Oscurece en el territorio
Mi patria es una ola que no rompe
mi patria nunca tuvo geografía.
Andrés Morales
I
El desconsuelo ronca
bajo la corteza nacional.
Oscurece.
Las ratas huyen,
la patria se derrumba.
Aprendo.
II
Por estar siempre en jaque y mal herido
me convenzo que la humanidad
cabe entera en un tablero de piezas rotas
o perfectamente en una baraja vieja
no necesariamente española
más bien multinacional
que en todos los idiomas se enteren
que esa baraja es un espejo.
Este largo tercer enroque
podría compararse
a la esperanza de las poblaciones de Chile
y sus niños saltando de un día a otro
por temor a las manos de un alfil.
Este invierno que te escribo perfectamente
se me cae en la primera servilleta
con un padre nuestro en la solapa
este humo interminable perfectamente
podría ser Gardel
y Gardel perfectamente
un acuario de metales
donde peces de oro son de plata
los de plata de cobre y los de cobre cesantes rancagüinos
encendiendo barricadas en las olas más altas
o cortando el tránsito de grandes balleneros japoneses.
Esta constante huida para proteger al rey
perfectamente podría ser tu boca
asegurándonos que Chillán era nuestro
como esta patria, recuerdas.
III
El verbo se nos queda en la garganta
una grieta insistente crece
cuando esta casa que hemos llamado casa
la construimos con cada llanto.
Todo nombre lleva el nombre de un ausente
desaparecer es empezar a aparecer
y permanecer en la memoria
darse cuenta que en estos campos
no sólo llora el sauce llorón
sino también Chile y todos sus desaparecidos.
Háblame, háblame de los amigos
que la postmodernidad intenta olvidar
háblame de los brazos en las fauces
del costado aquel en donde se perdió el filo
de la bayoneta más fría de la noche
cuéntame de la madre y sus senos desgarrados
de Concepción, las bombas y los supermercados
de Chillán y las casas acribilladas cuéntame hombre.
Todo nombre lleva el nombre de un ausente
que el edificio Diego Portales
arda y se derrumbe es sólo otra noticia
hay peces que nadie puede pescar
hay familias que aún esperan.
IV
Todo este frío y el hambre al parecer no bastan.
Todo este frío también parte el corazón.
Los labios, el rostro y las manos son otra cosa.
Como una gran columna vertebral
los países de este rincón se contraen
mascan piedras y tiritan hasta quedar sin dientes.
Dios mira de reojo el paisaje
Dios tiene la sonrisa cansada.
Dios sostiene su rostro entre las manos.
V
De poco sirve que la primavera
llegue con maletas y tacones
cuando los vasos están rotos.
(Un hombre destrozado
se levanta una mañana destrozada
se baña en un baño destrozado
destrozado desayuna
y arma los pedacitos de su cuerpo antes de salir).
De poco sirve que la primavera
pretenda coquetearle a un volantín
si detrás de los retratos
muchachas más tristes que la cresta
se arrancan los ojos y juegan a ser estatuas.
El refrigerador no duerme ni deja dormir
habla de esos pequeños infiernos que ardieron este año.
Qué es eso de andar por la vida
dibujando en las murallas pintitas celestes
qué es eso de no hablar en la mesa cuando se come
suspender el brindis del fin de semana
amanecerse escribiendo poemas
qué es eso de jugar a los enfermos
y no volverse a casa.
VI
Últimamente no llego a algunos nombres
mi defecto es no reconocer a mis autoridades
ya no me interesa enterarme
que amigo me ha borrado de messenger
ni tampoco si mi padre recuerda
la pendiente deuda por pensión alimenticia.
Quiero esparcir los pedacitos de mi cuerpo
hasta formar una larga y angosta faja de tierra
quiero idearme un nuevo territorio
con las hojas que cayeron en otoño
armarme otro esqueleto
para mirar de reojo la otra cara de la almohada.
En esta patria ya no hay hombres vivos ni muertos
sólo montañas que esconden ausencias
sólo ríos que arrastran silencios
un mar de peces difuntos.
