Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA
PREMIO NACIONAL DE EDUCACIÓN DE COSTA RICA
La poesía es el alma de salvación del ser humano. Un ejercicio integral para ganar el universo en cada poema lanzado al mundo del espíritu. En ese sentido, cada poeta que vamos leyendo debe dejar una huella, un estremecimiento. Encontrarnos con la poesía del chileno Andrés Morales ha sido un disfrute, que he leído sobre la base de sus PUBLICACIONES ELECTRÓNICAS.La poesía chilena siempre me ha interesado, por esa razón, A lo largo de los años, he tenido la feliz oportunidad de establecer contacto cultural con numerosos escritores DE ESA NACIONALIDAD, saber: Alberto Baeza flores, prologuista de mi libro “URGENTE BÚSQUEDA”, Jaime Quezada, Javier Sepúlveda, Hugo montes, Jaime Serey, Matías Rafide, Alfonso Larrahona, Myriam Bustos Arratia, Enrique Margery Peña, Juan Duran Luzio, entre otros.
Andrés Morales nació en Santiago, Chile, en 1962. Es Licenciado en Literatura por la Universidad de Chile. Asimismo, Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Barcelona (España). Ha publicado dieciséis libros de poesía desde 1982 hasta la fecha, a saber: Por ínsulas extrañas, Soliloquio de fuego, Lázaro siempre llora, No el azar/Hors du hasard, Ejercicio del decir, Verbo, Vicio de belleza, Visión del oráculo, Romper los ojos, El arte de la guerra, Escenas del derrumbe de Occidente, Réquiem, Antología Personal, Memoria Muerta y Demonio de la nada.
Su obra poética se encuentra traducida a ocho idiomas y ha sido incluida en más de 40 antologías, tanto chilenas como extranjeras y en un gran número de revistas literarias. Ha sido distinguida con diferentes reconocimientos, tanto nacionales como internacionales, entre los que destaca el PREMIO PABLO NERUDA 2001. Actualmente, desarrolla su escritura poética, conjuntamente con sus clases de Literatura Española Clásica y Contemporánea y de Poesía Chilena en la Universidad de Chile, en Santiago. En 2007 Recibe el Primer Premio en el Concurso Internacional "La porte des poetes" de París y es incorporado en el 2007 como miembro en la Academia Chilena de la Lengua –el académico de menor edad hasta ahora-.
La página de Andrés Morales (Santiago de Chile, 1962) es un blog de apuntes abierto a todos aquellos interesados en la literatura y, en especial, en la poesía. Contiene poemas, artículos, notas, comentarios, críticas, reseñas, fotografías y, en general, todos los tópicos imaginables e inimaginables en torno a la poesía tanto chilena como universal, de todas las épocas y estilos.
En la poesía de Andrés Morales se manifiesta un fervor hacia la figura teocéntrica “El Dios que hizo al hombre y a este mundo”, es decir, hay un acento de fe, de creencia integral. A pesar de ello, plantea un reclamo interior “El dios que me protege está cansado”. Pero en un mundo que descree, es básico el mástil de la esperanza en un Dios rehumanizado, a partir de nuestra propia instancia, esa figura subyace en este mapa escritural.
En su espacio lírico, el hablante increpa “Jamás de los castigos por las cenizas mudas: /el precipicio amargo del despeñado en culpa”. En estos versos campea una dicotomía entre la ceniza y la culpa. Entre lo inacabado, lo concluido y simbólico de la ceniza como entre la culpa, inherente al esquema ideológico del ser humano.
Sin embargo, el hablante es consciente de que el temor es una parte consustancial del quehacer terrestre, por ello, su voz quiere desatarse de las quejas “libérame del miedo al rayo que somete”. Y, nuevamente, surge el rayo con su simbología de elemento destructivo, que carga con una alta cuota semántica de inutilización.
Establece, por otra parte, un comportamiento triádico “así lo que se ahoga detrás de las palabras / y ver en la ceguera. Y ver en la ceguera”. Ante ese panorama, la palabra sale fortalecida, porque es salvación, no se ahoga. La palabra tiene la capacidad de ver, inclusive, en la ceguedad. La palabra es un poder indetenible. En el arte poética de Andrés Morales, incursiona en los misterios de las propias palabras, en su deslumbramiento y, desde ahí, despliega sus propios campos semánticos y semióticos, para irse descubriendo, esto es, para hacerse leer, para dejarse escuchar.
En la poesía del autor chileno hay construcciones de antología “la memoria muerde como una bestia atada”. Es una especie de constante su direccionalidad bisémica, donde “la única verdad es la que nos desmiente”. Esa actitud implica un desdoblamiento de cuadros actanciales, como sujeto y predicado líricos, por ello “la historia no quisiera recortada/ al tiempo reescribirlo en la derrota”.
Ese espíritu de rotundidad es una estría en la ajenidad de todos “nada, ni el aire, ni un poema: / Todos íbamos directo al matadero”. En mi criterio, el final de este verso es una especie de sistema recolectivo. Su alcance es un misil semántico. Es una especie de lucha intrínseca con la palabra. Acaso nos salva la palabra. Es posible. La palabra es la palabra. Siempre es ella, la necesaria, porque como sentenciaba Sófocles “Decir una palabra será decirlo todo”.
El cuadro fantasmagórico de un orbe en guerra desde su misma existencia es un tópico de gran profundidad expresiva que Andrés Morales encara con honestidad “los ojos, estos ojos, están cansados siempre/ de ver y de no ver, de tanto horror”. El planeta alcanza la hiperbólica cifra de 14.000 guerras, donde la desolación, el canibalismo y la muerte han tenido expresiones de negación de la calidad humana. Y no qué decir de los genocidios y toda la barbarie humana que nos asedia.
