Ibant obscuri sola sub nocte per umbram
Virgilio
Aún despiertan de las velas i el retorno a aquella isla. Nadie esperó tejiendo historias ni recuerdos. Todo asedio antiguo fue olvidado. Atrás las ruinas i las muertes de otras horas: ya ajenos quedan restos de ciudades que no fueron más que un nuevo apronte. Hay un faro para éstos que cansados vienen a encontrarse en el delirio de colores que se abren desde el cielo, i suave llueve el viento Sur sobre el templo de su piel ahora en las caricias i el arribo al descanso de todos sus designios.
Uranus, the magician
Urano, el mago.
El que ha sido i ha creado. Ausente de sí mismo i de su estirpe, contempla en el olvido los dados que ha lanzado como esferas i sangre sin retorno.
Texto basado en el fragmento homónimo de la suite The Planets (1916), de Gustav Holst. Este poema es parte de la obra Breaking Glass (2002-2007), escrita en colaboración con Carlos Almonte.
The Poet Acts
Sólo queda sentarse a describir el recuerdo oscuro que se cierne sobre el tiempo, ahora que ha llegado la última de ellas a tocar la puerta. Nadie puede situarse a un costado a escuchar, porque nadie entiende las palabras: todo decanta por un malentendido que se ha repetido secretamente ante la luna. Por eso los ojos son los que caminan bajo la lluvia las calles desiertas, i la dispareja mirada la otorgan el silencio i el dolor. Ahora, entre las ruinas, es la tinta la única que resiste la embestida de la ausencia: el desnudo grito que avanza manchando de invierno nuevas hojas.
Primer fragmento de The Hours, 2003.
Isobel
El lente vigilando la noche en busca de cometas, aunque el bosque lo ha dejado ausente de colores. Tambores resuenan desde lejos. Escondida en una tumba bajo el agua, recuerda antiguas palabras griegas dictadas junto al río, mientras dormía, o secreta lo miraba. Ahí la oscuridad repetida por los miedos i ahora el calor asomado que ella busca tras silencios o traiciones. La fantasía que dejó cubrir el polvo del ático i las velas, bajo el resguardo de pequeños esqueletos que sonríen, desnuda en el abrazo i la sorpresa de creer. Una mariposa en tinieblas o un grupo de duendes rodeando la luz de una primera huella que se asoma, ajena a las miradas de los otros. La ciudad resiente la visión del abandono, pero ella decide en fantasías el olvido de atalayas del infierno o del oriente, buscando fuegos derribados en la tierra, o en aquellas hojas que vendrán.
del libro Pagan Poetry (Björk’s), 2004
Desnudas huellas por el musgo
(Canto muerto a mi hermana Coté i a su risa ausente.)
Deje los montes y me vine al mar.
El eco de sus horas se adivina. Reitera el viento su sonrisa de vidente amante i la nostalgia del destino en contra de su piel, i las raíces. Hay duendes perdidos ahora sin sus manos en el fuego. Hay ausencia de sus trazos i hay reflejo entre la tierra que no es más i no entendió. He ahí ella en el jardín gritando su sonrisa i la traición insoportable a las esferas. Pero hay dioses i hay amigos guardando tus huellas por el aire. Hay sátiros i ninfas sonriendo a la espera de tu voz asomada en la luz del sol o de tus noches, insistiendo en verte repetida en las hojas de todos los manzanos i en tus ojos ahora fríos, que empiezan a entibiar.
La cruz de Aníbal
Delenda est Carthago[1]
Fríos atardeceres de tantas horas de batalla, a través de rocas i vientos, distancias inocentes para la sangre que luego ofrecería a una sacerdotisa astral. Griega o fenicia de azul i delgada silueta le muestra las cartas de luna, sacrificio i extraño retorno a la angustia de elefantes sobre el hielo: militares calaveras. Ya sabe del azar i sus pesares, mas no olvida tal camino, ni las muertes, ni la propia. Sus manos se derriten ante los ojos de féminos fuegos i se entrega –nuevamente— a ella, esperando nacer a la condena de otro juramento.
[1] Catón el Viejo terminaba todos sus discursos con esta frase, que significa «Cartago debe ser destruida». En realidad, la raíz de la palabra delenda significa «borrar», como en el inglés delete, o las palabras españolas indeleble y deletéreo.
Pterseus
Ha venido a romper la huella de sus tiempos sobre el trono, oscuro grito del hastío i el tatuaje de la luna grabado en sus perdidas miradas, ajenos por olvido, o apenas siendo objetos. Ha crecido rojo como el sol de oriente i su furia para quitarles ya la lluvia i entregarles el desierto. Sí, han caído color sangre tres cabezas de mujeres i serpientes: ahora de cenizas otras alas i otras herraduras de plata reflejando el incendio de los templos i de todos sus misterios el derrumbe, o silente un nuevo abismo sin piedad.
