Sobre el libro
En su ensayo visual
“Atacama, geometría de un cautiverio”, Patricio Salinas se basa en su propia
experiencia como preso político en la década de 1970, bajo la dictadura de
Pinochet. En esta obra vuelve a la escena, pero no como víctima u hombre de
resistencias. Busca historias perdidas en el pueblo abandonado de Chacabuco y
sus ruinas, las cuales se convirtieron en un campo de prisioneros.
“En mis viajes a Chacabuco
hay un intento por salvar objetos, documentos e imágenes. Y, a través del
montaje y yuxtaposiciones, busco crear una constelación con ellos; una historia
sobre un tiempo perdido en mi memoria. El montaje nos lleva a una descontextualización
que rompe una línea de tiempo lineal”, remarca Salinas.
Sobre el fotógrafo
Patricio Salinas es
fotógrafo y escritor. Su obra fotográfica está representada en el Centro
Nacional de Arte Contemporáneo de Cerrillos, Santiago de Chile; en la Dirección
de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores (DIRAC) de Chile,
y en la colección permanente del Museo Moderno de Estocolmo.
Notas de Atacama
Me bajo en una parada olvidada, cerca de unas casas de barro que denuncian
la existencia de un pueblo sin memoria. Un letrero borroso indica la entrada a
una de las oficinas salitreras, se construyeron hasta 70 iguales a esa y allí
vivieron gentes que a base de esfuerzos, de manos agarrotadas y de espaldas
calientes, forjaron un norte próspero a comienzos del siglo XX.
En mi camino encuentro valles áridos, la mayoría de piedras, otros de arena
que cambian de color de acuerdo a la posición del sol, me encuentro con líneas
angostas de un ferrocarril construido en su tiempo por los ingleses, estaciones
de trenes abandonadas y de varios pueblos fantasmas. Entre ellos, Chacabuco, su
teatro, que aún se conserva, fue construido con una capacidad para 1200
espectadores, allí se escuchó “Aída”, “Otello”, “La bohème”, interpretadas por
grandes tenores traídos de todas partes del mundo, para que los señores se
sintiesen más cerca de casa. Me tropiezo con las butacas del palco, el polvo y
la arena hacen lo suyo pero aún se pueden leer los números inscritos en ellas.
Chacabuco, que llegó a tener más de siete mil habitantes, fue abandonada a su
suerte a comienzos de los años 40.
Revivió, en cierta manera, treinta años
después, cuando los militares chilenos lo transformaron en campo de prisioneros
políticos. No puedo evitar visitar la casa de la viga rota, allí donde Oscar
una mañana de diciembre decidió dejarnos para siempre. Señalizadores que
indican la existencia de minas alrededor del pueblo, y dibujos de los
desesperados en la paredes de greda, son los únicos signos que me recuerdan ese
tiempo vergonzoso y maldito.
Tomo un camino que se pierde en la nada, sino fuese por las pendientes y
lomas que entregan un paisaje ondulado, todo se transforma en una eterna
monotonía, casi cercano a la locura, a la pérdida del tiempo y el espacio. La
noche se deja caer como un bandido al acecho , te deja de un momento a otro
acorralado en las sombras que se hacen largas rápidamente hasta que la
oscuridad te envuelve para siempre. El desierto es otro, también, como uno
mismo, se transforma. Entonces una bóveda azul y bondadosa, se llena de muchas
constelaciones estelares, y te hablan de lo pequeño que eres, de lo
insignificante de tu persona, de que sigues siendo un ser inevitablemente
accidental.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario