Hace cincuenta años el maestro Bergman (ver biografía) mostraba su imaginería respecto al tema de la muerte.
Su padre era pastor luterano y por ende Bergman conocía de cerca la
visión religiosa y quizás por ello situaba El Séptimo Sello en el período de la Edad Media. Busca
personajes arquetípicos que recorran el amplio espectro de la sociedad y
desarrolla una especie de road movie (a
bordo de una carreta) para desplegar las distintas formas de entender el
significado de la vida en un viaje simbólico que transcurre durante una partida
de ajedrez contra la mismísima muerte.
Fresas Salvajes, en cambio, recurre al significado de los sueños y en otra road movie (esta vez a bordo de un automóvil)
mezcla los pensamientos de un maduro científico acerca de la muerte con los
recuerdos que rescata de su niñez.
La primera película muestra las distintas caras de la muerte
contrastándola con la visión religiosa y en la segunda cinta (rodada ese mismo
año) su visión es más filosófica.
EL SÉPTIMO SELLO (1957)
Dirigida por Ingmar Bergman
Inicia la película
enfrentando al protagonista a un juego de ajedrez con una muerte de rostro
blanquecino y vestida completamente de negro. Antonius Block sólo quiere ganar
tiempo para entender el verdadero significado de la existencia durante sus
últimos momentos de vida. Es un caballero cruzado que regresa a una Europa azotada
por la peste negra.
En el camino junto
a una pareja de comediantes tropezará contra el sin sentido de la religión,
tanto cuando queman a una bruja o en medio de una procesión de fanáticos
religiosos que piensan que la peste es un castigo divino y esperan los
designios de Dios autoflagelándose y sufriendo para conseguir el perdón. Los
comediantes que acompañan la travesía de Block simbolizan a las artes y son
incomprendidos por los campesinos que se burlan de ellos.
Estos campesinos
son incultos y no les importa el tema de la muerte. La pareja de María y José
(los comediantes) representan a la inocencia y simplemente viven felices el día
a día. El propio Block comparte con ellos un cuenco de leche y unas fresas,
vivenciando un momento de dicha y comprendiendo lo fugaz de la felicidad.
Ingresa a una
iglesia y se confiesa, pero el confesor es otra vez la inevitable muerte. Block
tendrá que cambiar su estrategia con las piezas de ajedrez. De alguna manera, él
representa las emociones humanas y a pesar de no creer en Dios, tampoco puede
negar su existencia.
Juan (su escudero)
representa a la razón y sabe que su vida será un viaje que termina en la nada.
Block no cree que el ser humano pueda vivir esperando únicamente vacío al final
del camino.
La Naturaleza es
otro personaje ajeno a la muerte de los humanos, está presente en todo el viaje
que propone la película.
La música y las
imágenes contienen gran belleza narrativa y somos espectadores de un blanco y
negro que combina muy bien con el tono del relato. Cuando los personajes ven
aparecer a la muerte la reciben desde la devoción y en otros casos desde el
destino, un contraste entre la fe y la razón.
FRESAS SALVAJES (1957)
Dirigida por Ingmar Bergman
Las fresas, escasas en Suecia,
simbolizan la naturaleza fugaz de la felicidad.
En el trayecto hacia la investidura
como doctor en medicina en la Universidad de Lund, Isak Borg escucha una
discusión entre dos jóvenes: «El hombre le
tiene pánico a la muerte y no soporta lo absurdo». Los
muchachos no saben de qué hablan, pero Isak entiende el sentido exacto de esas
palabras, la respuesta a los sueños que lo acosan ese día.
La película es un viaje físico en
automóvil, a la vez que un viaje onírico por los hitos importantes de su vida.
Los fantasmas del pasado lo hacen mirarse al espejo y descubre que se ha
convertido en un viejo miedoso. El examinador de uno de los sueños le dice: «Usted es
culpable de culpa… Ni siquiera entiende la acusación». Isak la
entiende, pero todavía no está dispuesto a declararse incompetente para vivir.
En medio del viaje de reconocimiento
social, «el lugar de las fresas» (smultronstället) de su casa de infancia
evoca el paraíso perdido, símbolo de una felicidad inalcanzable. Durante el
trayecto, a pesar a las distancias, no ha hecho más que perder el tiempo (los
relojes no tienen manecillas).
«Usted no oye
el silencio… Transformó su vida en una obra maestra de la cirugía donde ha
extirpado todo el dolor», lo vuelve a interpelar el examinador.
El castigo por no hacerle frente al
miedo es la soledad y cuando ésta lo inquieta recurre a sus recuerdos de
infancia… en busca del tiempo perdido.
Ingmar Bergman (Uppsala, 1918 - Isla de
Faro, 2007)
Director
cinematográfico sueco, licenciado en literatura e historia del arte en la
Universidad de Estocolmo.
El cine de Bergman
recoge la influencia formal del expresionismo y de la tradición sueca, en
especial de Victor Sjöström. Destaca por su gran sentido plástico (casi
pictórico) y el aprovechamiento de las posibilidades del blanco y negro. Sus
filmes giran en torno de una serie de constantes temáticas, en especial la
muerte y el amor, abordadas con un tono metafísico y una densidad de diálogos
motivada por sus inicios en el teatro.
La película emblemática
dentro de su filmografía es El séptimo sello, lúgubre alegoría que
indaga en la relación del hombre con Dios y la muerte, para la cual empleó
recursos narrativos basados en la iconografía cristiana. Su virtuosismo técnico
se hace evidente en Fresas salvajes, recreación de su propia infancia
para la que utilizó una estructura de narraciones superpuestas.
La posición de
Bergman como director se consolidó a lo largo de la década del sesenta. De esta
etapa sobresale Persona (1966), donde continuó explorando el alma
humana, su incapacidad para la comunicación, para sentir y recibir amor.
Bergman publicó sus
memorias en dos volúmenes: Linterna mágica (1988) e Imágenes
(1990).
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