En otro verso el yo lírico aduce “es mejor callar/ soñando con sus piedras/ de un mar y de una isla”, donde los elementos de la liquidez se convierten en un vector semiótico que equipara las lágrimas con el mar, sin embargo, es un “callar soñando con sus piedras”, donde la conversión lírica gana en profundidad estética.
El autor chileno incorpora el mar como sujeto lírico en varios de sus poemas. “El mar es traidor: es otro el mar que rompe. / Mejor abandonarse, abandonarse entero”. Marañón expresaba una verdad “quien no conoce el mar tiene algo de huérfano”. Ante el mar se ahonda nuestra pequeñez, se agranda el universo, la naturaleza es imponente, se acallan las grandezas inauténticas de la humanidad, producto de la parafernalia inútil.
La fineza lírica de Andrés Morales le permite poetizar en profundidad “Contiene el mar la sombra de tus labios/ y el límite de piedra de tus ojos”. La secuencia de elementos nominales, bien escogidos, enhebran un tejido poético de gran calidad artística, cuyo mérito radica en los niveles de sugerencia expresiva, donde “tantas veces nos quedamos sin hablar”. El logocentrismo, entonces, se queda corto, muchas veces, ante las más hondas condiciones del ser humano raigal.
El hablante construye unas figuras donde lo inanimado se humaniza y esa cualidad le confiere una exégesis de misterio “La puerta que se abre entre los muros (…) / no quiere ver al fin de tanta espera”. Es uno de sus rasgos estilísticos esenciales, que entrega a su poesía, con gran ventaja, una delicadeza constructiva, porque “el hombre que come palomas (…)/ adivinó el secreto del odio secreto”. El nivel de sugerencia y plasticidad en las imágenes es otro de los aciertos en el orbe lírico del autor sudamericano.
En otros ámbitos, incorpora la fugacidad como un escudo ante el tránsito terrestre “que sea solo un gesto de silencio, / un leve parpadear, un sueño extraño”. Ese espacio se focaliza en un devenir, como una manera de auscultar en los índices recónditos “partir a un viaje sin regreso/ desentrañando el agua en la larga travesía”. Inicio y fin, encuentro y desencuentro. Para nosotros, la travesía es una extensión del agua, como un sueño dormido entre las olas del fuego.
El hablante aborda su presencia en la casa de esta aldea global de la que formamos parte. Apela, en lo más hondo, hacia una desnudez holística “El mundo es un desnudo donde es mejor perderse/ entero y en su pena abrir los dedos llenos”. Nuevamente, el estro poético de Morales gana en intensidad y delicadeza, sin olvidar, como lo ha venido sosteniendo en su discurso lírico, la importancia y la validez de la palabra, como arma espiritual “en el murmullo insomne, / habrás cruzado el cielo con tu palabra sola”.
“Todo se derrumbe encima de tus sueños/ Noche que no hiere, agua que no ahoga, / la piedra te recuerda en su futuro incierto/ alguien cae sin cesar, en todas partes”. El planteamiento ideológico de estas imágenes en la poesía de Andrés Morales establece una actitud solidaria y central. Alguien, así, inespecífico, porque puede ser cualquiera, en algún sitio del planeta: cae. La caída nos afecta a todos, porque la maledicencia se enquista en las mejores actitudes humanas, en cada momento vital.
La caída es, sin duda, la entronización de “un mundo sin belleza, sin cantos, sin mañanas”. No nos imaginamos el mundo sin la poesía, sin el universo-logo que posibilita la fe y la esperanza hacia estadios mejores. A pesar de ello “Cae el sol, la luna: el mar se hunde entero”. Sin embargo, ante ese cuadro pantagruélico el ser humano apela, aunque sea, a “Sólo un gesto ciego/ o mudo de tus ojos”.
En el orbe lírico de Andrés Morales hay un cuadro de planteamientos solidarios frente al ser solitario que somos “entero me desierto, / me agrieto, me desangro/por una sola voz”. Y como seres en incompletitud, el hablante apela hacia esas rutas de incertidumbre, pero lo hace, con cordura, consciente de que su plano terrenal es una travesía finita, donde solo vamos recibiendo señales de adelantamientos, por ello, “Sueño en esa voz. / En ese mar cabalgo”, o bien, “el aire que respiro y no sé adonde/ acaba de morir”. Inicio-final; vida-muerte. El dos como posibilidad de quién soy o quién quiero ser.
En ese marco de producción lírica, la obra de Andrés Morales, riguroso poeta, escritor, catedrático y académico de Chile, ha sido un feliz encuentro en mis lecturas poéticas electrónicas. Su universo es amplio en el registro temático y sus nudos de significación tejen abordajes inherentes a la condición humana esencial. No por ello, el poeta santiaguino deja de mostrar un dístico punzante “un payaso ordena el mundo entre sus dedos/el circo se disfraza, la patria se desnuda”. La variada enumeración de los sintagmas contienen un discurso que se abre, dispuesto a todas las composiciones y recomposiciones de un mundo con insania, pero que su voz y talento, rodean de una fina belleza, con todos los elementos para ver por el ojo del precipicio, quitándose la ceguera que muerde el mar en sus adentros de sol. Enhorabuena, Andrés Morales, desde la poesía y la confraternidad de tu palabra sin horario.