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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

sábado, 8 de julio de 2006

Tres poemas de ESCENAS DEL DERRUMBE DE OCCIDENTE


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DESCUBREN SU DESEO POR LAS NOCHES. LOS PERROS VAN LADRANDO Y ELLOS GRITAN. NADA LOS DISTINGUE NI SEPARA. ES EL SUEÑO, EL PERFUME, LA DESGRACIA, DEL CRUEL DERRAMAMIENTO EN EL PLACER.


Queremos perpetuar la descendencia
del líquido vertido en el vacío,
queremos deshacernos para entonces
abrir aquella herida deslumbrante.

Nada nos detenga en el impulso,
en la fiel cabalgadura emborrachada;
otros ya bebieron, vaya ahora
el turno de los muertos sin simiente.

Otros al destierro, al pan, la lluvia,
nosotros al desgarro, a la tortura
del húmedo en agraz sometimiento.



ABARROTADO EL TREN DE LOS INSOMNES, DE LOS MUERTOS, DE LOS COTIDIANAMENTE ENFERMOS, MIRAN SIN MIRAR LAS HORAS; OYEN SIN OIR EL RITMO, LA EXTRAÑA JUVENTUD QUE NUNCA HA SIDO, LA PÚTRIDA VEJEZ ADONDE LLEGAN.


El trabajo hará libre a los esclavos,
el trabajo saciará aquellos sueños,
el trabajo dignifica y ennoblece,
el trabajo con vigor de una sonrisa.

El trabajo de amoníaco y vinagre,
el trabajo de Caín, de Abel, de Adán,
el trabajo de la cruz y la condena,
el trabajo del sudario, de la esponja.

El trabajo de los Hércules y Aquiles,
de David y Goliath, de aquel vecino
calvo ya de tanto hacer el gesto
de primate, de mandril, de mono enfermo.

El trabajo de animales en la feria,
el trabajo de las pulgas y de hormigas,
el trabajo como buey o como toro,
el trabajo del silencio sin derrota.

El trabajo de seguir en la batalla,
el trabajo sin amor en la pasión,
el trabajo que nos grita y nos escupe:

Todo eso sin descanso, sin dulzor.

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ENTRE EL RITMO Y EL DEMONIO DEL RELOJ, EN LA CRUEL DESOLACIÓN DE LO BALDÍO, DETRÁS DE LAS MONTAÑAS DE CONCRETO, EL MAR POR FIN SE QUEDA DETENIDO; EL MAR YA NAUFRAGADO EN TANTOS AÑOS, EL MAR, TESTIGO INMENSO DE LA MUERTE
.


La música del mar desde la tierra,
el óxido de sal que no corroe,
los ángeles, las olas, el estruendo
de todo lo pasado en un instante:
el círculo de fuego, las palabras,
el gesto que acaricia sin venganza,
lo inútil, el espacio, aquellos gritos,
la marcha de los pies sobre la arena.

La insólita belleza de la calma,
el largo aliento quieto del silencio,
las horas del que vuelve con sus redes
llenas o vacías de esperanza.


Ciudades en la orilla que enrojecen,
bajeles, naves, remos que lo cruzan:
comercio de los ojos deslumbrados
y ávido rencor, envidia, llanto.
Historia de la historia que resuella,
que entonces es ahora y es mañana;
olvido que desangra en sus confines
bebiendo la memoria de sus pasos.


El ojo que lo mira, el ojo inquieto
habrá de ennoblecer su huella pura.



Nada ha de morir en este canto:

La música del mar descubre el tiempo.


(A Drago Stambuk)

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