Claro de luna sobre el Paraná
A nte el vuelo silencioso, el espejo como rostro de los bosques se despierta. Ha caído lejos el sol tras el ramaje i ahora son gigantes los pasos del cosmos que se impone. Estrellas marchitas coordinan los nuevos ritmos ante lo que sobreviene desde el mar. Oscuras hadas renacen debajo de las hojas, mientras lascivos duendes levantan la mirada, sintiendo la sangre que los va llenando desde arriba.
Texto basado en el fragmento homónimo de Alberto Ginastera. Este poema es parte de la obra
Breaking Glass (2002-2007), escrita en colaboración con Carlos Almonte.
An Eye for Optical Theory
Un ojo para una teoría óptica
E l lente ha retornado a su posición original. Sigue la huella de sí mismo en un espejo que no es capaz de dar cuenta de los trazos de la figura poseída. No hay pasillo ni ventanas. No hay cuarto i no hay nada, pero se desplaza. Tampoco hay colores o matices, por lo que se podría aseverar que el ojo es inservible en tal estadio. No era ése el camino. No se entiende, aunque se ha decidido proseguir con el estudio. El caso es que el ojo puede ver lo que no ve, aún cuando rompa algunas reglas. El intento ahora es distinto. No hay nada que deje huella, pero observa el comienzo de los trazos. Nada inteligible en un primer momento, aún cuando el tiempo no importe: se sitúa. Luego lo que se aprecia como torpeza adquiere forma más que fondo. Sucede que la teoría obliga a que ése sea el modo de actuar. El asunto del contenido es algo que compete al entrevero del viento, el capricho i los focos con los que la obra será montada. Azar o destino para los seres es algo que no compete al orden o fórmula incipiente, en el intento por lograr captar la idea de lo que el ojo ha podido apreciar tornando la atención hacia su interior. Pero otras son las observaciones que importan al que lo carga i el descuido es evidente.
Poema basado en la pieza homónima de Michael Nyman, incluida en la banda sonora de la película The Draughtsman's Contract (1982), de Peter Greenaway. Este poema pertenece al poemario Breaking Glass, escrito en colaboración con Carlos Almonte.
Sin reflejos una duda
Nada indigno puede caber jamás en el santuario de su cuerpo.
Si la maldad habitara esa hermosa mansión,
también la bondad querría morar en ella.
Shakespeare, La tempestad.
Un nuevo esbozo de pintura trazado en un océano, lo hace retornar al recuerdo de esa isla perdida donde está. Ahí debe dormir, mientras él, cubriéndola de otoños, intenta descifrar los tatuajes viajando hacia sus ojos, bajando, más atrás. Una caricia resbala como una cascada de pinturas por su sangre, o una caja liberando esa música que la devolvería a reconocerse frente al templo que es su luz, ahora oculta. Pero él no sabe entre muros i palabras cuáles son sus huellas por el prado, antes que amanezca, ni cómo abraza o si lo mira ciego lanzando dados más allá. Sólo va dejando líneas rojas sobre el bosque de sus vuelos, iterando el suave baile de esa figura abriendo puertas i entreveros del ayer. Escondida, ella roza en otro mundo cada escena que él le entrega, inventando o recreando, otra vez, en el agua la silueta vista reflejando su verdad i no mentiras. Cuál es cuál.
Decisión i condena de Ulises Nimrod u Odiseus L’Clerk
Tinieblas o el frío del viento ante olas reiteradas asediando la torre que se yergue. La mirada forastera va bajando como sombra la escalera ausente donde ese fuego ya no reitera las pinturas del ayer –nostalgia de los mares anteriores– i el azote de cada uno de los mascarones alejados, aún latiendo en horizontes ahora esquivos, sin respiro, ni ansiedad, donde ya no cabe cielo para él.
Hyperballad
Parece dormida en las nuevas visiones de montañas. Recuerda los paisajes desde otoños donde reitera el sendero hacia el abismo, descubriendo la sangre entre el canto i las horas grises alejadas, a la espera de destinos esbozados en los verdes rostros de las lunas. El grito de la euforia en un gesto sin máscaras, mientras el sueño aún descansa del sol i sus esferas, enfocando el lente cerca de un abismo entre los montes, donde ella lanza cruces i sus ojos reflejan los caminos, los bosques i la apertura de un vuelo entre miradas imaginando la caída mientras duerme.
Poema II del libro Pagan Poetry (Björk’s) .
JUAN CARLOS VILLAVICENCIO ORTEGA (Puerto Montt, Chile, 1976). Estudió Lengua y Literatura Hispánica en la Universidad de Chile, además de un Magister en Literatura General. No ha publicado aún ninguno de sus libros, entre los que se encuentran The Hours, Pagan Poetry (Björk’s), Visiones de María Magdalena, Breaking Glass -escrito en colaboración con Carlos Almonte-, Las Aventuras del Capitán Tanguito y su Astuto Secuaz Don Escarabajo y el texto dramático Antígona en el espejo. Actualmente mantiene inconclusos los poemarios Oscuros ríos y Decisión y condena de Ulises Nimrod u Odiseus L'Clerk, además de la reescritura del Libro de Jeremías.
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