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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

lunes, 26 de octubre de 2020

PRÓXIMA APARICIÓN DEL LIBRO "LA MUJER, LA MUERTE Y OTRAS COSAS" DEL POETA CHILENO JUAN ANTONIO HUESBE (MAGO EDITORES, SANTIAGO DE CHILE, 2020)



 

CRÍTICA DE CINE DEL ESCRITOR ANÍBAL RICCI: "EL JUICIO DE LOS 7 DE CHICAGO (2020)"



 

EL JUICIO DE LOS 7 DE CHICAGO (2020)

Dirigida por Aaron Sorkin

 

«Cruzamos fronteras estatales con ciertas ideas… por eso nos echaron gases, nos golpearon y nos están juzgando», testifica Abbie Hoffman ante el estrado de un tribunal. Se trata del fundador de los Yippies (Youth International Party), grupo activista contracultural que luchaba en contra de los excesos de la guerra de Vietnam.

La película inicia con imágenes de archivo de los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy, como muestra de la intolerancia de ese convulso año 1968 y nos sitúa en las protestas ocurridas meses después en Chicago durante la Convención Demócrata, cuyo candidato perdería las elecciones presidenciales frente a Richard Nixon.

Los manifestantes en contra de la guerra se enfrentaron a la policía en los alrededores del lugar donde se celebraba dicha convención. El alcalde mantuvo una línea dura contra ellos, negándoles un lugar para expresarse e impidiendo la realización de reuniones o marchas, ejerciendo una fuerza policial desmedida frente a los grupos encabezados por Abbie Hoffman, Tom Hayden y Dave Dellinger, quienes al año siguiente fueron enjuiciados por conspirar contra la seguridad nacional. Conocidos como los 7 de Chicago, la película de Sorkin se refiere al desarrollo de ese bullado juicio.

Evoca ideales antibelicistas, no hay duda, pero sobre todo reivindica el derecho a protestar frente las autoridades, en este caso contra el gobierno de Lyndon Johnson, por el envío incesante de soldados para pelear una guerra que Estados Unidos no iba a ganar, aparte del dudoso comportamiento del ejército estadounidense bombardeando con Napalm aldeas completas donde murieron mujeres y niños.

Aaron Sorkin hurga en el pasado y plantea un paralelismo con los tiempos actuales, donde las irrupciones sociales se han multiplicado alrededor del mundo, ya sean los chalecos amarillos en Francia, el movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos, las manifestaciones en Hong Kong, incluso el estallido social en Chile, en este último caso, contra los abusos de la oligarquía perpetrados durante los últimos 30 años.

La visión política de Sorkin es nítida. La Constitución debe velar por el derecho a protestar en forma pacífica, un derecho inalienable de la ciudadanía frente al vasto poder del Estado. Para ello, el afamado guionista se vale de unos diálogos ingeniosos, que fluyen a gran velocidad, impidiendo que el espectador se distraiga, más bien expresa los variados puntos de vista que encarnan los personajes. El reparto de actores es impresionante y cada uno tiene vida propia. Destacan Frank Langella como el juez Julius Hoffman, representante del mundo conservador, la antítesis del pensamiento de los 7 de Chicago. Tenemos a un correcto Joseph Gordon-Levitt como el fiscal Richard Schultz, que hace su trabajo, pero que en su fuero interno no cree que los acusados deban ser encarcelados. Sacha Baron Cohen aporta la dosis de humor, pero también es un personaje complejo que se reserva los mejores parlamentos. Como no incluir dentro de este reparto de lujo a Mark Rylance como el abogado defensor impulsivo y apasionado que será la contraparte necesaria del juez Hoffman, un villano arquetípico, pero en ningún caso el diablo.

Todos los personajes tienen sus bemoles, como aquellos del brillante guion de Red Social (dirigida por David Fincher) donde no se sabe si Mark Zuckerberg es un genio, un asperger o simplemente un sujeto detestable. Aaron Sorkin juega con los grises y aunque su posición del derecho de protesta es defendida con vehemencia, también muestra los momentos de flaqueza, sobre todo del personaje de Eddie Redmayne, un Tom Hayden muy bien interpretado que, ante el fragor de los acontecimientos, y contra sus convicciones, termina incitando a la violencia a la multitud reunida en los alrededores de la Convención Demócrata. Ese es un segundo punto de vista, algo así como que «las protestas son pacíficas… hasta que dejan de serlo». Basta que alguien de la masa haga algo inesperado para enardecer los ánimos de los propios manifestantes o de su contrapartida policial.

Aaron Sorkin no es imparcial, nunca duda de la legitimidad de expresión del pueblo, pero de todos modos llama a reflexionar ante la violencia de masas, la exposición mediática y el límite al sostener esos ideales. Este tercer punto de vista hace valiosa a la cinta, abre la mente del espectador y permite que formule su propio derrotero. Deja la ventana abierta, pero de inmediato apoya a sus héroes. Incluso deja que el personaje de Abbie Hoffman evoque el discurso de asunción del presidente Lincoln. «Cuando el pueblo se canse de su derecho constitucional a enmendar el gobierno, ejercerá su derecho revolucionario a desarmar y derrocar a ese gobierno».

Ese discurso pronunciado en 1861 lo pone en boca del personaje más controvertido de los 7 de Chicago, aquel que agita a las masas y busca la sobrexposición para imponer sus ideas. No sólo es el más revolucionario, es el personaje que aporta el humor irónico, como dando a entender que quizás el propio Lincoln no repetiría esas palabras en un contexto como el actual, donde las redes sociales (es valioso el punto de vista de Sorkin en Red Social) pueden generar opiniones polarizadas y promover una diferencia exacerbada de opiniones, volviéndolas antagónicas y dejando en punto muerto el respeto al otro.

Vuelvo a destacar la calidad de los diálogos, pero sobre todo el carácter reflexivo de la cinta al exponer ideas disímiles sin la necesidad de atropellar al otro. En buen chileno, no todos los que protestan, aunque destruyan la propiedad pública, son unos violentistas y delincuentes (vocablo muy común del mundo conservador). A veces los tratarán de extremistas y les quieren aplicar la Ley de Seguridad Interior del Estado; así como no todas las fuerzas policiales pueden ser tildadas de “cerdos” o “bastardos”.

Aaron Sorkin deja al descubierto ese flanco, pero repara en que, durante los episodios de 1968, el propio fiscal general de los Estados Unidos (Ramsey Clark interpretado por un ubicuo Michael Keaton) prescindió de iniciar acciones legales contra los 7 de Chicago, debido a que investigaciones de la fiscalía permitieron constatar que los disturbios fueron iniciados por las fuerzas policiales.

Los aspectos técnicos del guion equilibran las escenas. Hay muchas ideas rondando la película, pero van aportándose in crescendo a medida que transcurren los minutos. Los parlamentos, a pesar de su connotación intelectual, fluyen con naturalidad y no atiborran al espectador. El director alterna la acción al interior del tribunal con escenas que transcurren en la sala de descanso. En ese lugar, los acusados se desnudan ante su abogado y dejan traslucir debilidades. Dicha alternancia descomprime el tenor retórico de la cinta, le imprime una visión más cinematográfica, además de utilizar oportunos flashbacks durante las exposiciones del juicio.

Un momento notable es la escena donde el abogado le pregunta a Abbie Hoffman cómo derrocar a un gobierno de forma pacífica y, esta vez, Sacha Baron Cohen deja atrás las palabras de Lincoln y de forma muy seria responde: «Se hace cada 4 años», dejando entrever la visión constitucionalista de Sorkin respecto de las elecciones.

Los paralelismos con la época actual surgen en nuestra mente. El personaje principal (Tom Hayden) en su alegato final expresa que desde que se inició el juicio han muerto 4.752 soldados estadounidenses. Por decisión del presidente Lyndon Johnson, todos esos ciudadanos han sido condenados a muerte por el comportamiento abusivo de sus autoridades, de la misma manera que Donald Trump, en un alarde de fanatismo e ignorancia, ha condenado a morir a decenas de miles de ciudadanos al no advertirles del peligro mortal del coronavirus.

