LOUISE
GLÜCK, Premio Nobel de Literatura 2020
Versiones en español de
Carlos Trujillo
"Pienso que el deseo de hacer arte produce una
experiencia continua de anhelo, una inquietud que a veces, aunque no
inevitablemente, se manifiesta romántica o sexualmente. Siempre parece algo por
delante, el próximo poema o cuento, visible al menos, comprensible, pero inalcanzable.
Percibirlo por completo es ser perseguido por él; un sonido, un tono, se
convierte en un tormento: el poema que encarna ese sonido parece existir en
algún lugar, ya terminado. Es como un faro, excepto que, cuando uno nada hacia
él, él retrocede."
(En The
Poets Laureate Anthology, W.W Norton and Company, 2010, p.85)
UNA NOVELA
Nadie podría
escribir una novela sobre esta familia:
demasiados
personajes similares. Además, todas son mujeres;
sólo había un
héroe.
Ahora el héroe
está muerto. Como los ecos, las mujeres duran más;
para su propio
bien, son sumamente fuertes.
Desde este momento,
nada cambia
pues no hay trama
sin un héroe.
En esta casa,
cuando dices trama lo que quieres decir es historia de amor.
Las mujeres no
pueden cambiar.
Oh, se visten,
comen, mantienen las apariencias.
Pero no hay
acción, no hay desarrollo del personaje.
Todas están
decididas a suprimir
las críticas al
héroe. El problema es
que él es débil;
sus escenas especifican
su función, pero
no su naturaleza.
Quizás eso
explique por qué su muerte no fue conmovedora.
Primero se sienta
a la cabecera de la mesa,
donde más se
necesita la figura insigne.
Luego se está
muriendo, a unos pies de distancia, su esposa sosteniendo
un espejo abajo
de su boca.
Es increíble cómo
se mantienen ocupadas, estas mujeres, la esposa y las dos hijas.
Poniendo la mesa,
recogiendo los platos.
Cada corazón
atravesado con una espada.
LA CULPA DE TELÉMACO
Una paciencia
como la que mi madre
practicaba con mi
padre
(que en su
ensimismamiento
confundió con
un tributo,
aunque de hecho era
una especie de
rabia, ¿nunca
se preguntó por qué
estaba
tan bloqueado
para expresar
su natural
abandono?): eso contaminó
mi infancia.
Pacientemente
me alimentó;
pacientemente
supervisó a los
amables
esclavos que me
atendían, a pesar
de mi conducta,
una suposición
que evalué con
creciente
violencia. Me
parecía claro
que desde su
perspectiva
yo no existía, ya
que
mis acciones no
tenían
el poder de
perturbarla: yo era
la envidia de mis
compañeras de juego.
En las décadas
siguientes
Me sentí
orgullosa de mi padre
por mantenerse
lejos
incluso si se
alejaba por
razones equivocadas;
yo solía sonreír
cuando mi madre
lloraba.
Espero que ahora pueda
perdonarme esa
crueldad; espero
que entendiera lo
parecida
que era a su
propia frialdad,
un recurso para mantenerse
separada de lo
que
uno ama profundamente.
LA FANTASÍA DE TELÉMACO
A veces me
pregunto por los
años de mi padre en
esas islas: ¿por qué
era tan atractivo
para las mujeres?
Supongo que entonces se veía en apuros,
desesperado. Yo
creo
que a las mujeres
les gusta ver a un hombre
todavía entero,
todavía en pie, pero
a punto de hacerse
pedazos: tal
desintegración
les recuerda
la pasión. Yo
pienso en ellas como viviendo
toda su vida
completamente
desnudas. Yo creo que deben
haberlo
deslumbrado esas mujeres
que eran mucho
más jóvenes
y obviamente
salvajes para él,
dispuestas
a hacer todo lo
que él quisiera. ¿Es
afortunado encontrarse
circunstancias
que respondan
tanto a la propia voluntad, a vivir
tantos años
sin
cuestionamientos ni frustraciones? Uno
tendría que
creerse
enteramente bueno
o digno. Yo supongo
que con el tiempo
uno se convierte
en un monstruo o
la amada ve lo
que uno es. Yo nunca
he deseado la
vida de mi padre
ni tengo idea
de lo que
sacrificó
para sobrevivir a
ese momento. Menos peligroso
es creer que se
sintió atraído por ellas
y se quedó allá
para ver quiénes
eran. Sin embargo, creo también
que como hombre
imaginativo,
hasta cierto
punto, se
volvió lo que
eran ellas.
EL NIDO
Un pájaro
construía su nido.
En el sueño, lo
miré de cerca:
en mi vida, yo trataba
de ser
testigo, no
teorizar.
