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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

domingo, 21 de octubre de 2007

ORÁCULO DE PATMOS, poema inédito de "Los Cantos de la Sibila" de Andrés Morales



Ha caído un ruiseñor en este puerto.

En un momento solo, un hálito de nieblas y mareas cubre oscuramente cada plaza, cada calle y avenida. Con pasos que rebuscan, cayendo o de rodillas, algunos hombres gritan, rezan o resuellan.

Nadie escuchará desde las nubes altas. Nadie ha contestado ni quiere responder.

El ruiseñor caído se estremece finalmente y ya no hay alegría, ni dioses, ni milagros que puedan regresarlo en su pureza exacta.

Mientras tanto, como una escena enferma, enceguecidos por el miedo, las gentes caen, tropiezan –desgarrados- y nada los consuela.

Encima de los montes, más allá de espacios sin mesura, los dioses juegan ebrios con sus dados. Apuestan por un mundo que al fin será feliz.

Cansados ya del ocio, en medio de sus cavilaciones, envían un gran cuervo al puerto enloquecido.

Los hombres se sorprenden y agradecen. Sus cantos son alegres otra vez y aquella noche, en esa noche espesa, una luz envilecida despunta agraz y fácil.

El cuervo abre sus alas y atrás una campana repica agudamente.


Los hombres se sonríen. La noche los complace.

Abren los mercados y zarpan grandes buques.

Los dioses se despiertan y observan el paisaje. Inquietos se deslumbran de aquella ciudad muerta.

Entonces, se preguntan, entonces la hermosura es carne o es estiércol, carroña solamente.

Y nada más la tierra y su cruel abecedario escribe un mar de guerras, de horrores, de desastres.

Un mundo sin belleza, sin cantos, sin mañanas.

Un mundo que desangra las vísceras de un cuervo.