Este es el poder que ejerce la película: abrirnos los ojos frente a los excesos cometidos por nuestras autoridades, ya sea por acción u omisión. El derecho a protestar de forma pacífica es sagrado, como un llamado de alerta, para lograr que los gobiernos cumplan con su deber de cautelar por el bienestar de sus ciudadanos.

Los 7 de Chicago fueron condenados a cinco años de cárcel (por ese juez corrupto y racista), pero el veredicto fue revocado por el Tribunal de Apelaciones y el nuevo fiscal general se negó a iniciar un nuevo juicio.

Por encima del discurso progresista, Sorkin hace alarde de cómo funcionan las instituciones que establece la Constitución. Tendrán falencias, excesos de algún juez (uno de los acusados comparece amordazado), pero al final alguien de todo ese engranaje tendrá que encarrilar los acontecimientos dentro del imperio de la ley.

Aaron Sorkin es consciente de los problemas raciales de Estados Unidos y de los abusos del gobierno, pero insiste en la necesidad de tener instituciones fuertes para impedir los abusos de las autoridades de turno.

 (PUBLICADO ORIGINALMENTE EN LA REVISTA "CINE Y LITERATURA", 2020)


miércoles, 14 de octubre de 2020

"EL SERMÓN DE NUESTRA PESTE" POEMA INÉDITO DE ANDRÉS MORALES

 


EL SERMÓN DE NUESTRA PESTE

 

Bienaventurados frágiles de piel acribillada.

Bienaventurados todos en la ignorancia enjuta.

Bienaventurados torpes que ensucian los crepúsculos

y los amaneceres solos de la belleza sola.

Bienaventurados ciegos de la muerte insomne.

Bienaventurados Marcos, Lucas, Juan, Mateo

al mundo ya sin pausa, sin Cristo, sin ventura.

Bienaventurados, esos, los que ya no tienen hambre

y aquellos que la tienen y callan y se duermen.

Bienaventurados todos los Pedros traidores,

los desnudos y los muertos, los que sueñan y no gritan.

Bienaventurados niños en el filo de su asco,

magullados por su sexo, tiritando en el vacío.

Bienaventurados Jonathan, Bryan y Natacha.

Bienaventurados todos porque el aire aún resopla.

 

Bienaventurados ellos, nosotros, los que vengan

porque no hay más sangre entre los dedos muertos

ni agua que bautice, no hay mancha, ni agonía.

 

Bienaventurados todos los que cuenten, lo oigan o lo escriban.

 

Bienaventurados esos, aquellos, que me olviden.


"CANTOS DE REPRESIÓN (2020)" CRÍTICA DEL ESCRITOR CHILENO ANÍBAL RICCI



 CANTOS DE REPRESIÓN (2020)


Dirigida por Marianne Hougen-Moraga y Estephan Wagner


Hay que destacar el simple, pero efectivo tratamiento estético de los realizadores. No utilizan música de fondo, sólo los cantos de los ancianos que viven al interior de Villa Baviera. Los paisajes son idílicos, panorámicas siempre luminosas, muchos de los entrevistados prefirieron ser fotografiados en ese entorno, en general, los testimonios son realizados en sus lugares de trabajo o en sus hogares, al comienzo se deja claro que son los colonos los que eligen locación. Planos fijos y preguntas breves, el entrevistado se explaya libremente. Utilización de subtextos que describen la realidad de ese enclave fundado en 1961 por el exmilitar de la Alemania nacionalsocialista, Paul Schäfer.

 Al espectador, durante el documental, le queda muy claro el porqué de las elecciones estilísticas del formato. El coro y la orquesta de Colonia Dignidad (nombre original) eran la fachada de pureza con la que El Jerarca daba una idea de tranquilidad al observador externo. Se trataba de una secta de origen religioso, con prácticas paramilitares, que mantenían el orden interno en base a castigos, golpizas llevadas a cabo por los seguidores de Schäfer, pero a su vez, dando una connotación de castigo expiatorio a los abusos sexuales, perpetrados por el propio Jerarca. Incluir los cánticos de los colonos obedece al propósito de hacernos testigos de cómo a través del arte se pueden encubrir aberraciones.

 El uso de paisajes idílicos responde por un lado a la belleza del lugar, pero por otro, una muestra más de encubrimiento de acciones abyectas, de hecho, en la actualidad es un lugar turístico para gente adinerada, refleja todas las comodidades que no tuvieron los colonos abusados, el paraíso es para el visitante. Pero también hay un concepto de pulcritud a la que acceden los que no se oponen a los hijos de los jerarcas (cómplices de Schäfer), de beneficios por pertenecer a esa herencia oscura: salud gratis, casa de reposo para los ancianos y en general pocas preocupaciones económicas. Los disidentes sufren discriminación y los que emigran huyen con lo puesto. Es bastante diabólico: si no estás de acuerdo con los preceptos de Villa Baviera, simplemente eres expulsado del paraíso.

 Los entrevistados eligen la locación y en las imágenes abunda la luz, en su doble acepción tanto de blindaje como de purificación de los horrores. Los colonos son bañados por esa luz tranquilizadora para que se expresen libremente ante las cámaras. El tono de los testimonios es mesurado, aun cuando a veces se refieren a golpizas brutales y violaciones sexuales. Se trata de una localidad que no se rige por la Constitución del país, donde hubo privilegios y encubrimientos mucho antes de la dictadura de Pinochet.

 El lado amable del exceso de luz, es que no se trata de entrevistas, son más bien testimonios terapéuticos, donde los colonos dejan entrever su sumisión tras años de abusos físicos y unas profundas diferencias en cuanto al significado. Para unos fueron horrores que no se pueden tapar sólo cantando, pero otros asumen la obediencia y ven bondad y encuentro con Jesucristo, según ellos, están mejor capacitados para distinguir entre el bien y el mal. No se trata de un psicoanálisis, aquí no hay asociaciones libres, sólo respuestas instintivas para sobrevivir a la realidad.

 Una mujer entrevistada, a boca de jarro concluye que “Perdonar significa olvidar”, momento en que al espectador se le aprieta el estómago y todo buen chileno sobreviviente de los tiempos de dictadura, en su fuero interno, se da cuenta de que Colonia Dignidad es una alegoría de un país sin memoria, de gente a la que se ha inculcado que olvidar es bueno y que es mejor perdonar a los torturadores del pasado.

“El amor y la sexualidad van de la mano”, le explican a otra de las abusadas y el marido ahorra comentarios diciendo que sólo tuvieron sexo cuando concibieron a sus hijos. Silencio, recurso que abunda en este documental.

 Las conclusiones que el espectador obtiene de la primera hora de visionado son espeluznantes. Pero luego viene lo peor: testimonios de algunos colonos que escucharon los gritos de los torturados y luego desaparecidos durante la dictadura. Schäfer fue un colaborador cercano del régimen y en su enclave murieron muchos prisioneros políticos. Esos testimonios de la última media hora son dados a hurtadillas, en voz baja, mientras unas ancianas los espían desde las ventanas y los vienen a intimidar para que no den la entrevista.

 Se muestra la placa del sitio de memoria donde se realizaban esos actos oprobiosos y otro colono muestra las fosas comunes que están siendo investigadas. El documental se adentra en terrenos surrealistas.

 Una abuelita da testimonio de lo buena persona que era el general Pinochet, que vivía en forma austera con un sueldo menguado. Es tal la desconexión con la realidad, que incluso entiende las torturas y da como explicación que evitaron la muerte de otros tantos miles. Los cantos ensalzan al pueblo alemán y la vida en medio de sus paisajes. La propia abuelita cuida de las plantas dentro de un vivero, representación en miniatura de los parajes alemanes.

 El documental termina mostrándonos bailes y costumbres típicos bávaros, mientras los turistas ignorantes beben de una jarra de cerveza. Es bien chocante ver a sus hijos disfrutando de esos parajes llenos de horror que se ocultan bajo la luz del sol.

