Novela de formación en la que dos personajes –uno el maestro, en el que se percibe el perfil de Teófilo Cid; el otro el discípulo, en el que se adivina al autor joven– se toman el escenario en un juego de correspondencias. A ellos se suman como otros personajes la memoria, la musa y la ciudad, ofrecidos al lector con el cuidadoso empleo del lenguaje, en el que se reconoce la huella del poeta de Apariciones y desapariciones.
Enrique Lihn, uno de los pocos que hizo una lectura crítica en 1972, y quien con ella estimuló post mortem al autor a reescribirla, señala: “La lectura de Zoom incita a una polémica con respecto de la cual la novela se desentiende. Pues ella cumple con una función a la vez inquietante y receptiva, desplegándose en un plano rigurosamente literario”.
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