[…] ¿Por qué estoy en un lugar
que no me dice nada? […]
Seis años antes que se publicara póstumamente el magnífico libro En el mudo corazón del
bosque, una alta cumbre de la obra de Jorge Teillier, Eric Clapton creaba una balada
dedicada a su pequeño hijo, -Conor-, que tituló Tears in heaven.
El niño, en un accidente absurdo, había caído desde lo alto de un rascacielos en Nueva York.
Clapton se pregunta, en un imposible viaje a la inexistencia, si acaso su pequeño lo
reconocerá, si sabrá su nombre, si acaso lo tomará de la mano, allí, en ese cielo, en ese
espacio de la nada. En esa irreductible otredad.
[…] Y por qué surge dentro de mí una voz
que me habla en el sueño más profundo
y me despierta sin que pueda recordarla? […]
El poeta de Lautaro, fallecido en 1996, parece mirarnos desde las sombras, absorto en la
huella de aquel silencio, resaca de ola sobre la arena de la vida, presentida en toda su
poesía.
Cincuenta años antes, en 1935 y un año después del fallecimiento de Malva Marina, la única
hija de Neruda, se publica en España el conmovedor poema Enfermedades en mi casa:
[…] las raíces de un árbol sujetan una mano de niña,
las raíces de un árbol más grande que una mano de niña,
más grande que una mano del cielo,
y todo el año trabajan, cada día de luna
sube sangre de niña hacia las hojas manchadas por la luna […]
Esa materia oscura de la muerte, ese cielo que convoca a todos los evaporados de los días
para mutar en mantra de sueños que murmuran, ¿tiene residencia en alguna parte?
El primer evaporado de mis días fue un perro odiado, cuyo deceso fue incapaz de borrar la
sonrisa congelada de sus colmillos. Poco después, fue la tierna partida de una tía que dejó
un escalofrío de herencia.
Le siguió una abuela. Vino después el poeta, ya esperando en el andén al tren de la muerte.
La hermana del poeta, levantó las cejas en el entierro del otro hermano, aquél que cantaba
para erotizar ninfas transitorias.
Y luego el padre, la madre, el hijo asfixiado de cielo. La madre y el padre de la compañera
huérfana.
Huerfanías que fueron doblegando al musgo irremediable de lo difuso: la memoria
entendida como fábula, o como mito deformado en sonido gutural de los días.
Hoy me cuenta un amigo, que se apresta a escribir una biografía conjetural. Y me digo que
todo es conjetura, que nada es verdaderamente real.
Un día de pájaros perdidos, mientras la bruma decapitaba cerros, y todo sueño se
transmutaba en sueño, la luna extraviada de sí misma, intentaba en su miopía iluminar el
galope oscuro de las olas: me imagino que eso al menos deben haber visto mis amigos que
partieron emborrachados de ausencias por un océano de sombras. Palabras inconclusas,
inconexas, relámpagos de neuronas quemadas por el sol inverso del hastío.
Alguien toca la puerta: pero yo no vivo en esa casa y quien toca, tampoco existe.
Para Jorge Teillier en su cumpleaños
24 junio 2024
No hay comentarios.:
Publicar un comentario