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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

martes, 27 de marzo de 2018

PRESENTACIÓN DE VICENTE GARCÍA-HUIDOBRO DE LA EDICIÓN FRANCESA DE “ALTAZOR” BILINGÜE FRANCÉS/ESPAÑOL








Señoras y señores, amigas y amigos:


Este es un momento de gran emoción, porque hablamos de Altazor, para muchos, la obra más emblemática de Vicente Huidobro-, y porque hablamos de una versión bilingüe español/francés, de una lengua, de un país al que Huidobro amó y admiró.

Pero, para la Fundación y para quien les habla, éste libro es más que un libro: es un testimonio de la admiración que Andrés Morales siente por Huidobro, y también un acto de inmensa generosidad, que lo llevó a impulsar y financiar con recursos propios su edición. Un fuerte aplauso para él. Mis reconocimiento también a Patricio García por su inspirada traducción de Altazor, un poema nada fácil de traducir.

Como se sabe, la vanguar­dia parisina la hicieron casi mayoritariamenteunos cuantos extranjeros. El hecho es que ni Apollinaire, ni Tristón Izara, ni Picasso ni Juan Gris, ni Diaghilev ni Hans Arp, ni Brancusi ni Jacques Lipchitz, ni Le Corbusier ni Man Ray, ni Modigliani ni Max Ernst, ni Huidobro por citar tan sólo algunos creadores de primera fila habían nacido en Francia. El hecho también, y hay que reconocerlo, es que estos creado­res no hubieran llegado a ser lo que fueron de no existir esa ciudad. París, que fue el lugar de encuentro, escenario, y catalizador que posibilitó la osmosis entre todos ellos.

