MATAR A PINOCHET (2020)
Dirigida por Juan Ignacio
Sabatini
«Mañana vamos a
revivir la resistencia de Salvador Allende en La Moneda», arenga el instructor
de la Operación Siglo XX. «Vamos a coger la historia por asalto», agrega y
remata con «Mañana, vamos a hacer un acto de amor».
Toda historia
épica requiere de un coro que inspire a los protagonistas y la crónica de esta
operación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), el brazo armado de
Partido Comunista, contiene un discurso no sólo dirigido a los reclutas, sino
también puede ser leído como las palabras que escoge el director para convocar
a los espectadores.
Es muy pertinente
que en el Chile de hoy surjan estos testimonios provenientes del bando
contrario a los que escribieron la historia oficial tras el Golpe Militar. Es
sano porque la Historia, con mayúsculas, también debe dar cuenta de los ideales
del grupo paramilitar que intento dar muerte al dictador.
Los frentistas recurrieron
a fusiles de asalto e incluso un Rocket para romper la comitiva de seguridad y
acabar con el sufrimiento de un país entero tras casi 15 años de cruel
dictadura. El ataque se produciría camino al Cajón del Maipo, muy cerca de un
retén de carabineros, kilómetros antes de la casa del dictador Pinochet.
En poco más de
una hora, el director nos internaliza de los preparativos de un grupo de
jóvenes inexpertos, del asalto a la comitiva en cuesta Las Achupallas y algunas
escenas posteriores correspondientes al asalto al retén de Los Queñes en la región
del Maule.
Divide las
escenas en tres estadios narrativos que representan temporalidades diferentes.
En todos ellos, se alza la figura de la comandante Tamara, chapa de Cecilia
Magni, como una de las reclutadoras del atentado a Pinochet y se utiliza el
recurso de su voz en off para darle un hilo conector al relato.
Es una voz
femenina la que nos guía, cual Ariadne, primero para mostrar el origen de su
familia, el entrenamiento de las cuadrillas, sus relaciones personales con los
miembros del FPMR y el asalto propiamente tal, este último relatado en breves
minutos y durante la huida se escucha la voz victoriosa del comandante Ramiro.
En esta capa se sugiere la existencia de diferencias de clase al interior del
Frente, de hecho, las cúpulas provenían de ámbitos universitarios y la propia
Cecilia Magni pertenecía a una familia burguesa. Todos sospechan de la lealtad
del advenedizo Sacha, un miembro de la clase obrera que también estaba
dispuesto a dar la vida con tal de matar al tirano.
La película
denuncia ese clasismo encubierto, tan propio de la sociedad chilena, pero a su
vez la agrupación podría tildarse de misógina, debido a que Tamara es la única
mujer que llegó a ocupar el cargo de “comandante” dentro de la cerrada cúpula
del FPMR.
El segundo estadio
es un viaje a la playa, en meses posteriores al atentado, donde Ramiro y Tamara
se preguntan qué salió mal en la operación. «Lo que nos derrotó no fue la mala
suerte… Alguien nos traicionó», le confiesa Tamara. Este escenario escapa del
fragor de la Operación Siglo XX, es tranquilo y meditativo, muy diferente a las
frases cortas para motivar a los reclutas. Si bien Tamara era la pareja del
jefe del FPMR, en esa travesía en auto se palpa el amor (platónico) que sentía
Ramiro.
A última hora,
antes del atentado de Achupallas, las cúpulas del Frente deciden proteger a
Tamara y librarla de las cuadrillas de fusileros. Ese trato especial sería
motivo de envidia dentro de los guerrilleros y luego de conocer la traición,
pareciera que las sospechas del director eran ciertas: no sólo la misoginia la
ponía en la mira, sino que su pertenencia a una familia acomodada, reflotaba el
resentimiento de clase. Entonces el motivo de la traición sería doble, aventura
Juan Ignacio Sabatini, por un lado, el sabotaje al interior de las filas y por
otro, la envidia a la figura de la comandante Tamara.
En el tercer escenario, Tamara ya ha sido
arrojada al río Tinguiririca. En el asalto a Los Queñes, tras dos años de silencio
en el accionar del Frente, dan muerte a un carabinero del retén y la policía se
enfrasca en una búsqueda implacable. La comandante Tamara y el comandante José
Miguel serán brutalmente torturados en la parrilla eléctrica. Su muerte obedece
al ensañamiento de las fuerzas de orden con motivo del atentado de Pinochet.
Tamara nos habla desde la otra vereda: «1 milímetro y la
historia hubiera sido diferente… Si la cúpula hubiera provisto de más armas… Si
hubiese pensado que mandaban a los fusileros a la victoria y no al matadero».
La voz en off de Tamara ahora tiene más sentido que nunca.
El puzle elegido
por el director era complejo de armar en tan sólo 80 minutos. Los cambios de
énfasis de Tamara, los discursos antes del atentado, la lucha de clases al interior de un grupo de
supuesta lucha popular (es bien polémico este punto), las traiciones, todos los
elementos van encajando a la perfección.
Alguien podría criticar la brevedad del
largometraje, pero ese es claramente otro acierto de Juan Ignacio Sabatini, uno
de los directores de la excelente «Los archivos del Cardenal». Daniela
Ramírez vuelve a estar impecable, esta vez en la interpretación de la
comandante Tamara. La cinta deja testimonio de una operación que duró apenas
siete minutos y la concisión del relato le aporta al personaje principal esa
chispa de vida de Tamara, que sabía que la vida transcurre en un instante.
«El mundo dura
mientras estamos vivos», son las últimas palabras de Tamara.
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