SPOTLIGHT (2015)
Dirigida por Thomas McCarthy
El guión y la
dirección de este film privilegia lo coral por sobre lo individual. Los
protagonistas son un grupo selecto de periodistas del The Boston Globe, que
funcionan en la planta baja del diario y se encargan de artículos de largo
aliento abordados bajo estricta confidencialidad. El antagonista es la Iglesia
Católica y su funcionamiento como institución que intenta encubrir eventos de
pedofilia ocurridos en la Arquidiócesis de Boston. El tema que hace concurrir a
estas dos fuerzas es de tal calibre, que los problemas individuales de los
periodistas no son trascendentes, como tampoco el comportamiento delictual de
cada uno de los sacerdotes que, dicho sea de paso, rara vez son
individualizados porque son las sucesivas averiguaciones las que van dando cuenta
de la gravedad de los hechos. Lo importante es desenmascarar el ocultamiento
institucional, por parte de la entidad religiosa, de los abusos cometidos por
sacerdotes en contra de menores de edad. El guión tiene un ritmo sostenido,
paulatino y sin prisas, que desarrolla la historia conforme se van dilucidando
los testimonios e investigación periodística. La dirección de McCarthy es
férrea, tanto como la contención del experimentado editor (Michael Keaton) y la
visión del nuevo director del periódico (Liev Schreider). Este último debe
enfrentarse al Cardenal de la Iglesia y mostrarse independiente de ese poder
eclesiástico de profundas raíces entre la población de Massachusetts. Ellos
comandan el barco de manera profesional, pero las emociones ante la gravedad de
los hechos, corren por cuenta de los reporteros (Mark Ruffalo y Rachel
McAdams). La cinta se centra en el compromiso del grupo "Spotlight"
(lugar de luz) por el periodismo investigativo. El director de la película está
impecable y le reserva, a cada uno de los periodistas, su papel en el puzle.
Aquí no hay amenazas ni muertes intimidatorias, simplemente un periodismo serio
que condujo a la seguidilla de reportajes que terminaron ganando el premio
Pulitzer en el año 2003.
MIDNIGHT COWBOY (1969)
Dirigida por John Schlesinger
Este director británico
plasmó en esta cinta la frialdad y rudeza con que el primer mundo
estadounidense (neoyorkino) recibe al inmigrante rural (tejano en este caso).
Un joven Joe Buck (Jon Voight) cree que su estampa y estatura va a conquistar a
las señoras de edad de la capital. Pronto entiende que sus sueños no tienen
cabida dentro de la vida urbana y rápidamente desciende a los lugares
marginales de la ciudad. Conoce a Rico "Ratso" Rizzo (Dustin
Hoffman), un estafador de poca monta, gravemente enfermo, pero que se
convertirá en el único amigo dentro de la urbe. Pese a que al comienzo Ratso
intentó timarlo, Joe apenas tendrá para comer y necesita de un amigo (lo más
parecido a uno) para compartir las frías noches. Ocupan una habitación de un
edificio abandonado y comparten miserias, sobre todo sueños, único soporte que
los insta a seguir viviendo. Esta cinta ganó el Oscar a mejor director, mejor
película y guión, además de poseer una banda sonora y un montaje
sobresalientes. Los planos son opresivos, salvo en la llegada de Buck a la
ciudad, creyendo que va a conquistar el mundo con su vestimenta de vaquero
pasada de moda. La amistad de Joe es sincera (hasta cierto punto) y la de Ratso
fingida, supone que Buck le permitirá sobrevivir la enfermedad de mejor manera.
La soledad en que están inmersos estos vagabundos es lo que moldea todo su
actuar. Simplemente no calzan en esa vorágine de habitantes que los ven como
bichos raros y sujetos de desconfianza. Un acertado uso del blanco y negro para
pesadillas de infancia y, una luz extrema en ciertos sueños que tiene Buck con
su amigo (bastante surrealistas) en las playas de Florida, proveniente de la
mente del propio Rico que, a medida que avanza su tuberculosis, le pedirá a Joe
que lo lleve a Miami en vez de llevarlo con un médico. La visión de miseria
urbana contrasta con la luz del estado de Florida, a bordo de un bus que no los
llevará a ninguna parte.
CREED (2015)
Dirigida por Ryan Coogler
Sylvester Stallone vuelve a
interpretar a Rocky Balboa, brindándonos un personaje más reposado que el Rocky
de 1976. Esta vez aparece como secundario, pero curiosamente con más hebras de
personalidad, que lo vuelven más querible al distanciarse del Rocky monosilábico
de la primera entrega. Tanto la primera como esta séptima película están varios
pasos adelante de las restantes. El guión de esta última, en particular, tiene
más giros dramáticos que la primera, no siendo tan evidente que Adonis Creed
(hijo de Apollo) deba ser humillado primero, para luego renacer como el ave
fénix. Algo de eso hay, pero unas buenas secuencias nos harán sentir que este
aprendiz de Rocky de verdad merece existir, salvo que esta vez será al ritmo
del rap. La cinta vuelve a darle protagonismo a la ciudad de Filadelfia, aunque
este joven director y guionista dotó a la historia de gran humanidad, rindiendo
en cierto modo, tributo al personaje de Stallone, cada vez más viejo, dispuesto
a afrontar nuevos desafíos y a enfrentar otras luchas propias de la edad.
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