El lugar donde
empiezas no decide
el lugar donde
terminas: el pájaro
tomaba lo que
encontraba en el patio,
sus materiales
básicos, explorando
nerviosamente el
patio desnudo al comienzo de la primavera;
entre los escombros,
en la pared del sur, presionando
unas ramitas con
su pico.
Imagen
de la soledad: la
criaturita
acercándose sin
nada. Después
unas ramitas
secas. Llevando una a una
las ramitas al
escondite.
Que es todo lo
que era entonces.
Tomó lo que
había:
los materiales
disponibles, pues el espíritu
no era
suficiente.
Y luego tejió
como la primera Penélope
pero para un fin
diferente.
¿Cómo lo tejió? Tejió
cuidadosamente
pero sin esperanza, las pocas ramitas,
con cierta su
agilidad, con cierta flexibilidad,
eligiendo estas en
vez de las quebradizos, las reticentes.
Comienzo de la primavera,
desolación tardía.
El pájaro rodeó
el patio desnudo
esforzándose para
sobrevivir
con lo que le
quedaba.
Tenía su tarea:
imaginar el
futuro. Volar sin parar
llevando pacientemente
las ramitas hacia la soledad
del árbol
expuesto a la constante frialdad
del mundo
exterior.
Yo no tenía nada
con qué construir.
Era invierno: no
podía imaginar
nada más que el
pasado. Ni siquiera podía
imaginar el
pasado, si se tratara de eso.
Y no sabía cómo
había llegado aquí.
Todos los demás
mucho más adelante.
Regresé al
principio
en un momento de
la vida en que no podemos recordar
los comienzos.
El pájaro
recogió ramitas
del manzano, conectando
cada parte con la
obra existente.
Pero, ¿cuándo
hubo de repente una masa?
Tomó lo que halló
después que los demás
terminaron.
Los mismos
materiales: ¿Por qué debería importar
terminar último?
Los mismos materiales, el
mismo
restringido color
café. Las ramitas café
quebradas y
caídas. Y en una
una hebra de lana
amarilla.
Luego llegó la
primavera y me sentí inexplicablemente feliz.
Sabía dónde
estaba: en Broadway con mi bolsa de compras.
Frutas de
primavera en las tiendas: las primeras
cerezas en
Formaggio. El comienzo
de las forsythias.
Primero estuve en
paz.
Después estuve
contenta, satisfecha.
Luego tuve
destellos de alegría.
Y la estación
cambió-- para todos,
por supuesto.
Y mientras miraba
hacia afuera, mi mente se agudizó.
Y recuerdo con
precisión
la secuencia de
mis respuestas,
mis ojos fijos en
cada cosa
desde el refugio
del yo oculto:
primero me encanta.
Luego, puedo usarlo.
EROS
Había acercado mi
silla a la ventana del hotel, para mirar la lluvia,.
Estaba en una
especie de sueño o de trance--
enamorada, y sin
embargo,
no deseaba nada.
Parecía
innecesario tocarte, verte de nuevo.
Solo quería esto:
la pieza, el
cabello, el sonido de la lluvia cayendo,
hora tras hora,
en el calor de la noche primaveral.
No necesitaba
nada más; estaba totalmente saciada.
Mi corazón se había
vuelto tan pequeño que hacía falta muy poco para llenarlo.
Vi la lluvia caer
a cántaros sobre la ciudad oscurecida--
A ti no te
importaba. Yo hice las cosas
que una hace a la
luz del día, me absolví a mí misma,
pero me movía
como sonámbula.
Eso fue
suficiente y dejaste de estar involucrado.
Unos días en una
ciudad extraña.
Una conversación,
el toque de una mano.
Y después, me
quité el anillo de bodas.
Eso era lo que
deseaba: estar desnuda.
EL TIEMPO
Siempre había
demasiado, después demasiado poco.
Infancia:
enfermedad.
Tenía un
timbrecito al lado de la cama--
al otro lado del
timbre, mi madre.
Enfermedad, lluvia
gris. Los perros dormían mientras llovía. Dormían en la cama
al fondo de ella,
y me parecía que comprendían
la infancia: mejor
permanecer inconsciente.
La lluvia formaba
franjas grises en las ventanas.
Yo me sentaba con
mi libro, la campanita a mi lado.
Sin ver ninguna
señal del espíritu, decidí
vivir en el
espíritu.
La lluvia llegaba
y se iba.
Mes tras mes, en
el espacio de un día.
Las cosas se volvieron
sueños; los sueños se volvieron cosas.
Entonces me
recuperé; la campanita volvió al armario.
La lluvia paró.
Los perros estaban en la puerta
jadeando por
salir.
Estaba bien,
luego, era adulta.
Y el tiempo
pasó-- era como la lluvia,
tanto, tanto,
como si fuera un peso que no se podía mover.
Yo era una niña,
medio dormida.
