I
“Su mirada, cansada de ver pasar
las rejas ya no retienen nada
más”.
Su
mirada, decías, la cansada, esa, la mirada
de
los derrotados, sí, de ver pasar el hoy, el ayer,
el
entonces, cansados de contarlos y lo digo una vez más,
cansados,
locos, preocupados del tal vez, de las treinta monedas,
pero
ciertos en esos ojos fieros que no nos quieren decir nada
y
nos hunde y atraviesa a cada uno
pero
así nos aleja medio muertos,
terminales,
desatados
en el cruel final.
(A Juan Antonio Huesbe)
II
“Cree que el mundo está hecho
de miles de rejas y, más allá
nada”.
Y
están lleno de rejas,
el
ciego, el mudo, el banquero,
la
esposa que aguarda la golpiza,
el
niño sin juguetes,
el
cielo que nos cae
y
el mar que nos encierra.
Lleno
de rejas, la cárcel del lenguaje,
lleno
de rejas, el hombre sin mujer,
lleno
de rejas, el enfermo ya sin cura.
La
pantera cierta, desvaída, cierta,
la
pantera llora acero y despedidas,
la
pantera muere un poco más por su mirada.
III
“Con su caminar blando, pasos
flexibles y fuertes,
gira en redondo en un círculo
estrecho”
Como
gira la luna quebrada de pena
y
los cipreses torcidos la miran soñar.
Como
si cada centímetro de su cuerpo negro
fuera
una montaña donde el mundo rueda.
No
haya compasión con estas rejas,
con
las rejas que aprisionan el silencio
y
con las rejas invisibles en el cuerpo,
y
en cada corazón.
Que
atraviese la cárcel y beba el agua del río,
que
coma sin cesar, que salte encima
de
todos los planetas.
No
haya compasión con nuestra vida estéril
mientras
gire la luna quebrada de pena.
IV
“Al igual que una danza de
fuerzas en torno a un centro
en el que, alerta, reside una
voluntad impotente”
Anoto
en mi agenda, en mis papeles rotos
el
paso de mis horas, de un tiempo que no existe.
Porque
la muerte cava su tumba en soledad,
la
tumba con amantes felices e insensatos
que
creen en un cielo libre de fantasmas.
Anoto
el movimiento, esa mirada clara
y
envejezco un poco y el miedo me derrumba.
Porque
mi ritmo es siempre una ciega voluntad
y
la pantera observa mi carne con pasión.
V
“Algunas veces, se alza el telón
de sus párpados,
mudo. Una imagen viaja hacia
dentro…”
Un
telón de campanas y de vientos.
Un
quebranto de mirada de párpados ajenos.
El
hombre que la observa
como
si fuera un triste Selk’nam.
Una
fuerza que quisiera romper el mundo entero.
Un
poema torpe, inútil, escarchado.
Unos
ojos que sienten (como César Vallejo)
sus
huesos rotos y el corazón en abandono.
Un
telón de campanas y de vientos.
(A Christián Formoso)
VI
“Recorre
la calma en tensión de sus miembros
y,
cuando cae en su corazón, se funde y desvanece”
Como el
mundo que olvida sus propias rejas
y, sin
calma, destroza y asesina su esqueleto,
sus
miembros, su corazón,
así
muere la pantera y muere el hombre,
muere el
gesto delicado y la fragilidad de la esperanza
su
condición animal y su destino
se funde
y desvanece.
Y se
pierde, pierde, pierde.