Buscar este blog

"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

sábado, 23 de noviembre de 2019

"RECUERDEN A RUMANÍA" POR DANIEL DRAGOMIRESCU (TRADUCCIÓN AL CASTELLANO)




El día 15 de noviembre del 1987 ha marcado la caída de la careta humanista del régimen comunista de Rumanía. Auto legitimado como un régimen político de “democracia popular” pero instaurado con los tanques del Ejército Rojo el 6 de marzo del 1945 y mantenido por medio de una combinación de populismo, elecciones fraudulentas, despotismo y terrorismo de estado, el comunismo de Rumanía había llegado a finales del reinado de Nicolae Ceausescu no representando más que al dictador y a la nomenclatura de partido, beneficiaria de privilegios ilimitados. Como consecuencia de la crisis económica y social generalizada, determinada por una larga serie de decisiones políticas catastróficas, a finales de los años 80, como en tiempos de guerra, en Rumanía el pueblo padecía frío y hambre. Las tarjetas alimentarias habían sido reintroducidas como en el periodo cuando Bucarest estaba siendo bombardeado por los Aliados, y la penuria de productos básicos, desde la pasta de dientes, el papel higiénico o el algodón medicinal hasta los alimentos indispensables y de primera necesidad (azúcar, aceite, pan) se había apoderado del país. 


Se esperaban noches enteras frente a las tiendas por los alimentos más comunes, y la aplicación del prometido principio de repartición comunista del bienestar social, “de cada quien según las posibilidades, a cada quien según las necesidades”, estaba siendo aplazado sine die. Por las estaciones, veíamos como la gente asaltaba los trenes internacionales para comprar de los turistas polacos o alemanes del este medicamentos (biseptol), cigarillos (el BT búlgaro o el Gent albanés de baja calidad) o ropa. Al caer la noche en las temporadas frías (otoño e invierno) miles de pueblos se quedaban a oscuras, a causa de las drásticas economías impuestas por los burócratas de Ceausescu, y por las estaciones pasaban de prisa los trenes mercantiles con vagones de cereales, totalmente destinados a la exportación. La situación no era mucho mejor ni siquiera en las ciudades e incluso la capital del país empezaba a sufrir las consecuencias de la crisis que año tras año se agravaba inexorablemente. La presión del gas bajaba durante la noche, el calor de los radiadores del sistema centralizado no duraba más que unas horas por la mañana y por la noche, el agua caliente corría un par de horas en los fines de la semana (pero no en todas las ciudades), y las economías con la corriente eléctrica dejaban a oscuras barrios enteros. Después del invierno de los años 1984-1985, he escuchado personalmente a algunos bucarestinos mayores quejándose del terrible frío que habían tenido que padecer durante el invierno en sus apartamentos, transformados en neveras. 


Una mañana helada de invierno, en una fila por la leche, he visto a un hombre desplomándose en la acera, por culpa de un ataque al corazón causado por las condiciones inhumanas, puesto que la gente tenía que esperar mucho tiempo en frío, desde las seis de la mañana hasta que abrían la tienda, para poder coger una o dos botellas de leche o un tarro de yogur. Después de que se agotaba, rápidamente, el surtido de leche, el resto del día la tienda se volvía algo parecido a un museo. Como alimentos básicos, en la mayoría de las tiendas había pescado oceánico congelado y camarones vietnamitas, y en lugar de café verdadero sólo se podía tomar “nechezol”, una mezcla indefinida de sucedáneos dudosos de aspecto marrón (acerca de la que se rumoraba que había provocado muchos casos de cáncer de páncreas). En cambio, el régimen pretendía que es muy humano con los ciudadanos de la patria y sobre todo con la clase obrera, sobre la que decía que la representaba como ningún otro régimen político de la historia. El culto de Ceausescu y de su analfabeta esposa, Elena, superaba los límites del grotesco, y los rumanos se veían obligados a aplaudir y a rendirles homenaje a los dos “queridos hijos del pueblos”. Un bromista había lanzado la anécdota de que los rumanos habían llegado a parecerse a los pingüinos del polo norte – batiendo las alas y alimentándose con pescado. Hasta el socialista Fr. Mitterrand, por entonces presidente de Francia, había tenido que deslindarse del régimen de Ceausescu y limitar severamente los contactos con él, para no comprometerse.


Este era el cuadro de la vida cotidiana en la República Socialista Rumanía cuando, el 15 de noviembre del 1987, estalló la gran revuelta de los obreros de la Fábrica de Autocamiones “La Bandera Roja” de Brasov, una ciudad antigua y hermosa ubicada en el centro del país. Nadie esperaba algo así en la Rumanía de Ceausescu, donde la policía política (La Seguridad) omnipresente (como el NKVD de Stalin) trabajaba con un gran número de informantes y vigilaba cuidadosamente cualquier manifestación hostil o disidencia referente al Partido Comunista y al régimen “socialista” y “demócrata popular” de Bucarest. La gran revuelta de los obreros de Brasov fue reprimida con una brutalidad increíble para un estado de Europa en el siglo XX, y Europa no pudo impedir de ninguna manera la represión, pero esta revuelta obrera tuvo la fuerza de desenmascarar el régimen dictatorial del país. Este régimen político declarado “demócrata” y “obrero” en realidad no era ni demócrata, ni obrero, funcionando para el beneficio de la nomenclatura comunista, cuyo estilo de vida deslumbraba con sus lujos, privilegios y arrogancia tribal de un país tercermundista. El régimen totalitario comunista de Rumanía en la época de Ceausescu no era más que una terrible tiranía, donde una minoría imponía su voluntad frente a la mayoría popular, que tenía que consumir a más no poder pescado oceánico congelado, tomar agua fría (cuando el agua corría del grifo) y aplaudir al infinito los interminables discursos demagógicos de Ceausescu, aguantando en silencio todas las privaciones posibles.

Bucarest, 2019



No hay comentarios.: