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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

jueves, 23 de junio de 2011

POEMAS DE ROGER SANTIVÁÑEZ (PERÚ)






SEA ISLE

1

Manto verde o pardo iluminado pes
Puntean fugaces chicharras diamantes
Levísimas ondas mueren de brillor ol

Vidan su rizo platino desaparecido otra
Vez resaltan & se esconden piel fragante
Encima del díscolo e inmenso inestable

Dios helado cuyo son ritma sin cesar
Mancha inusitada pleno nerviosismo có
Mo se mueve tu perfecto balanceo no

Se inquieta nunca tu inquietud & sigue
La enorme cantidad en movimiento pla
Neando novísimas crestas que revientan

Sobre niñas doradas dulcemente sacu
Didas por tus blancos bucles stelares
Súbitamente solos en el écran de

Las nubes al fondo en fila donde el
Sol estila su divina materia dibujar
Ofrece una canción la brisa azul


2

Never la luz se puso al mediodía
Como hoy del mar sintió el clamor
De una belleza tan real impresa

En la resaca de un tumulto an
Cestral ingrávido prendido a las
Estrellas dormidas todavía si

Nuosas en su cielo ampayado de
Todos modos por las sabias orillas
Mojadas & desnudas tras el aire

Blandido suavemente revoltijo que
Se desata en mi corazón & lo hace llorar


3

Seda sonora silencio sólo sale
De ti en la oquedad de las olas
Una tras otra tersura tierna

Que en su fresco resonar admite
Voces apagadas un susurro del
Viento colmado de belleza femenina

Palabras inventadas por marea
Franca & la gaviota caminando
Solita en los concéntricos bordes

Se decide a volar & es hermosa
Sobre espumas serranas en su
Cumbre o en un velero que se va

Se va yendo se pierde en el
Cuadrado horizonte lo retumba
El fino atardecer lo va matando


4

Hi! Me dijo una sirena niña
Echada en su tabla roja deslizán
Dose sonriente on the silk-screen

O trastocada por el refrescante dulzor
Hasta la húmeda arena perfectamente
Impresa tu silueta forma de un racimo ciprés

Nadie como tú para ser dibujada en el poema
Bañada por la verde transparencia recuerdo de
Pamela dejándose la trusa metida en el misterio

Redondo como el mundo en que agonizo
Mirando el pulcro reflejo en tus hombros
Del sol que sin roche te acaricia

Inolvidable sinrazón marcando oleajes
De ternura desasida íntimo deseo
Perdido en la tristeza del ardiente mediodía


5

En la luz blanca del mareo final
La niña bate su cuerpo en el estruendo
Cimbrea el cielo bajo tiempo intocado

Gaviotas flotantes dormidas en tus hombros
Cristales fijados rielan la cadencia trobar-clus
De tus cejas delineadas en tu rostro de nube

Un bote solitario que se halla por la playa nos
Adentra en las líquidas fauces del mar sediento
Tendida en el petate de mi sola fantasía

Hay conchitas rotas a millares en la orilla
Igual que murmullos recortados por el viento
La flor desnuda abriga su vacío desolado

& de todos modos canta sombra sin sol
Que en el silencio un pálpito invisible
Hacia purísimos riesgos permanece



[Isla del Mar, New Jersey shore. Summer, 2010]




Estudio de Unos Labios


Gaviota horizontal a lo Man Ray
Tenían vida sola su propio
Sino eran de luz sobre la noche
De mesa agitan hoy mi poesía
Caramel creando un divino ritmo
Temprana avemaría revolotea
En su forma recordada & es
Máquina blanda de tus frases
Humorosas cual estreno en
Pincelada frágil fragante frati
Cida no nostalgia que palpita
Y  pita cerrada hasta los
Aros aromados o es el carmesí
Que no me alcanzará y eso
Me entristece centro de tu rostro
Enmielada tentación o tersura
Que no toco pero puedo estar
Preso original virgen virginal
Una especie de saludo oprime
El pecho solitario humedecido
En esa fresa medida del poema
Medita suspiro estación des
Hecha hay algo bello & desolado
En cantar la visión de dos horas
     Para siempre grabadas