En la década de los 80, René de Costa, escritor, profesor e investigador norteamericano, de la Universidad de Chicago, escribe: “Dentro del panorama cultural del París de los años 20, la figura de Vicente Huidobro ocupa un papel preponderante. Su amistad con Juan Gris, con Picasso y con Lipchitz, le permite penetrar desde el comienzo de su estancia en la capital francesa en el núcleo de la vanguardia. Su personalidad creadora en constante evolución le hace estar desde el principio en la vanguardia de la vanguardia.
 “¿Qué hacía posible esto?” se pregunta, y se responde: … el talento. Huidobro estaba dotado de una fuerza creativa extraordinaria y de una no menos extraordinaria habilidad para anticipar lo nuevo, para estar siempre en la línea de fuego. Y, por eso, desde el comienzo estuvo en la vanguardia de la vanguardia”.
En Paris, Huidobro es reconocido, acogido y apoyado.  En 1917, Apollinaire le busca un lugar dónde vivir, Reverdy le escribe: “A mon cher ami, le poete Vicente Huidobro. Nos efforts paralléles se sont reencontrés”; y, Max Jacob, le dedica un libro, con estas palabras tan reveladoras como elogiosas:
“Au poete Vicent Huidobro, qui a inventé la poesíe moderne sans conaitre les resultats de léffort europeen et dont la place etait (o etaint) marque davance parmi nous” (al poeta Vicente Huidobro que ha inventado la poesía moderna sin conocer los resultados del esfuerzo europeo, y cuyo sitio entre nosotros ya estaba señalado”.
Estas palabras se conocieron muchos años después de la muerte Huidobro, en una de las revisiones del Archivo de la Fundación.
Tres décadas más tarde, Eugenio Carmona, escritor, especialista español en las vanguardias históricas, académico de la Universidad de Málaga, miembro de la Comisión Ejecutiva del Museo Picasso de Málaga, y miembro del Patronato del Museo Reina Sofía, en su ensayo del año 2012,  “Experiencias y narraciones de lo moderno”, dice:
“Existe la idea que llega Huidobro a Europa y quiere conocerlos a todos. En cambio, yo creo que cuando habla en París (1916) todos quieren atraerlo hacia sí…  El creador chileno atrae incluso a personalidades opuestas… La teoría poética de Huidobro insufló a todos los supervivientes y nuevos adeptos del Cubismo, pero también lo demanda el enemigo: Dadá, Tzara y Picabia, cansados del esteticismo de Apollinaire, descubren a Huidobro, cuya poesía no es para ser recitada, sino para ser vista. Y los Delaunay, que son la internacional vanguardista, también quieren que esté con ellos”.
“Entre 1917 y 1923, lo que estaba en juego era una auténtica refundación de la experiencia vanguardista interrumpida por la guerra. Y Huidobro fue agente activo de primer orden, un agente decisivo, en dicha refundación, logrando situar una imprescindible voluntad afirmativa en un contexto que había corrido el riesgo de diluirse”. 
Como dije, es en París, donde Huidobro encuentra el ambiente que le impulsa a ir siempre un poco más allá. Y lo cierto es que a lo largo de su vida parece haberlo intentado todo. Hizo novela, poesía, ensayos, poemas-pintados, teatro, guiones cinematográficos, periodismo, crítica de arte, coleccionista de arte africano; participó en la guerra civil española, fue corresponsal de guerra en Francia durante la segunda guerra mundial e, incluso, se presentó como candidato presi­dencial en Chile.
También, es en Paris, dónde incursiona en muy diversas áreas: les ballets ruses, poemas pintados, "poéme-robe" con Sonia Delaunay, donde la modelo Geneviéve Domec, se encargó de presentar el primer modelo: una blusa sobre la cual estaba bordado un verso de Huidobro: "Petite chanson pour abriter le coeur”.
En ocasiones, también una activa vida social cultural. Como recuerda Simone de Beauvoir, en “La Plenitud de la Vida”: “Con frecuencia me iba a reuniones nocturnas en el café de la esquina del bulevar Raspail y de la calle Edgard Quinet. Estaban el pintor Robert Delauney y su mujer Sonia, el músico de vanguardia Várese, el poeta Vicente Huidobro; a veces, Blaise Cendrars hacía una aparición… Pasábamos las noches vituperando contra la tontería humana, contra la podredumbre de la sociedad, contra el arte y la literatura de moda. Alguien sugirió que alquiláramos la torre Eiffel para escribir en letras de fuego la palabra: "¡Mierda!”
Incluso en los momentos más duros de la Segunda Guerra Mundial, en los momentos en que debía viajar del frente a Paris, y de París al frente Huidobro, mientras se desempeña como corresponsal de guerra en el ejército francés, junto a su amigo el General De Lattre de Tassigny, Huidobro frecuenta a sus amigos, como le escribe al pintor chileno y amigo Luis Vargas Rozas el 2 de abril de 1945: «veo a los amigos de siempre y algunos nuevos. Veo a Picasso, a Malraux, a Eluard, a Champon, a Prevert, a Fernández, a Petite Van Doesburg. Hans Arp llegará esta semana y le veré a mi vuelta de Berlin. París está oscuro, es difícil verse con los amigos, no hay medio de locomoción fuera del Metro, que no se detiene sino en algunas estaciones. No hay nada, pero hay alma, buena amistad, inteligencia, profundidad, seriedad, trabajo y grandes esperanzas».
 En fin, nuestro poeta, un hombre que aún en la muerte fue precoz. La suya llegó en 1948, poco antes de que cumpliera los 55 años. La causa inmediata fue un derrame cerebral, complicado por las secuelas de una herida que recibiera durante la segunda guerra mundial, mientras ejercía labores de corresponsal de guerra en el ejército francés, junto al General De Lattre de Tassigny. Fue condecorado por Francia con la cruz de guerra, y con la Insigne des blessés militaires.
Al momento de su muerte, había publicado quince libros de poesía, seis novelas, dos piezas teatrales, cinco colecciones de ensayos e innumerables artículos que señalan sus incursiones en múltiples oficios ya mencionados.  

En perspectiva, tal vez, el elemento constante en la compleja vida y obra de Huidobro son los múltiples virajes y la ferocidad con que siempre defendió la coherencia de su pensamiento a medida que iba evolucionando. Esto es lo que le hace constituirse en paradigma del espíritu de la vanguardia. Y, en las últimas décadas, cuando todo el mundo de la cultura ha revisado y recuperado las creaciones de los años 20, utilizándolas como fuente de inspira­ción, demostrando que pese a los años transcurridos todavía la vanguardia histórica está vigente, y que Vicente Huidobro sigue en vanguardia.
Sin duda, la opinión más gráfica al respecto, es la del poeta español Salvador Quinteros, en un banquete en homenaje que le organizara con García Lorca en Madrid, en febrero de 1931, cuando dice: “Vicente Huidobro significa una invitación a la marcha infinita; es imposible descansar junto a él, sentarse junto a él, porque apenas habéis pestañado cuando ya está lejos de vosotros y se pierde en el horizonte”.
Como es natural, cuando las metas y propósitos cambian tan frecuentemente, ni los más ardientes y devotos discípulos pueden sostenerse en su fe. En ocasiones, hasta la simple amistad se dificulta. Como dice Neruda: “… es oscura la tierra para los descubridores verdaderos...: todos queremos ser cómplices de la multitud”.


     Vicente García-                  Huidobro
 Presidente
Fundación Vicente Huidobro

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