Estaba enferma;
me sentía protegida.
Y vivía en el
mundo del espíritu
el mundo de la
lluvia gris,
de lo perdido, de
lo recordado.
Entonces, de repente,
el sol estaba brillando.
Y el tiempo
pasaba, incluso cuando casi no quedaba nada.
Y lo percibido se
convirtió en lo recordado;
lo recordado, en
lo percibido.
ANIVERSARIO
Te dije que
podías acurrucarte. Lo que no quiere decir
que pongas tus
pies fríos sobre mi verga.
Alguien debería
enseñarte cómo actuar en la cama.
Lo que creo es
que deberías
mantener tus
extremidades para ti mismo.
Mira lo que
hiciste-
lograste que el
gato se moviera.
Pero yo no quería que tu mano estuviera
ahí.
Yo la quería aquí.
Deberías prestar atención a mis
pies.
Deberías imaginarlos
la próxima vez que vea a una
quinceañera sexy.
Porque hay mucho más en el lugar de
donde vienen esos pies.
LOS NIÑOS AHOGADOS
Lo ves, ellos no
tienen juicio.
Así que es
natural que se ahoguen
primero el hielo
que los absorbe
y luego, todo el
invierno, sus bufandas de lana
flotando detrás
de ellos mientras se hunden
hasta que por fin
se calman.
Y la laguna los
hace subir con sus múltiples brazos oscuros.
Pero la muerte
debe llegarles de otra manera,
tan parecida al
principio.
Como si siempre
hubieran sido
ciegos e
ingrávidos. Por eso,
el resto es soñado,
la lámpara,
el útil mantel
blanco que cubría la mesa,
sus cuerpos.
Y, sin embargo,
escuchan los nombres que usaron
como señuelos al
deslizarse sobre la laguna:
Qué esperan
para volver a casa, vuelvan a casa, los perdidos
en las aguas, azules y permanentes.
OLMOS
Todo el día traté
de diferenciar
necesidad y
deseo. Ahora, en la oscuridad
Sólo siento una amarga
tristeza por nosotros,
los
constructores, los cepilladores de la madera,
porque he estado
mirando
fijamente estos
olmos
y he visto que el
proceso que crea
al retorcido e
inmóvil árbol
es un tormento, y
he comprendido
que no creará más
que formas retorcidas.
EL VASO VACÍO
Pedí mucho; recibí
mucho.
Pedí mucho; recibí
poco, no recibí
casi nada.
¿Y entre eso? Se
abrieron algunos paragüas dentro de la casa.
Por error, hubo un
par de zapatos sobre la mesa de la cocina.
Qué mal, qué mal--
era mi naturaleza. Tenía
un corazón duro y
distante. Era
egoísta, estricta
hasta el punto de la tiranía.
Pero siempre fui
así, incluso en la primera infancia.
Pequeña, morena, temida
por los otros niños.
Nunca cambié.
Dentro del vaso, la abstracta
marea de la
fortuna pasaba
de alta a baja de
la noche a la mañana.
¿Era el mar? ¿Respondiendo,
tal vez,
a una fuerza
celestial? Para estar segura,
rezaba. Trataba
de ser una mejor persona.
Pronto me pareció
que lo que empezó como terror
y maduró hasta
volverse
narcisismo moral,
en realidad, podría haberse convertido
en real
crecimiento humano. Tal vez
esto es lo que
querían decir mis amigas, tomándome la mano,
diciéndome que
entendían
el abuso, la
increíble mierda que acepté,
lo que implica
(así lo pensé una vez) que estaba un poco enferma
para dar tanto
por tan poco.
Mientras ellos
querían decir que estaba bien (apretando mi mano intensamente) -
una buena amiga y
una buena persona, no una criatura patética.
¡Yo no era patética!
Estaba escrita en grande
como reina o
santa.
Bueno, todo lleva
a una conjetura interesante.
Y se me ocurre
que lo crucial es creer
en el esfuerzo,
creer que algo bueno vendrá simplemente de intentarlo,
un bien
completamente incontaminado del corrupto impulso iniciador
que persuade o
seduce--
¿Qué somos
nosotros sin esto?
Girando en el
oscuro universo
solos, asustados,
incapaces de influir en el destino--
¿Qué tenemos
realmente?
Unos tristes
trucos con escaleras y zapatos,
trucos con sal, intentos
recurrentes de motivación
impura para
construir el carácter.
¿Qué tenemos para
apaciguar las grandes fuerzas?
Y creo que al
final esta fue la pregunta
que destruyó a
Agamenón, allá en la playa,
listos los barcos
griegos, el mar
invisible más
allá del sereno puerto, el futuro
letal, inestable:
fue tonto, al pensar
que podía
controlarse. Debería haber dicho:
No tengo nada, estoy a tu merced.
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