 El canto y la orquesta eran el maquillaje perfecto para dar una sensación festiva de programa de televisión. Esa fachada ha evolucionado y ha sido cambiada por otra de postal turística.

 Todo termina con el testimonio de los abusadores, entubados y viejos, pero felices… dando a entender que sus acciones siempre obedecieron a su buen corazón.

 El final es verdaderamente surrealista. Los viejos cantan y es imposible distinguir a víctimas de victimarios.

*Publicado en "Cine y Literatura":


HOY, MIÉRCOLES 14 DE OCTUBRE DE 2020, CONVERSATORIO SOBRE LA VIDA Y OBRA DE MARÍA LUISA BOMBAL: "YO, CORAJE INAUDITO" (DIÁLOGOS SOBRE LA OBRA DE MARÍA LUISA BOMBAL) CON ANDRÉS MORALES, KARO CASTRO, RENÉ CANALES Y RAFAEL FARÍAS





 

martes, 13 de octubre de 2020

POEMAS DEL ESCRITOR PORTORRIQUEÑO DAVID CORTÉS CABÁN (ARECIBO, PUERTO RICO, 1952)

 


 LA ESCENA

 

¿Cuál es la escena, qué es lo útil?

Te pierdes bajo la lluvia. Un instante y otro es lo mismo.

Es lo que creíamos retener. 

Te sumerges en la niebla y recorres la escena de la primera sensación.

No volverás. No serás la que viaja por las estaciones.

No regresarás. Estamos ausentes. Imaginamos el sonido de la lluvia.

Es abril. Entonces era primavera y cantabas.

Estabas distante, pero tu cuerpo brillaba en la habitación.

Yo iba por otro país.

Cruzaba un puente y el puente me retenía en la orilla.

A esta misma hora debes estar cruzando el otro puente.

Es otoño y las orillas se pierden frente al horizonte.

Siempre el paisaje regresa antes de posar mi pie sobre el puente.

El viento golpea tu rostro.

El tiempo no tiene orillas y te arrastra hasta el final.

 

 

LO QUE OCURRE

 

No podrás comprender.

Lo que ocurre es más profundo.

Nunca en la superficie ni en el borde,

más profundo como un círculo

por donde caminas sin regreso.

Es mejor no mirar, no pensar.

La hoja cae ligera y sin límites

como tu caminar, tu forma de emprender.

¿Quién emprende? ¿Quién triunfa?

El camino es el silencio que se desprende

sin tu comprensión, sin poder acercarte,

sin poder retener lo que se desvanece.

Sin detenerte un solo instante lejos de ti,

y sin poder decir esto es lo que ocurre.

Lo que no puedes comprender sube sin fin.

Lo que es igual y escapa, y no tiene esplendor.

Dentro de ti el paisaje. El eco de la gran desolación.

Tu yo sin una palabra, sin un fulgor.

Todo es igual. El fuego y otra vez el silencio.

No alcanzarás a ver el comienzo.

No alcanzarás a ver la brizna verde cayendo

hasta que abras los ojos y el día vuelva a empezar.

  

 

UNA VEZ FUI UN GATO

 

Esta noche no sé adónde ir. Tampoco tú lo sabes.

No soy un lobo, no soy un conejo, no soy un gato.

Debe haber algún puerto donde esperen a alguien como yo.

Una mujer que no sabe quién soy debe estar esperándome.

Pero hay un océano de por medio.

El capitán del barco exigirá que le cuente mi vida

a cambio de cruzar el océano.

“Cualquier océano será bueno”, me dirá, para un poeta

que no sabe adónde ir. Cualquier puerto será hermoso

para una mujer que no sabe a quién espera.

Le diré al capitán que una vez fui un lobo

como el de Herman Hesse. Sé que no me creerá

por mi cara de conejo, pero le mostraré que no soy un conejo,

que no puedo dar saltos sobre la cubierta.

Me mirará asombrado y me dirá que un poeta no tiene

que imaginar tantas sandeces. Entonces le diré

que mi orgullo no me permite mentir.

Sr. Capitán no soy un conejo, soy un gato, soy el gato de Poe.

“Es posible que seas un gato”, me dirá, pues maúllas como un gato.

“Solo así puedo creerte, pues tienes suficiente edad para mentir”.

Exacto, capitán, además un poeta no debe ir por ahí

fingiendo ser un gato.

 

NO ES LO QUE PIENSAS

 

Todo acontece mientras caminamos por Manhattan.

Nos perdemos por las avenidas, giramos y bajamos

entre las nubes. Tomamos la forma de una ola,

tomamos la forma de una estrella que cae,

tomamos la forma del fuego que crepita entre las sombras.

“No es el mismo fuego de la noche anterior”, dices.

Nada es tan trágico como perderse sin saber

qué palabras pronunciar.

“Las palabras brillan en todas partes”, dije.

Están dentro de ti igual que el silencio

cuando callas y te desvías del camino.

La magia está en lo que elegimos.

Si todo es frío y desierto ¿podrías explicarlo?

Si miras a lo lejos comprenderás qué es la vida.

Miras otra vez por el cristal. Crees que has regresado

a la habitación pero caminas entre la multitud.

Ya es otoño, ya es invierno, ya es Navidad.

Los árboles han perdido su esplendor.

¿Miramos la misma realidad?

 

ME VOY PERO ME QUEDO

 

Me voy de estas montañas, regreso o estoy yéndome.

Siempre me voy y vuelvo como un duende

entre sueños. Soy el cántico interminable que viaja

entre las piedras y las costas. Voy en tu equipaje

y en tus viajes para que veas que nunca te abandono,

cuando llegas sin saber que has partido,

cuando partes sin saber que has llegado

y la vida te lleva por ciudades entre voces

que cantan en el tiempo, en la estación

de un tren que ya se aleja. Me voy digo al destino

que me aguarda para que el mar y el sol no me detengan,

cuando cantan los árboles a lo lejos

o brillan en la noche por tu ausencia.

Me voy digo a las piedras y al camino,

compañeros de viajes y de pérdidas.

Me voy por que la nieve de otros pueblos me llama

siempre para que no la olvide, cuando la vida pasa

como un rayo que traspasa mi cuerpo.

Siempre estoy regresando y partiendo para hacerme creer

que nunca estuve ausente, cuando voy por las calles

y todo va alejándose como un eco detrás de mis pasos.

 

David Cortés Cabán (Puerto Rico, 1952). Fue maestro en las Escuelas Primarias de Nueva York, y profesor adjunto del Departamento de Lenguas Modernas de Hostos Community College (CUNY). Ha publicado: Poemas y otros silencios (1981), Al final de las palabras (1985), Una hora antes (1991), El libro de los regresos (1999), Ritual de pájaros: antología personal (2004), Islas (2011), Lugar sin fin (2017), Visión poética en tres libros de Alfredo Pérez Alencart [Ensayo] (2017). Ha participado en Festivales Internacionales de Poesía en Puerto Rico, Colombia, México, Nicaragua, Venezuela, Portugal y España. En 2014 fue invitado a presentar  “Noche de Juglaría, cinco poetas venezolanos” en Berna y Ginebra. Ese mismo año la Universidad de Carabobo, en Valencia, Venezuela, le otorgó la Orden Alejo Zuloaga Egusquiza en el Festival Internacional de Poesía de Valencia. En 2019 la ciudad de Salamanca le concedió el Diploma de Huésped Distinguido, en un acto celebrado en el Ayuntamiento y dentro de la programación del XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos. Reside en Nueva York junto a su esposa Gloria Quiñones Caraballo.

“ANDRÉS MORALES NO SÓLO ES UN POETA. ESTÁ CONDENADO A SER POETA”, POR EDDIE MORALES PIÑA Eddie Morales Piña (DE "ESPACIO REGIONAL, 2020)

 


En la poética de Morales, experimentamos como lectores/as lo que Barthes denominó el placer del texto: la creación, como una relación amorosa entre la obra y su lector/a. En “Oráculo”, Andrés Morales, aúna bajo esta denominación titular dos obras suyas anteriores.

Eddie Morales Piña. Crítico Literario.

Recientemente hemos recibido de nuestro amigo Andrés Morales (1962), poeta y académico de la Universidad de Chile, tres libros: dos son de su autoría; uno, relativo a ensayos; otro, a la poesía; mientras que el tercero, trata acerca de estudios, reseñas, notas y entrevistas sobre su escritura. En esta crónica haré una breve recensión sobre cada uno de estos textos. Para ello, buscaré un hilo conductor, una especie de urdimbre que conecte a estas obras. La palabra texto me sirve, puesto que etimológicamente proviene del latín textum que significa tejido. Todo texto, en consecuencia, es un entramado donde se aúnan continente y contenido. En los tres libros de Andrés Morales que he leído en un espacio muy acotado de tiempo, creo descubrir este hilo conductor que bien supo expresar el poeta Gonzalo Rojas en 1984 al escribir las palabras con que he titulado la crónica: el poeta Morales no sólo es poeta en su quehacer poietico, sino también en su calidad de maestro que enseña lo que es la literatura en el más prístino sentido de este concepto. Por otra parte, de los tres libros, hay dos que en sus portadas –los famosos paratextos-, indican la huella por donde hay que seguir: “La poesía como un dios. Estudios, reseñas, notas y entrevistas sobre la poesía de Andrés Morales” de Giovanni Astengo (Santiago: Piso Diez ediciones, 2018) y “Oráculo” (Santiago: Editorial Mago, 2019) tienen imágenes que remiten a la cultura clásica; mientras que “Poéticas en movimiento” (Santiago: Piso Diez ediciones, 2019) alude en su portada al poeta creacionista que sentenció que el poeta es un pequeño dios. En consecuencia, todo es poiesis como la consideró Platón en su diálogo “ION”.

En forma previa quiero dejar como testimonio que el nombre de Andrés Morales me era conocido, pues se trata de un prestigioso académico –más bien un catedrático- universitario. En 1997 me correspondió ser jurado del Primer Concurso Nacional de Poesía Ciudad de San Felipe. Recuerdo que a la oficina de la universidad playanchina donde ejercí, llegó una cantidad sorprendente de textos poéticos. He participado en varios certámenes de esta naturaleza, por tanto, no me agobié sino, por el contrario, disfruté las lecturas de las diversas poiesis. Hubo una que me llamó particularmente la atención y pasó a estar desde mi criterio estético en uno de los tres primeros lugares. Recuerdo que en ese jurado había dos premios nacionales: el poeta Miguel Arteche, en Literatura, y el profesor Ernesto Livacic, en Educación. Además, participaba mi ex colega de la universidad la Dra. Marcela Prado y un representante cultural de la Municipalidad de San Felipe. En el trayecto hacia esa ciudad comenté con Marcela que me había llamado poderosamente la atención un texto que se titulaba “Escenas del derrumbe de Occidente”. Pues bien, llegado el momento de deliberar, este trabajo quedó entre los primeros y cuando se abrieron los sobres donde se hallaban las autorías de los participantes resultó ser que su autor era el poeta y académico Andrés Morales Milohnic. La obra luego fue publicada por la Editorial Universitaria en 1998.

Giovanni Astengo (1972) es el editor –también es poeta- de la excelente antología de los textos críticos y de las entrevistas acerca de la obra de Morales. Este es un libro que es una especie de carta de navegación –sin duda que es una metáfora-, una cartografía para ingresar en el mundo poiético de Andrés Morales. La palabra poiesis –para el desocupado lector que lee estas líneas- significa simplemente creación tal como la concibió el diálogo platónico. La creación es la realizada por los poetas. El texto de Astengo da cuenta a través de los estudios, reseñas, notas y entrevistas del quehacer poético de Andrés Morales a lo largo de su transitar por el sendero de la poesía, pues está “condenado” a ella. Para muchos/as lectores/as serán iluminadoras las entrevistas para entender cómo concibe el acto poiético nuestro autor o cuáles son los poetas predilectos que lo han sorprendido y encantado en su devenir como creador, entre los cuales Vicente Huidobro tiene un lugar especial. El libro se complementa con un anexo que contiene el discurso de la incorporación del poeta a la Academia Chilena de la Lengua el 2008.

Poéticas en movimiento” alude en su mismo título a la urdimbre entre las obras que comento. La palabra principal nos conlleva a uno de los espacios –locus, lugar- que inaugurara en la Antigüedad clásica el Filósofo, Aristóteles, en su siempre leída y sorprendente Ars poeticae –en latín-: una obra donde se estudia precisamente el arte de la creación poética en los géneros literarios a los que se enfrentó el griego. A lo largo del tiempo, especialmente, cuando se rearticularon las preceptivas clásicas volvieron a resurgir, pero luego el concepto se amplió para significar el concepto, la función o el modo de representar la realidad en los diversos géneros. Vicente Huidobro, por ejemplo, en su poema “Arte poética” como que da la clave para entender su poiesis: el Creacionismo. El título de esta obra de Andrés Morales se complementa con una frase adjetiva: en movimiento. Las poéticas siempre han estado en el quehacer literario ya no como preceptiva o norma sino como cosmovisiones y aprehensiones del mundo. Se trata de un libro donde vemos al poeta en su menester -trabajo u oficio, como decían los medievales: un ministerium como especialista en literatura, especialmente en el género lírico. Como dije más arriba, ambos menesteres –la escritura poética y la escritura académica- se entrelazan en nuestro autor. Cuando uno lee estos ensayos, artículos, notas de lectura, reseñas y discursos, descubre al académico intuitivo que pesquisa en los detalles de un poema para dar cuenta de todo un ámbito creativo de un/a poeta ya sea de la escritura de la poesía española o de la hispanoamericana. El texto dedicado a Stella Díaz Varín es inolvidable, como lo es la poeta chilena, así como los que aluden a García Lorca o a Huidobro. La impronta pedagógica de Andrés Morales queda evidenciada en el ensayo dedicado a la poesía chilena de la segunda mitad del siglo XX, mientras que se nos revela la perspectiva emotiva al recordar sus ancestros croatas en la poesía chilena de ese origen. En definitiva, un texto imprescindible.

Por último, “Oráculo” es el libro de poemas que refrenda lo dicho por Gonzalo Rojas en el prólogo a “Soliloquio de Fuego” (1984). Andrés Morales está “condenado a ser poeta”, y a ser un poeta mayor. Dentro del espectro de la poesía chilena contemporánea, sin dudas, que ocupa un lugar destacadísimo. Sus “poéticas en movimiento” – a partir de “Por ínsulas extrañas” (1982) hasta ahora-, lo ha consolidado como una voz poética potente a las que el/la lector/a nunca quedará defraudado/a. Es por todos sabido que el lenguaje poético es una forma de ser que va más allá de la norma. Es por eso que las imágenes retóricas que vienen desde illo tempore tienden a ocultar el sentido de la escritura lírica. En el caso de Andrés Morales el lenguaje se transforma en un metalenguaje trabajado con aciertos estéticos y de gran profundidad en el modo como el hablante se plantea ante el objeto o los objetos deseados de la aprehensión lírica. En la poética de Morales, experimentamos como lectores/as lo que Barthes denominó el placer del texto: la creación, como una relación amorosa entre la obra y su lector/a. En “Oráculo”, Andrés Morales, aúna bajo esta denominación titular dos obras suyas anteriores. Estamos, por cierto, frente a una nueva obra, pues al volver a articularlos bajo un distinto nombre se constituyen en una nueva construcción poética mediante las voces comunicantes que había entre “Visión del oráculo” (1993) y “Los cantos de la Sibila” (2008). Entre ambos el/la hablante es el/ la vidente que mira, observa, lee el mundo y presagia un destino inevitable e insoslayable. En esta obra nueva el fenómeno de lo intertextual está dado sobre la base del lenguaje que nos revela –como dije- a un poeta mayor: “no yacerá en un libro como tantos. Volará, crecerá” (Gonzalo Rojas, dixit!).