Grifalta


Ansiosa periquilla niña sutil
Emboscada vez que extrañas
Marimba en tus contornos
Ritornello fugaz azás oculta
Bajo orégano su yerba mentida
Asalta corazones burlados sin
Piedad sin asco vocifera matinal
Alada al lado del quemado edredón
Querubín indígena victorioso te
Salva atento amoroso americano
Mas tú siempre vuelves al desgaste
& otra vuelta nada en la cajita
                     De lata


Tamales Calientes


Una amada lejana aproximándose
Abraza antiguas imágenes perdidas
Queridas amantes anacrónicas
Alegrarían a las muertas visiones
Canciones escuchadas al volver
La vista atrás trazando vértigos
Vírgenes genéticamente puras pitas
Pallas donde vayas hay agallas
Galladas diluidas irrecuperables
Allá por las rimeñas riñas de
Faites flacuchentos frecuentes al
Frescor de la noche malsana
Catana que un raya te dio
Inolvidable encanto del amanecer
Celaje del patrullero celador
O el grito de un pregón moreno
Voluptuosa curva bajo la bóveda
Líquida luz de tu lucero súbitamente
                   Aparecido


Centro de Lima


Anticuchera abofetea mis labios proferidos
Mientras suben las nubes exquisitas tras
Bambalinas lindas de anilina en el Paseo
La pileta con sus ninos calatos todaviíza
El verano oquendiano & la calor de nina
Del  Villa María me sorprende esperándome
Preciosa huída de las gordas columnas
De la Justicia almirabada bajo máscaras
Andinas donde nadie recuerda su pasado
Ver si  los corderos fueron ya sacrificados
Nocturna umbría selva del pastel azafranado
Pelo rubio que caía sobre pubis machigüenga


[Café Zorba, the Greek . Princeton, New Jersey . Fall 2008.]

Astrea en Lima*

1

La muchacha viste blue-jean y casaca de cuero negra. Es delgada como brizna de hierba. De pie ante mi soledad, sonríe. Sus lentes plateados son azules. Deambula en el paradero. No tiene destino fijo. Tampoco un nombre. El viento del atardecer golpea levemente su rostro. Revolotean sus inquietos cabellos rebeldes. Prosigo tomando mi cerveza. Es posible que se acerque. De pronto camina directamente hasta la primera mesa del bar. Se inclina y sin decir palabra me estampa un beso suavísimo en la frente. ¿Quién será? me pregunto ensimismado. La he visto durante una hora esperar lo inesperado. Ningún microbús o combi son abordados por ella. Quizá se ha intrigado por mi insistente contemplación solitaria. Ahora está sentada a mi costado. No la conozco, ni quiero conocerla. Sólo deseaba mirarla. El hechizo de su enigmática presencia está por romperse. Pero yo lo impido. Le he puesto la mano derecha en los labios en el instante en que intentó hablarme. Es tan bella que su silencio me permite la dicha. Alisa su pelo largo y sonríe. Coge mi vaso de cerveza y bebe un sorbo. De pronto y sin que nadie se percate, abre los botones azules de su blusa. Puedo ver entonces la zona interior de su pecho terso. Un ramalazo de sensualidad me recorre la espina dorsal. Observo la paz del bar mientras empiezan a encenderse las primeras luces del crepúsculo. Debo bautizarla, ponerle un nombre para seguir esta historia. Le propongo Astrea y ella hace un gesto de divina indiferencia. Le digo que el tiempo es lo mejor que nos puede suceder. Por toda respuesta obtengo una difícil luminosidad en sus ojos. Trato de captar el brillo de sus pupilas en mi trazo. Súbitamente niega su existencia. Afirma ser virtual, una idea creada por la literatura. Alguien inaprensible para mis manos transparentes. Recuerda su primera comunión y saca una hostia de su copón sagrado. Es increíble su aparición sacrílega. Comulgo con ella. Me invita a orar, pero yo soy ateo. Entonces saca de su bolso un perfume de almizcle. Me insta a tocarle un pezón. Lo hago sólo con el pulgar y el índice. Cierra los ojos. Vuela por ignotos paralelos. Regresa. Agradezco su alegría pacífica como el remanso de un río o la desesperación es una playa. Admito mi ignorancia con respecto a sus caderas. Me plantea el baño. Acepto jubiloso. Dejamos la mesa y avanzo callado tras ella.
El recinto es estrecho pero suficiente. Baja sinuosamente su blue-jean. Siento una energía inteligente. Miro la forma perfecta de sus líneas. No tengo otra alternativa y entro en ella como una exhalación. Experimento una húmeda intimidad virginal. El mundo se mueve como el mar. Ondulan las olas de la realidad y la brisa de su alma plasma esta canción. Su música está saciada. Sabemos que Dios se ha impuesto entre nosotros, al menos eso es lo que ella me asegura. Yo le prometo que sí. Nadie ha interferido el acto de amor. Salimos. El bar está tranquilo. Un ambiente fanal decora el cielo raso. Ningún conocido. La miseria empieza más allá de las ventanas. Las bocinas. El odio. Admiro su trote al desplazarse entre las mesas vacías y el mostrador. Alberga infinita ilusión. Acerca su silla a la mía. Otra vez estamos en la mesa inicial. La botella de cerveza esta casi vacía. Decido pedir otra y ella asiente con la cabeza. Su cabellera ha cobrado vivísima intensidad. Por fin me atrevo a acariciar su barbilla. Ya es de noche y en el bar resuena una antigua melodía. Ella reconoce el tema y me habla de sus amores adolescentes. No es necesario. Con un mohín de su dulzura arregla el impasse. Celebramos el encuentro y juramos que éste será nuestro bar. Suavemente junta su boca a la mía y deposita su corazón en mi antebrazo. Ha llegado la segunda cerveza. Aplicamos. La frescura de la noche nos circunda con sus estrellas impalpables, mas estar con ella semeja condición celeste. El ritmo de sus sonrisas adquiere cierto frenesí al proponerle irnos al Averno. Sólo lo conoce por referencias. Pero todavía hay que esperar. Las puertas del lugar se abren más tarde. La ciudad se presenta oscuramente iluminada por el resplandor del mercurio y los parpadeos del neón. Los transeúntes apuran su paso por orinadas calles y semáforos deteriorados. De todos modos es hermosa Lima con su negrura y fealdad. Por algo Moro la llamó horrible —con ternura—. Los primeros parroquianos penetran el bar y su intonsa bulla nos agrede. Ya no queremos estar allí. Fue el sitio ideal hasta que fue solamente nuestro. Vagaremos por el centro hasta que abra el Averno.


2


La muchacha camina con un ritmo extraordinario. Sus zuecos relievan la coquetería de cada paso. Es como si estuviera en el aire, una ondulación célica. Voy detrás de ella sólo para verla de espaldas retumbando La Colmena. Astrea —así quedó bautizada— nunca ha caminado entre el maremágnum de ambulantes y la india muchedumbre. Es la primera vez que visita el Cercado. Mejor es no saber de qué distrito viene, ni conocer las pequeñas historias de su barrio. Prefiero verla como a una recién nacida. De pronto no sé cómo ha hecho pero ya está dándole la comunión a unos pirañitas que se han levantado de su sueño al descubrirla —como una Madona— en medio del tráfago callejero. Recordé su copón. ¿De dónde lo habría sacado? ¿De qué iglesia? ¿Sería amiga o pariente de algún sacerdote o sacristán? Todo esto ocupaba mi mente cuando debo intervenir: los pirañitas abusando de su confianza la han tumbado sobre las losetas y pretenden quitarle la blusa. No sé cómo he logrado espantarlos. Astrea está feliz, recogiendo las formas del sardinel para guardarlas cuidadosamente en el copón.
Seguimos deambulando hasta el puente Santa Rosa donde la muchacha en un arranque lanza el copón a las rápidas torrentadas del río. No la entiendo, pero su expresión de felicidad es contagiante. Una ráfaga de liberación campea entre los baldíos de la noche. Decido llevarla a mi antiguo barrio. Malambo se abre para nosotros como una jaula con las fieras más tiernas mostrándonos sus cuchillos de acero. Toda especie de lumpen intenta conminarnos, pero yo conozco estas calles y conduzco a la bella esquivando los problemas, ganándole la moral a los faites. Van siendo superados y se quedan en la puerta de sus llonjas —en collera— comentando mi osadía y la impecable silueta de Astrea.


