LOS SUEÑOS
DEL CASTILLO (2018)
Dirigida por René Ballesteros
Al estudiar la cosmogonía mapuche será
«fundamental tener muy en cuenta la correspondencia simbólica del cielo y la
tierra para comprender su cultura; debe haber siempre un equilibrio entre el
mundo de las almas (los pillanes) y el mundo de los hombres».
«El sueño tendrá una importancia
capital para los antiguos mapuches, primero porque representaba el tránsito y
la comunicación entre los pillanes y los hombres, y segundo porque vaticinaba el
futuro que guiaba sus decisiones según lo que habían soñado».
El documental transcurre en un
reformatorio juvenil ubicado dentro de territorio mapuche y durante las noches
los reclusos quedan atrapados dentro de pesadillas recurrentes. Son relatadas
por ellos mismos en medio del silencio, intercalando tomas nocturnas de las
instalaciones. Los jóvenes se reunirán a diario a contar sus experiencias,
exactamente como lo hacen en su cultura, siempre intentando una interpretación
de aquellos sueños, dada su creencia de que éstos son advertencias de lo que
vendrá. Algunos recuerdan con horror esos presagios, creyendo que cometerán atroces
crímenes en el futuro. No pueden morir en los sueños, debido a que la muerte
seguramente los alcanzará en la vida real.
«El rehue simboliza la escalera al
cielo y también un lugar de congregación, donde se agradece a los pillanes y a
la tierra. Son espacios sagrados, en ellos se efectúan trances rituales y se
relatan historias de los ancianos».
El documental va oscureciendo sus
imágenes al dar cuenta de los pasos del diablo en el mundo de los muertos. Nos
enteramos de que el centro de detención fue construido sobre un antiguo
cementerio mapuche, quizás la explicación de las pesadillas que atemorizan a
los jóvenes. Representa la irrupción del «huinca» (extranjero y ladrón) al
usurpar territorios sagrados que antes habitaron los ancestros.
Esta cinta prueba que con escasos
recursos y poco más de una hora de metraje, es posible dar una idea al
espectador de la profundidad de la cultura mapuche. Hay precisión tanto en los
testimonios como en la atmósfera espacial que complementa acertadamente la
anécdota narrada.
Los últimos minutos, mediante
revelados en negativo, registran imágenes de los espíritus que deambulan en el
lugar, pero no retratando monstruos ni figuras espeluznantes, sino a través del
abismo de la naturaleza.
Desde la
concepción ancestral, la naturaleza no es una cosa, una simple fuente de
recursos puesta al servicio de los seres humanos, que para el «huinca» asume una lógica de
dominación y explotación sobre las demás formas de vida.
«En la cosmovisión de las naciones originarias, el mundo
está vivo y todo lo que existe merece respeto, ningún ser es superior a otro».
Hay acierto por parte del documental
en mostrarnos como una película de terror este apoderamiento de tierras cuya
pertenencia entra en conflicto con la creencia de los mapuches.
Los arbustos cimbran como una amenaza
siempre observante dentro de la profundidad de la noche.
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