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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

jueves, 5 de enero de 2017

"VÉRTIGO" CRÍTICA DE CINE DE ANÍBAL RICCI



 (1958)
Dirigida por Alfred Hitchcock

El célebre maestro del suspenso utilizó su propia obsesión por las actrices rubias de belleza glacial y la volcó en la atmósfera de quizás su película más psicológica. No sólo introdujo esas tomas de profundidad súbita, de vértigo, sino que tuvo la audacia de incorporar filtros de color para los cambios en el punto de vista, tanto entre personajes como para separar la verdad del engaño, intercalando incluso animación para lograr el efecto de desconcierto, acaso el límite de la cordura, e incorporarnos a un fascinante juego al interior de la mente del protagonista. La primera hora vamos a bordo de un automóvil, persiguiendo a la esposa de Gavin Elster o quizás a un fantasma o algo prohibido, fruto del adulterio, somos en definitiva el copiloto invisible del encantamiento que obra Kim Novak o Madeleine Elster o Carlotta Valdés sobre un atribulado John Ferguson (Scottie). Día tras día, kilómetro a kilómetro, en el museo, en el viejo hotel, nuestro personaje va siendo conducido a un viejo pueblo de corredores españoles y transportado a un lugar sin tiempo, enamorándose en el transcurso, y dejando escapar esa ilusión de mujer que se anida en su mente. Todo es parte del plan de Elster para asesinar a su esposa y quedarse con su fortuna, pero la actriz que suplanta a Madeleine (Judy Barton) termina enamorándose del infortunado Scottie, que será seducido por esta apariencia sustituta e intentará revivir su romance, le comprará ropa y le cambiará el peinado, todo con tal de revivir a un fantasma, su amada que se arrojó desde la torre de la iglesia, pero John Ferguson ha descubierto la intriga y la misma mujer que personificaba una ilusión ya no es suficiente, la culpa de Scottie se posesiona de la actriz, los fantasmas vuelven a aparecer y la propia culpa de Judy Barton la hace saltar del campanario para nuevamente esfumarse ante los ojos del John Ferguson. «Todo lo que vemos o imaginamos es sólo un sueño dentro de otro sueño», simplemente un espejismo, el propio Alfred Hitchcock avanzando por un largo pasadizo para al final cruzar el espejo y descubrir lo más oscuro de su alma.

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