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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

sábado, 24 de septiembre de 2016

"LA MISTRAL COLOMBIANA ATACA A LUCAS OSPINA"‏ POR HAROLD ALVARADO TENORIO




Piedad Bonnett [Amalfi, 1951] ha sido considerada, por sus correspondencias entre la vida sentimental y los sofocones del erotismo en una señora bien de una sociedad patriarcal, la Lucila Godoy[1] de la República del Narco. Feminista, intrigante, ladina como la chilena, la señora Bonnett, que en los últimos tiempos se ha dedicado a confeccionar novelas para una editorial española, narrando incluso, episodios dolorosos de sus relaciones familiares o de la vida y la muerte de algunos de sus parientes, fue filo maoísta en su juventud aun cuando pertenecía a una familia pudiente del mundo rural. Su poesía “quiso socavar el discurso legitimador del arte de élite” mediante ciertos mohines que emiten las señoras mientras recuerdan los desengaños pasionales, curando sus angustias con un ansia de sexo irreprimible que termina por realizarse solo en los relentes del lenguaje, donde resplandece, ciega, la carne madura e insaciada. Sexualidad transfigurada en alegoría. “Yo pensaba que el mundo era cosa de hombres, /mientras mis senos/ crecían en abierta rebeldía”, dice la señora Bonnett. Así, con estos postulados “pretende derrumbar la institucionalidad de la familia o el sexo”, eso sí, siempre y cuando la de ella siga intacta, con su marido obediente y ella haciendo hostias. Frases hechas, lugares comunes, tazas cotidianas de café, bufandas tejidas por las tías que se quedan sin usar, cosas anodinas, hombres mustios cuyas historias revelan las anonimias de su aflicción:

Es el soñado,
el hecho de retazos miserables,
de descripciones de otros,
Frankestein del deseo,
el de la hoja de vida imaginaria
y la conversación imaginaria
y la carta de amor imaginaria,
el que se niega
a ser como los otros
pero es todos los otros y ninguno,
muerta literatura,
y la literatura, ya sabemos
está hecha por dioses pequeños e impacientes
y a menudo rabiosos
que adoran lo que existe y sin embargo
viven de consagrar lo que no existe.



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