* * *


* Avance de Los anteojos ahumadosnouvelle en preparación.



SEIS

CAPRICHO RIMADO

La tarde azul de mi extraño corazón
No sobrevivirá la pústula sí
Y en que vano sol tu fresco berbiquí
Se abre como flor bellísima pon

La rareza en el poema dudo
Que nos consuele la memoria triste
De cualquier forma tú estás desnudo
Por si acaso con la lluvia insiste

Debes avanzar en la cerretera
No morir de pena sino de kung fú
Ya sabes la línea es clara y tú
Corres sin descanso por la frontera

Santa Isabel, Piura, Año Domini 1999.



LAS PERSIANAS
Nuestros padres vinieron desde lejos
atravesaron valles, arenales, sembríos rezumando a caña
limpias praderas de arroz, puentes metálicos
y por fin se establecieron en el desierto más vasto que encontraron
Habían abandonado la metrópoli, el silencio de los dioses
marcharon sobrios y fecundos a la busca de un país,
un lado de la tierra en que las lluvias fueran buenas
Así conocieron la canícula y el polvo de una década
sus noches fueron la brillantez del sueño más hermoso
sobre los débiles focos de una ciudad incipiente

Mis hermanos no eran aún adolescentes
y el lugar duraba lo que una vuelta en bicicleta
sus plazuelas solitarias deshojando tamarindos
viejos algarrobos que sólo conocían las iguanas
barrios impecables y pequeños, familias enteras
tomando el fresco a la puerta de la calle
Oh noches del verano como muchachas de éter
tiempo de lluvias salvajes, oh mi aldea
y recuerdo a la gente apostada sobre el Puente Nuevo
midiendo el terror de una posible inundación
el caudal abrumador del río que enfurecía cada siete años
y los primeros avisos luminosos reflejaban
su eléctrico esplendor sobre las aguas
Pueblo mío, infancia, estadio irresponsable
la belleza de los padres como un dulce manto
esa soledad al terminar la vermouth
o al quedarme solo en las aglomeraciones
Oh locura de correr por mis calles, mi adorable geometría
Que creí, adónde ir a buscar un calmante para mi muerte
Adónde ir, papá, mamá hermanos, dónde.
SOLEDADES
PIURA II

Apareció bajo el umbral de mi puerta
¿Te esperé meses, años, libros, conversaciones?
Un encuentro en la perra ciudad
era un buen pretexto par tornar una cerveza
Y me contó de una triste hembrita de cabellos oscuros
era como la novela que estaba escribiendo
era como el silencio cerrado
No he hablado con nadie en meses – me dijo
Aquí no hay nada –
y tomamos cerveza sin cesar
Y es terrible se piensa mucho en la muerte,
Fui maestro en un pueblito del desierto-
Ahora terminad la licencia
encuentro sabiduría en sus movimientos
y en nuestras vidas adónde irán parar
Odio minuciosamente las calles de esta ciudad - me dice
y entonces nos levantamos. En el bar, amanece


EN EL TIEMPO
                                                                           in memoriam Luis Hernández


No lo conocí.
Se que destruyó sus músculos
sus jardines.
Tuvo la soledad de un ciclista.
La risa como un manantial.

Tal vez su único odio
Fuera su bondad. No lo sabemos.
(Ellos dijeron que estaba enfermo)
Durmió solo en su hotel.

En su paz partió de una esquina
al encuentro de un disfraz
para ser acaso el mar suave, el gentío
o el finísimo desierto.




CONVERSACIÓN CON MI PADRE EN SU LECHO DE ENFERMO

Ahora tal vez la muerte no sea una bella palabra.
Tus ojos negros me miran, se aferran suavemente
a un hilo de vida, al silencio de tus labios
en el que leo mi nombre pronunciado con amor y
una flecha de soledad disparada al mundo,
a esta hora de la tarde en que me encuentro
solo contigo y comprendo que el oxígeno,
el suero, las agujas rompiendo tus dulces venas
son también los días reunidos
en que paseábamos bajo los algarrobos frente
al Mercado Viejo, una manzana de sol dorando
la belleza de tus gentes/ Piura
Viento de la seis besa el corazón de Aníbal
como el besó la tierra caliente, llámalo
hacia la vida, recuérdale a las muchachas
cuerpo – cántaro de agua fresca, dile que tú
has superado todos los controles del hospital
haciendo el amor a enfermeras irascibles
y que ahora estás acariciando su cabello lacio
aunque él no pueda darse cuenta y duerma dominado
por l fiebre y la diabetes / ¿Cómo habrá pasado
la noche? En este último verso del poema
sé que parto al hospital y voy a reemplazar al viento.


ESCRITO EN LA OFICINA

Para escribir un poema
sentado en la oficina
Qué hacer
revisando archivos, fichas, soledades
de papel membretado y pelikanol

“Sí, Buenos Días”
“De parte de quién?”
Canción que fue a perderse
por los hilos telefónicos, aullido de perro
en la vecindad

Esto es para llorrar
y no hay ningún consuelo
entre papeles quemados en mi memoria
y tableteo de metralletas en las zonas liberadas

La canción queda varada por las innombradas
calles, por las innombradas y silenciosas avenidas
iluminadas amplias autopistas en la noche neón
y mercurio sombras de neblina rocío de los
cuerpos en el frío y la aproximación de la
madrugada
Oh qué hacer
Los buses cansados se pierden en la distancia
y no hay nada que se parezca a la vida ni
a la muerte nada que merezca ser
recordado ni escrito ni cantado
entonces qué canto aquí en mi canto
sino el vacío de las paginas en blanco
los próximos poemas un juego inútil sensitivo
para tocar como el viento urbano
la falda de las muchachas
y ya no habrá manera de recordar un amor
de estampar el silencio en la mañana de Junio
diosa de la belleza
de los deseos y las apariencias inesperadas

el tableteo de las máquinas calculadoras
obsede mi suave esparcimiento solitario
el olor a tinta fresca en la pituitria
me recuerda mi nombre mi oficio
mi silencio de fiera repentina
pero
quién será qué será
en estos días cuello de botella

la ciudad es una concha gigantesca la bahía
un mar que la golpea sin misericordia ni
crueldad
y yo la veo caminar bajo los arboles
hacia la cita con su amante
compacto el frío en las casacas ajustadas
pero qué sola se ve una flor
en su maceta
entre 2 muros y el parquet
)de nada para nadie en el hueco del amor(
la flor se tiende sobre mí
y acaricia la sombra de luz
en las baldosas y se deja remecer
por el aire tibio que acaso llega
desde dónde no sé
sino que al salir me esperan
las amplias avenidas silenciosas con semáforos
y soledades de asiento roto en microbuses
al trote de un caballo

la ciudad se extiende como una peste
o un maldición
y los relojes se acercan a las 12 m
al viento muerto que respiro
como cáncer de monóxido

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