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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

lunes, 21 de diciembre de 2020

CRÓNICA DEL POETA Y CRÍTICO CHILENO ANTONIO ARÉVALO EN HOMENAJE A BIGAS LUNA



De la gran mujer, de la gran madre, hembra de leche perenne


El director de cine, Bigas Luna

Ves esta imagen, puede ser un ojo o un coño, puede estar referida a la primera fisura [que nos trae] al mundo o a la última mirada [con la que despedimos] al mundo.

(Bigas Luna)


Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto…

(Capítulo XI, Primera Parte: De lo que le sucedió a don Quijote con unos cabreros, «Don Quijote de la Mancha», Miguel de Cervantes)


De pequeño estaba convencido de que los pechos de las mujeres estaban llenos de leche. Cuando mi madre me cogía en sus brazos y me apretaba entre sus grandes pechos, siempre tenía miedo de que empezaran a desprender leche y me mojasen la cabeza. Para protegerme escondía la cabeza debajo de sus axilas. Fue más tarde cuando descubrí que en realidad no estaban llenos de leche. Descubrimiento que convirtió una experiencia agradable y sensual en la primera decepción de mi vida…

En mis dibujos siempre aparecen mujeres ofreciendo el pecho. A veces la ofrecen al Mediterráneo. En otras ocasiones la tiran al cielo o bien se la dan a gente necesitada. Las llamo «allattatrice», personajes de mi mitología personal que enriquecen mi vida y que últimamente se transforman en personajes reales. Mujeres bellas, misteriosas y divinas, con el poder de la maternidad y la fuerza infinita del sexo hecho alimento, mujeres con vida. Representación calcárea, paleolítica de la gran mujer, de la gran Madre, hembras de leche perenne.

(Bigas Luna)


Palazzo delle Esposizioni, Roma, tarde-noche del 4 de mayo de 1996. Una fiesta grande, popular, para homenajear al célebre director de cine español, Bigas Luna, quien ha decidido convertir una ventana sobre Via Giulia en el escaparate exclusivo de su última obra, Le Allattatrici, expuesta desde el 5 de mayo y a lo largo de una semana en Transiti, una finestra su Roma («Tránsitos, una ventana sobre Roma»).


Eso era lo que anunciaba la agencia ADKronos.

Aquella mañana, Roma se despertó con este pensamiento de Bigas Luna multiplicado en cientos de carteles distribuidos por toda la ciudad.

Bigas Luna. Nacido en Barcelona en 1946, artista conceptual, diseñador, pintor y director de cine. En su filmografía se hallan títulos como «Bilbao», «Caniche», «Lola», «Angustia» —películas que lo acercan a maestros como Luis Buñuel y Marco Ferreri—, «Las edades de Lulú», «Jamón, jamón» y «Huevos de oro». En 1996, Luna dirige a Valeria Marini en su filme más controvertido, «Bámbola».

Transiti fue una idea que ambicionamos e ideamos Emma Politi y yo mismo. Escogimos la ventana de la Galleria Giulia valorando la oportunidad de exhibir y reflexionar en torno a la multiplicidad de los lenguajes, las transiciones breves, pero de gran impacto, también como respuesta al intento de hallar un léxico común a los interrogantes que caracterizaban las postrimerías del siglo XX.

Jugar con los intervalos, recorriendo diariamente el mismo itinerario orgánico, atreverse a contemplar con los ojos de los otros, «tal como cierta publicidad nos enseña ya inteligentemente», me dice Bigas, mientras una horda de paparazzi nos asedia en las escaleras mismas del Palazzo delle Esposizioni de Roma.

La noche anterior, Bigas había elegido a una joven actriz, Fulvia Lorenzetti, como su musa para el evento romano. Aquella noche, además de declarar públicamente que le hubiera gustado adquirir una obra de Matteo Basilé, Bigas se quedó maravillado al comprobar mi eficacia a la hora de mantener a raya a los fotógrafos y pelmazos varios que nos acosaban a cada minuto. Como recompensa me regaló su abanico, abanico de caballero, el cual usé durante mucho tiempo.

«Hacer añicos estas no presencias y, en este caso, el rol que se asume, este nuevo ojo», me dice al tiempo que sonríe delante de las cámaras.