Últimamente no llego a algunos nombres
la nación posee monumentos que me son desconocidos
sospecho de mis gobernantes
y de todo aquel que propone un memorial
y le atrasa la memoria
un bicentenario se aproxima con rugidos de jaguares
alégrense, celebremos los doscientos años, dicen los medios
yo escondo mi cabeza bajo la cama
escondo mi cabeza bajo la cama
y temblando juego a los indios contra los vaqueros
y ya no soy más chileno
y ya no soy más profesor
y ya no soy más fractura
me arranco los ojos y a punta de jeringas me reconstruyo
me bautizo con el nombre de ciego
y me declaro en huelga ante tanto vacío.
Definitivamente ya no llego a algunos nombres
miro un cuadro imaginario de quienes me parieron
- y de verdad te digo querida mesa -
me son tan ajenos
tengo la barba del largo de una pena
y no encuentro tijeras en las mañanas nacionales
para cortarla de una vez.
Desde norte a sur
la miseria desembarca
en los puertos del territorio
y los borrachos de mi pueblo
aún se despiden en las mismas esquinas
al amanecer
sin ninguna sonrisa en los bolsillos
dan cuenta a la lluvia
del cultivo de una larga herencia familiar.
En verdad digo
últimamente no llego a algunos nombres
y más que un problema de memoria
es mi voluntad de anular
lo amargo de los días.
VII
El bolero me sabe tremendo
pues tremendo es mirarte partir a través de la ventana
con un cortejo de agujas en los labios
y el sol al hombro rogando quedarse.
Lento
llueve
el pasado
como quien dice acordémonos de lo bonito
la desgracia llama más desgracia
fuma, fuma y olvida.
Aprendí a leer la vida
la vida y sus constelaciones
descubrí gatos en tus ojos
y bebí en nombre de los hijos y las hijas
de un pueblo fatigado.
El bolero me sabe tremendo
cuando tres sables
de recuerdo me visten
me arrodillo en lo que fuimos
y pago con sangre los fuegos derramados.
Esta noche dirijo murciélagos:
lejanas tus manos la ausencia lastima.
VIII
Es la misma miseria siempre
se encripta en el discurso de los días.
Yo te hablaba de lo hermoso de caminar
descalzo sobre las nubes y el azar
pero no.
Es la misma miseria siempre
es la misma estirpe de la piedra
que no vivimos o pudimos vivir.
Es la misma noche confundiendo ronquidos
con voces que hablan de cicatrices
en mi espalda
hasta formar el gran pedregullo.
El seno se me ausenta
mis padres se terminan de derrumbar
como una inmensa columna los ojos se me caen
el espanto lo ocupa todo.
Esto de andar abriendo y cerrando tumbas
te va a matar patricio
con esta angustia podría escribir un tercer libro
pero sólo me da para estirar el cuero
hasta las horas del sur de Chile
las horas, esas
las más tristes, las sin soles.
IX
Hay una patria que desdobla sus puertas ante quien quiere entrar
el abrazo lo situamos ya en otro sitio
quizás el único lugar para el impío
sea el reflejo de otros campos ardiendo
porque sólo desmoronándose en una silla
se aprende a dar vuelta la cabeza
y a esperar la primavera como los pájaros.
Hay dolores que se crean otra vida para no ahogarse
y buscan caber dentro de su aliento para no ahogarse
como un conejo dentro del sombrero
del mago que fracasó.
Hay una herida en detenerse al lado del camino.
Hay una llaga en abreviar el tiempo
mis demonios no sabían orar
pero comenzaron a hacerlo
cuando el desborde del río Tinguiririca
partió en dos a Chile y al amor.
A caballo regalado no se le miran los dientes
pero se le odia cuando no los tiene.
X
Las esquinas de mi patria
son el cuadro donde la vida y su comparsa
pintan mariposas desteñidas
que regalan besos de puro locas
a la noche y sus vaivenes.
