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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

viernes, 27 de agosto de 2010

LOS CANTOS DE LA SIBILA DE ANDRÉS MORALES por ISABEL GÓMEZ








(Publicado en la Revista “Pluma y Pincel” el 25 de agosto de 2010)



El hombre es un ser indisolublemente lenguajero e histórico, el estudio del lenguaje y el estudio de la historia deben ser conducidos de manera conjunta….porque la historia es el lugar de la creación de sentido en la temporalidad.

Meschonnic Henri



Es indudable que la “historia es el lugar de la creación de sentido en la temporalidad”, muy bien lo sabe el poeta Morales, ya que a través de su discurso poético siempre nos sorprende con su mirada aguda y su palabra certera para involucrarnos en la temporalidad, desde donde su poética penetra las subjetividades del ser. Es así, como podemos decir con seguridad, que la voz poética de Andrés Morales se ha ganado un sitial importante en la literatura, a través de libros significativos. Tales como: Lázaro siempre llora (1985), Verbo (1991), Vicio de belleza (1992), Réquiem (2001), Memoria muerta (2003), entre otros, en donde siempre hemos observado, una preocupación especial, por transmitirnos el discurso poético con claridad y eficacia.

En este libro: Los cantos de la Sibila, el discurso poético trasciende las barreras del asombro, del descubrimiento y el hallazgo eficaz, para transmitirnos la emoción que envuelve la poesía desde la subjetividad de los sujetos involucrados. La palabra es el cuerpo que analiza e interroga, que construye mundos, que transforma la realidad, más allá de una lógica tradicional, el poeta nos dice: “La lengua en que respiro/ y en la que nunca hablo. /La dulce lengua madre, /anémona olvidada, /en donde yo adivino/ y sueño a medianoche…”. Aquí toma fuerza aquello que nos planteara Humboldt Wilheim al señalar que: “El lenguaje es indispensable para que la representación se objetive, al regresar al oído la propia creación verbalizada. El lenguaje no actúa como partiendo de los objetos (como tales) Ya en la percepción hay una cierta subjetividad....”

La muerte, es otro tópico presente en estas páginas, es la voz que nos interroga, que nos presenta el retrato de nuestros recuerdos, de nuestros abandonos, de nuestros paisajes interrumpidos por los apegos y desapegos del ser. El poeta nos dice: “Y preguntas, / en qué isla descansarás en paz. / El bosque de los pinos, / el aire de tu fuego/ contestarás entonces: en ese corazón, / en este corazón. / La huella de la sangre en tu latido/ es el mar donde navegan nuestros huesos”.

En el poema “Sibila se confiesa ante su espejo”, Morales indaga en las profundidades del yo de Sibila, habla a través de su dolor, de su soledad, cito: “Habito en el desierto del desgarro: / Mis señas son ocultas, despiadadas.”. Sibila sufre y es su propia desolación la que la lleva a dudar de su fe y su trascendencia, más allá de esta realidad que la acongoja y la entristece, que la perturba, porque su yo está sumido en la aridez de los espacios que la rodean.

Estos planteamientos me recuerdan a Julia Kristeva cuando nos señala lo siguiente: ¿cómo puede ser posible superar la noción de ser como lenguaje o escritura? Sin duda a través de estos diseños Kristeva trata de ir más allá de la intertextualidad que implicaba para ella una “semiotización del mundo social”, de ahí la importancia de recoger la experiencia histórica y de una subjetividad que sea coextensiva al tiempo, tanto de la historia como de la persona, de esta forma lo subjetivo se torna una figura sólo porque existen las palabras que le dan cuerpo a esa subjetividad. En el discurso poético de Andrés Morales el ser es un sujeto poético inserto en un espacio social e histórico que da cuenta de nuestra identidad fragmentada, en donde los espacios sociales son representados como un espacio en soledad: El poeta nos dice: “La celda es el adiós,/ el agua, el cáliz/de todo amor secreto/ y su ceniza./ La llave de la celda /es el olvido:/ el cuerpo del delito,/ aquel insecto/ que puebla este final/ y algún desierto”. Queda de manifiesto en estos versos la necesidad de cuestionarnos la existencia desde una mirada crítica, desde un sujeto social que interroga y observa a través de las palabras que retornan para enunciar los sentidos y sinsentidos de la existencia.

En el poema “Sibila sueña en XXI” el poeta nos dice: “El mundo en odio y hambre: una copa rota en mil pedazos. Sed y hambre. Hambre. El odio y esta nada y el vacío, esta nada de palabras en cadena que cae y cae hasta un barranco. Bocas ciegas, ojos mudos, cuerpos que se agitan sin dulzura. Caída y nada más: caída…” En estos versos el poeta nos proyecta cierto caos existencial, aquí la nada es la palabra que dialoga consigo misma y cuestiona la vida, la banalidad de los espacios, lo iracundo en nuestras acciones. Bajo estas relaciones de poder el mundo se mueve en un escenario de “odio y hambre”, en donde el discurso poético nos introduce en una estética del cuerpo en soledad, sin conexión con el otro, impedido de establecer contactos que le permitan comprender el mundo y vivenciarlo más allá de las fronteras de su propio abandono.

Nuestro imaginario nos permite crear y recrear situaciones de vida, construir un sentido a las cosas, indagar a través de la palabra otras formas de proyectar ese imaginario, porque como dijo Borges: “Somos nuestra memoria/ somos ese quimérico museo de formas inconstantes/ ese montón de espejos rotos”. En “Los cantos de la Sibila”hay una lucha por instalar en la discusión aquellos temas que continúan en la memoria colectiva de la gente, aunque a veces se nos oculten, a través de pasajes oscuros, contaminados por el sistema imperante.

Invito a leer Los cantos de la Sibila, porque su lectura nos conduce a una red de significados, que vienen a confirmar que la poesía nos traslada a los mundos infinitos de la creación y el asombro, porque su discurso poético nos dispone en un espacio de imágenes, tiempos, recuerdos que nos sitúan en la realidad que somos y aquella que añoramos ser.

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