El escaparate de la Galleria Giulia era una amplia ventana que daba a una de las más antiguas calles de la capital: la primacía de Via Giulia radica hoy, igual que ayer, en haber sido la primera y más larga calle de Roma. De hecho, se desarrolla en paralelo al curso del Tíber. Fue aquí donde Bigas concibió su performance lactante. Un pequeño teatro donde una joven actriz mostraba un pecho, lo apretaba y dejaba fluir el néctar blanco con si fuese un manantial.

Desnuda, sin el hielo del límite, del coto, del marco que encierra, huye vagabunda, retoza sobre el filo de un cuchillo y cuando se precipita fuera se aleja y luego lo empuja dentro nuevamente. Las imágenes fundadas, en su equilibrio formal, se inscriben en un espacio donde se abre y se cierra un telón. Desde el purismo, el drama deviene teatro de la representación.

Me vienen a la mente sus pinturas, donde cada pincelada ocupa la arena que sirve las olas. ¿Se enciende la memoria? Recuerdo perfectamente sus dibujos en los que el ojo es el centro. Cómplice de lo impuro, pero convocando la armonía.

Organicé una cena en su honor en el Caffè della Pace, del incombustible Bartolo Cuomo, que no era solo un bar, sino más bien un lugar mágico cuya mera existencia le permitía a la cultura poseer una especie de cuartel general. Allí estaban todas las musas italianas de sus películas, Amanda Sandrelli en primer lugar, Francesca Neri y la bellísima Anna Galiena. Llegando no sé de dónde y colándose no sé cómo, vimos aparecer también a Francesca Dellera. Más pálida que nunca, no dije ni mu, temiendo que se rompiese, tan frágil se veía. Añadí una silla a la mesa. Fue una noche inolvidable.

En este mítico bar nació también la Transvanguardia: saltamos ahora hasta los inicios de los años ochenta, cuando se producen los encuentros entre el crítico Bonito Oliva y los pintores Cucchi, Clemente y Paladino. Más adelante, llegaría Gino De Domenicis. En época más reciente, algunos conocidos personajes de la farándula romana e italiana tampoco pudieron resistirse al encanto del viejo café.

Se historizan las huellas de un paisaje que roza las esquinas de una metrópoli que se presta a todo: un gesto, una línea, el eco urbano de un nuevo día. La repercusión en el presente se produce en el punto de encuentro entre pulsión y lenguaje. Hoy aquel «bar de la paz» está definitivamente cerrado y Bartolo, el gran Bartolo, murió a causa de un infarto hace ya algunos años.

«Me interesa la ‘vida’ de la imagen», confiesa Bigas en la entrevista que le realiza Marco Nereo Rotelli en Tarragona, «la energía que alimenta los contrarios y las situaciones paradójicas. Creo en una cierta alquimia capaz de colocarla en una vertiente comunicativa, la abre al mundo, creando un juego de intercambiabilidad, de interdependencia entre dimensiones consideradas opuestas». Y remacha: «Ves esta imagen, puede ser un ojo o un coño, puede estar referido a la primera fisura [que nos trae] al mundo o a la última mirada [con la que despedimos] al mundo».

Sabías que no éramos una rama, ni siquiera un ave. Cambiaste entonces de cine, de pensamiento, cambiaste de boutique, de medio de transporte, de ciudad, cambiaste de ropa, de tejidos, te pusiste un rostro nuevo.

El cineasta español, enfermo desde hacía tiempo, falleció en su casa de Tarragona, en la costa meridional catalana, asistido por su mujer e hijas. Bigas Luna tenía 67 años; una llave húmeda que, con la rabia de un rey, arroja en los tejados de un verano sin hierbas, pero con retazos de signos, hilos de girasoles, relámpagos fosforescentes.

Me adentré en su mundo y, más allá de los peligros, le hablé al anillo sin mano, la sed del jueves, los senos múltiples de la mujer hierbabuena (así la llamaré).

Nos deja sus películas, su pintura. Bigas recorre una senda en la cual la urgencia expresiva mastica velozmente todo. A partir de ahí, formula una imagen, como si lo esencial consistiese en girar hacia el colapso.


Nos dijo:

Dos personajes que aparecen siempre en mis dibujos: Espíritu y Razón…. El Espíritu es lo que está a la izquierda y siempre es algo más grande que la razón. Al principio eran dos hombres reconocibles, con las piernas abiertas. A lo largo del tiempo se fueron simplificando, todo mi trabajo aspira tal vez a una continua simplificación, una búsqueda de lo elemental. Así desaparecieron las piernas y el cuerpo se estiró, alargándose. Todos decían: son serpientes. En Comacchio, mucho después, descubro que podrían ser anguilas… sus fantasmas lo aconsejan: al borde del precipicio, se transforman en los cónsules que velan a sus posibles víctimas y así avanza la obra en su tumba, abierta a eventuales contaminaciones.


Referencias lingüísticas de todos los nómadas que no aportan ninguna solución, que intentan forzar esa lengua a convertirse en una lengua; esto lo acerca a aquella surrealista que troqueló el sarcasmo en una brújula que insertaba los hechos de su tiempo en la historia del mundo y en cuyo crepúsculo el día devenía ortiga, cráneo que reía detrás de sus dientes la risa de una pesadilla.


He paseado entre rosas y señales en Forte (entre los folios escritos, es decir, extendidos, o sea, tirados por el suelo): (y las rosas se pegaban, echadas a perder de forma precoz): (se te corrompían, así envueltas, saciándose con desenvoltura, con ojos vendados, deshaciéndose, los pétalos y las hojas): todo se da simétricamente, allí, en el espejo: también el espíritu y también la razón (si es que los entiendo bien, así parcialmente sexual, en parte no): y observé un rizo, una espiral superviviente, negra (que era una lengua, era un «lingam», supongo): Escuché una historia que Bigas contaba, de Comacchio: (donde aparecían anguilas, por supuesto, cortadas en marinada, atrozmente troceadas, segmentadas: pluricastradas en serie, a golpes).


(Edoardo Sanguinetti, agosto, 1996)


Las imágenes avanzan con la certeza de ser una alegoría que responde a una precisa funcionalidad expresiva: la apología amoral sobre la vanidad de la búsqueda del placer terrenal y, esa diferencia (donde Eva no se entiende como origen del pecado y la humanidad como el primero de sus vicios, porque el infierno como penitencia y castigo se muestra como un epígrafe de cómplices delicias) identifica la angustia, el jugo que deja a su paso la masticación, una luna que tiende a ser seductora e infiel para hacer arder el amor.

De este modo, resalta el empuje que personajes tan groseros y maleducados como yo intentan transformar, buscando allí la trama, la fórmula mágica, el encantamiento, el mito.

A este lirismo fogoso lo denominamos hoy grotesco, pero lo grotesco que, como dice Baudelaire de Goya, al final acaba convirtiéndose en lo sublime.


Glosario de términos técnicos. Cada técnica exige instrumentos y materiales propios y una terminología específica. Existen, sin embargo, algunos términos recurrentes que es necesario conocer y memorizar.

Esbozo (o croquis). Forma inicial de una obra ya en grado de sugerir el aspecto definitivo.

Gráfica de una función. Representación gráfica que permite representar líneas (rectas, rotas, curvas) en intervalos diferentes.

Campiture. Superficie homogénea de color o textura.

Claroscuro. Modelado de formas mediante dibujo o color para resaltar.


Bigas Luna fue víctima de una leucemia que mantendría en secreto hasta sus últimos días. Tan en secreto, de hecho, que muy poco antes de su fallecimiento seguía volcado en los preparativos de su nuevo trabajo, Mecanoscrito del segundo origen, una adaptación cinematográfica del libro del escritor Manuel de Pedrolo.


  1. Cuántas veces se encuentra desgarradoramente solo en el escenario de su jornada y he aquí que finalmente llegan todos, tú y tú, a veces los pueblos de la tierra y entonces el color toma el escenario.
  2. Mientras tanto, el ojo de un asustado ratoncillo brilla en la hierba como una gota de rocío, suplica su oportunidad, quédate, aunque no seas hermoso.
  3. El niño se duerme entonces, exhausto, finalmente a salvo de todo amor.

Dejadnos al menos, y menos mal, el legado de intercambiarnos distintos saludos.

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