CHASING AMY (1997)
Dirigida por Kevin Smith
Historia particular de gran alcance, muy bien contada. Se nota cuando un director (guionista) sabe de qué está hablando. El tablero de juego es original: el mundo de los creadores y fans de los cómics. Las piezas son tres, una mujer y dos hombres, hipotético triángulo amoroso que no resultará para nada clásico. La anécdota que dispara el conflicto es clisé, una fantasía masculina que se desarrolla, al comienzo, dentro de los márgenes tradicionales de una comedia romántica, pero cuando Holden (Ben Affleck) le presta oídos a Banky (su colega dibujante), la relación que Holden ha entablado con Alyssa Jones (Joey Lauren Adams) sufre un revés debido a las particulares definiciones de “normalidad” de cada uno de los protagonistas. Los personajes secundarios también aportan visiones estereotipadas, pero es a partir de sus consejos (en tono de comedia) desde donde surge el lado humano y “verdadero” de la cinta. Los giros del guion van desde lo superficial a lo profundo, desde la comedia al drama, pero llevan el tema de las relaciones homosexuales (heterosexuales también) al terreno peliagudo del no retorno, de aquellas palabras que nunca debieron ser dichas y, por extrapolación, de aquellas acciones que van más allá de lo tolerable. El punto exacto en que una relación única se quiebra para siempre y deja atrás una estela de arrepentimiento. El desenlace es tan rudo que el espectador queda suspendido en la incredulidad, en cómo, de un momento a otro, las cosas se pueden echar a perder tan violentamente.
MATCH POINT (2005)
Dirigida por Woody Allen
Obra mayor de este genio neoyorkino. Allen deja la comedia de lado y conversa con Dostoievski, frente a frente, sin importar la época del relato. “Si Dios no existe, todo está permitido”, escribió el escritor ruso. Sólo ambición, sexo y ambición, parece interpretar Allen en un guion perfecto que guarda similitudes con “Crimen y castigo”. Chris Wilton, un joven profesor de tenis, logra ingresar al seno de una familia londinense de la alta sociedad. Mediante calculados movimientos enamora a la hija del magnate e ingresa a un mundo de opulencia. Pero desde que ve a la novia de su futuro cuñado, se encapricha con ella. De origen humilde, Chris entiende de privaciones y no está dispuesto a contravenir sus deseos. Es un chico educado, pero no está a la altura de la cultura y el arte, disfruta de la ópera, pero no de su belleza sino más bien del estatus de escucharla. La familia que lo ha acogido es poderosa y Chris no está dispuesto a dejarse vencer por una atracción sexual que lo ha cegado. La esposa y los hijos son meros vehículos para lograr su ascenso social, pero la ambición no dejará que su affaire lo deje fuera de la cancha a la que ha logrado ingresar. La justicia no existe; sólo el azar permite que unos asciendan y otros se estanquen. El thriller de Woody Allen tiene asesinos, como todo buen film de suspenso, que pueden ser culpables o inocentes según el cristal con que se miren. Dependerán de si creen en Dios, de si dejarán que las pasiones o el amor gobiernen su vida, o bien la especulación más descarnada. Los personajes son arquetípicos: la esposa, el marido y la amante, y la introducción de estos personajes es magistral, destacando la presentación de Scarlett Johansson (la novia del cuñado) al otro lado de una mesa de ping-pong, una chica aspirante a actriz, celosa y neurótica, que juega su partido, desde un comienzo, en una cancha de menor tamaño. Todo parece indicar que el grado de éxito en la vida dependerá del tamaño de tus ambiciones. Dios nada tiene que ver, sólo necesitas un poco de suerte. Todo este dilema moral bajo el influjo de una ópera trágica, con música bellísima que parece disfrazar las noblezas y bajezas humanas.
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