Te nombré mi reina
me guardé la moral en las alas
de tus plumas hice faisanes, carruajes
imperios y legiones
inmensas llamas fuimos
en un infierno sin culpas
que asegurabas no olvidaría.
No me llames la Magdalena, me susurraba
que las piedras me asustan
déjame respirar mucho tiempo el olor de tu cuerpo
y dime que me amas
aunque sea mentira, no importa
sólo dime que me amas.
Te beso y escondo tus labios
te muerdo y escondo tu carne
te recuerdo, es invierno
y soy una playa de Chile
XI
El rostro más optimista que tuve
se vino abajo con la tercera réplica, créanme.
De sol a sol cuarenta funcionarios de gobierno y hasta el mismísimo ministro
recogieron los escombros durante siete días
y aunque luego de unos meses me refundaron con bombos y platillos
y mi nombre sonaba en los medios para patrimonio nacional
hubo grietas que nadie reparó.
Comencé a perder los dientes uno por uno
ya no podía besar al que besaba por aquellos años
las autoridades de turno miraban hacia el cielo los fuegos artificiales aquella noche cuando llegó el bicentenario
y les reclamé por dejarme fuera de ese programa dental de gobierno
sal de acá rota de mierda dijéronme
de forma burlona “la diente de yeso” llamáronme apenas vieron un implante improvisado
que gentilmente me hizo un amigo que era dueño de una constructora habitacional
salí corriendo, las lágrimas me tiraban del cabello y por más que les rogué
siguieron con el mismo tango hasta dejarme calva.
Veinticinco años atrás me sucedió algo parecido
no tuve para pagar un almuerzo y le dije al dueño del restaurant si lo arreglábamos de otra forma
al tipo le pereció inmoral mi propuesta, me arrastró de la cabellera hasta la calle, me orinó la cara
y me agarró a piedrazos junto a los hombres que frecuentaban el lugar
enseguida me desvistieron y me clavaron de norte a sur en una cruz apolillada
te salvaste de los azotes conchadetumadre, me gritó uno
agradece que el encargado anda en comisión de servicio
y sin piedad con una estaca me perforaron a la altura de San Fernando
cuando se fueron y quise zafarme de los clavos, la cruz se vino abajo
el golpe lo recibí en el rostro, vi una inmensa luz blanca y me sentí bombardeada
sentí algo así como aviones bombardeándome, escuchaba gritos, disparos
y hasta podía oler el humo de los documentos que ardían en algunas de las oficinas del segundo piso
en esa oportunidad recuerdo que perdí cuatro dientes, pero no se confundan con el personaje
lo mío es más serio, créanme.
Un grupo de niños que cazaban ratas para entretenerse en aquel basural
me vio crucificada bocabajo, desnuda y sangrando
pensaron que era de hule y jugaban a introducirme una varilla por mi vagina
ganaba el juego quien metía la varilla más adentro y sin quebrarla
en aquella inocencia me destrozaron el útero y los ovarios se atascaron en mi garganta
el menor de ellos se compadeció, me quitó los clavos con sus uñas y me dijo algo así como
madre, perdónalos porque saben lo que hacen
en ese momento me estremecí, sentí un hielo a lo largo de toda la carretera cinco y volví a desfallecer
nuevamente mi cuerpo golpeó el suelo, me fracturé en quince pedacitos
y lloré, lloré como antes nunca había llorado.
XI
Las ratas huyen, amor
al sentir detrás de sus orejas
los bostezos de la muerte.
Corremos a la intemperie
deshabitando nuestras tierras
cementerios sin puertas nos saludan
a medida que el amanecer despierta.
Patricio Morales Lizama es poeta. El año 2005 publica Desamparo y en Marzo de 2007 Hojas Caídas de Otoño, bajo sello Editorial de Ediciones Patagonia, Buenos Aires, Argentina. Ha participado en diferentes encuentros de poesía en Chile y el extranjero. Una larga herencia familiar es su último libro de poesía de reciente aparición.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario