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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

lunes, 26 de septiembre de 2016

OTRAS CINCO CRÍTICAS DE CINE DE ANÍBAL RICCI



NO COUNTRY FOR OLD MEN (2007)
Dirigida por Joel y Ethan Coen

“Las cosas pasan. No puedes cambiarlas”, le dice Llewelyn Moss (Josh Brolin) a su esposa justo antes de enfrentarse a un peligroso asesino, Anton Chigurh (villano memorable interpretado por Javier Bardem). Sigue la pista el sheriff de un condado fronterizo de Texas, Ed Tom Bell (Tommy Lee Jones), hombre escrupuloso, hijo y nieto de sheriffs que no entiende la lógica de la nueva camada de asesinos, ultra violentos, se diría que matan por diversión. Bell entiende la vida a una velocidad diferente e invariablemente va llegando tarde a todas las escenas de crimen. El escenario desértico evoca los viejos parajes de los westerns, donde Bell es un hombre de representa a la antigua ley, un ser que está siendo desplazado por la historia. “Querer comprender el mundo representa un acto de vanidad”, le dice otro sheriff retirado y, al igual que a Llewelyn Moss, los acontecimientos le ocurren sin que nada pueda hacer para cambiarlos. El azar será el cordón umbilical de esta cinta que ganó los tres premios principales de los Oscar: mejor película, dirección y guion adaptado (Novela: Cormac McCarthy). La anécdota se origina a partir de un evento azaroso: Moss es un cazador de antílopes que casualmente se encuentra con un maletín con dos millones de dólares; luego contratan a Chigurh para que le dé caza, pero Anton es un hombre de palabra que respeta un único código: el azar. Bell y Moss dependen de las circunstancias que va hilvanando Chigurh, el único que es artífice de su destino, dueño de un humor negro y de un salvajismo a toda prueba que va más a tono con los nuevos tiempos. Chigurh es en realidad el motor de la trama, el único que comprende el lenguaje del caos. La entrada en escena de cada uno de los personajes es una obra de relojería y conforme avanza el metraje quedan definidos nítidamente los caracteres. Moss no es precisamente valiente, suele esperar a que su celador ataque primero, mientras Ed Tom Bell, pacientemente, sigue esperando una señal divina que lo haga sentirse parte del mundo, pero esa señal ya no llegará a estas alturas del partido.


MAN UP (2015)
Dirigida por Ben Palmer

Seamos francos, para un cinéfilo que se precie, decir que le gustó una comedia romántica, puede destruir toda su reputación. Pero que va, cuando el guion es ingenioso, ágil e increíblemente coherente, los que leen estas líneas podrían perdonar mi entusiasmo. Pero si además, la pareja protagónica (Lake Bell y Simon Pegg) tiene una química superlativa y nos brindan unos diálogos precisos que nos hacen transitar por la complicidad, el cinismo, la euforia, la confesión, el fracaso y la emoción más pura, qué más puedo decir, la película me encantó. Se podría diseccionar la cinta (duelo por ruptura sentimental) en cuatro partes: negación, depresión, aceptación y fuego (literal esto último), y cada uno de estos actos transcurren en el lugar menos romántico por definición. La “negación” es una equívoca cita a ciegas entre Nancy y Jack que termina en una confesión en el baño del bowling (se echan en cara lo de treintona que la deja el tren y lo de cuarentón que anda con veinteañeras). Luego la “depresión” de ella tras una ridícula competencia por llegar al bar (fashion emergency en el baño otra vez, luego de vomitar y terminar con la cara embarrada). Diálogos románticos: “idiota” en vez de eres genial (broma). La “depresión” de él viene al encontrarse con su ex esposa, donde Nancy y Jack bailan entretenido (para los otros amantes) mientras discuten acaloradamente, situación que lleva a Jack a encerrarse a llorar en el baño (adivinaron), sentado sobre el wáter, muy romántico. Se despiden en la estación y ella le dice: “No tengo Facebook”, Pixies de fondo musical, Where is my mind?, increíblemente romántico (quién escogería mejor canción). Otra vez: un “idiota” mutuo, primero al otro y luego a sí mismos, bellísimo. La “aceptación” viene cuando Jack conversa con otra chica y se da cuenta de la conexión que tuvo con Nancy. Finalmente “fuego”, sexo al interior del baño de la casa de los padres de Nancy. La banda sonora es atípica para cada situación: Duran-Duran (bar), Pixies (estación de trenes), luego una fiesta de quinceañeros que corren por Londres, al ritmo de WhiteSnake, en una parodia a las comedias estadounidenses, que suelen terminar con una multitud escuchando el discurso de amor. En fin, historia de una loca encantadora, algo cínica e incorrecta, que se encuentra con un hombre simplemente romántico. Muy buena película.



SICARIO (2015)
Dirigida por Denis Villeneuve

Este cineasta canadiense se las trae. Filma con un pulso firme y pasea por los géneros cinematográficos. Elige muy bien los elencos y dota a sus personajes de profundidad. Kate Macer (Emily Blunt) es un agente del FBI que tiene un papel fijado de antemano por los otros protagonistas: Matt Graver (Josh Brolin) representa a las Fuerzas Especiales, y un enigmático y logrado Alejandro (Benicio del Toro) supone un asesor de dudoso origen y proceder. No es una cinta maniquea, el bien y el mal tienen fronteras muy, pero muy difusas. Los agentes del Gobierno le dicen a Macer: "Todo es legal... los límites se han desplazado". Macer parece ser una novata de pensamiento impoluto, pero al final tendrá que elegir. Los primeros cinco minutos de acción y sorpresa son irrespirables, y de la mano hay una carga estética que nos va a deleitar: fuerzas especiales acechando a los narcos, a pleno día, una maniobra que podríamos catalogar dentro de la ley, contrastada por la imagen crepuscular de la operación más importante, siempre descendiendo, pero esta vez a una especie de infierno. Notable, así como el manejo de la luz por parte de Roger Deakins (fotógrafo de los hermanos Coen y Scorsese). La tercera pata de la mesa es la música, pocas notas de una eficiencia abismante que nos preparan para lo sub-humano. Es una cinta más de suspenso que de cadáveres a diestra y siniestra, aunque cuando llega el momento de mostrarlos, su representación está a la altura de la violencia que sugiere la trama. Las elipsis bien elaboradas y los planos fijos, en medio de la noche y al borde de una carretera, algo que hay que destacar. El título es parte del dilema que plantea este film y es frío y calculador como el entramado de las escenas.


DEMOLITION (2015)
Dirigida por Jean-Marc Vallée

El tema de la autodestrucción ya había sido abordado por este director canadiense en su premiada “Dallas Buyers Club” (2013). El personaje de Matthew McConaughey era positivo a VIH y, al comienzo, vislumbraba una manera de enriquecerse vendiendo químicos sin aprobación a otros enfermos que estaban en peor situación. Ese egoísmo inicial era la luz del tablero que lo hacía despertar y reiniciar su instinto de conservación, había fluidez en ese relato. En esta nueva cinta, en cambio, Jake Gyllenhaal (espléndida interpretación) ha perdido a su mujer en un accidente, de repente elige dejar de sentir y como respuesta requiere destruir el entorno físico que le recuerda a su ex mujer. Constituye un interesante caso de neurosis gatillado por un evento traumático, situación que lo aísla de los parientes cercanos y que es canalizado por la comprensión de una chica que resuelve reclamos de clientes, que circunstancialmente está tan desconectada de la realidad como él. Hasta aquí todo perfecto debido a que las piezas del puzle calzan perfectamente y llevan al personaje a experimentar dolor a través del sufrimiento ajeno. ¿Les parece una persona normal? Curiosamente, el director nos hace querer y entender al personaje cuando este ha retomado el camino edificante, lo cual resulta abiertamente manipulador. Para algún espectador, la película se resolvería como una terapia de reinserción social, destruir para volver a construir y no le damos más vueltas, pero lamentablemente, la probabilidad para una persona disfuncional de encontrarse con otras personas disfuncionales que lo ayuden a superar un problema mental, eso… me parece harina de otro costal y ahí la película peca de simplista. El personaje de Gyllenhaal también padece de dolor físico, pero en general atenta contra lo material, no tanto contra su persona. También manifiesta eventos sicóticos, pero convenientemente no reacciona a ellos. El director es hábil al hacernos empatizar con el personaje, sin embargo, se trata de un ser profundamente dañado que sale a flote ¡al observar el sufrimiento del resto! Es posible, pero poco probable. Su mejoría resulta de encauzar su falta de emociones en una forma cerebralmente correcta. La película deja abierta la posibilidad a muchos otros desenlaces, pero casi todos ellos resultan más verosímiles que el camino adoptado por el director, que en mi opinión buscó congraciarse con un espectador habituado a los finales felices.


NO RESPIRES (2016)
Dirigida por Fede Álvarez

“Dios no existe”, dice el villano de este thriller dirigido por el director uruguayo. Por ende, todo está permitido para este ciego que, dentro de su casa, en la oscuridad, es un dios implacable, acaso un demonio, pero que en la cinta puede también interpretar el papel de víctima. El barrio se muestra desértico, la casa está aparentemente habitada sólo por el ciego, sin sonidos, tampoco hay luz, quizás la única brizna de esperanza es una mariquita, único ser que puede extender sus alas y dejar todo atrás. El resto de los personajes están atrapados por ambientes familiares miserables, cada uno bien definido, una especie de triángulo amoroso que es imposible que se encienda en medio del ambiente opresor que nos propone Fede Álvarez. Las reglas de la casa no las ponen los ladrones, sino este dios ciego, para el cual todo tiene una lógica retorcida. El director es cómplice de este demonio y utiliza las claves del cine de terror para crear tensión en el espectador, por ende, la banda sonora es crucial y está muy bien utilizada. Todo es posible también para el director: jugar con los géneros, adentrarnos al silencio, la oscuridad, mantener a la policía en “off”, lo único importante es el destino de las víctimas y los victimarios que, a cada giro del guion, van intercambiando roles. La violencia de los ladrones es explícita, en cambio, el ciego incorpora violencia psicológica muy bien hilvanada. Su fuero interno es aún más oscuro que la propia casa. El director es hábil para intercambiar puntos de vista, tomando de referencia el momento en que cada uno de los personajes interpreta su papel de víctima. Apenas mutan sus personalidades pasa el testimonio, para que luego de varias vueltas de tuerca, tanto víctima como victimario salgan libres de polvo y paja. Crimen, pero no castigo. Ausencia de Dios y de culpa.

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