007; Poesía y Prosa Chilena del Siglo XX (Para estudiantes. Versión al mapudungun), Editorial Pehuén, 2010. Sus libros de poesía son los siguientes: Respirando Callejones, Ediciones Literatura Alternativa, 1990; El Solitario de mis Naipes, Mosquito Editores, 1995 y Quisiera haber Dicho, Libros La Calabaza del Diablo, 2010.