Hace
quince años, un día 11 de agosto de 2007, nos dejó el poeta José Miguel Vicuña.
Lo conocí en su edad madura, un día en
el que fui a la Biblioteca del Congreso de Santiago, para hablar con Eliana
Navarro, quien fuera su compañera de vida y de oficio poético. Yo tímidamente iba a conversar con ella, por
recomendación de mi profesor de tesis y amigo, el poeta Andrés Morales, pues yo
estaba buscando un lugar donde dar mis primeros pasos en el mundo laboral. Finalmente, no conseguí el trabajo, pero
todas las circunstancias me llevaron al inicio de una hermosa amistad con ellos
dos, que duró por muchos años, en los que fui caminando el sendero de la
poesía.
José
Miguel Vicuña fue y es un gran poeta, muy severo e inteligente en su mirada del
oficio, lo que lo convertía en un gran maestro para los jóvenes poetas que se
le acercaban. Fue animador de tertulias
literarias, cofundador del Grupo Fuego de la Poesía y un importante intelectual
chileno. Su mirada poética es profunda,
reflexiva, de una densidad poética innegable y con un gran conocimiento del
lenguaje, como quedó reflejado en su obra poética:
·
Edad de
Bronce, 1951, Ediciones Mandril.
·
En los trabajos de la
muerte, 1956, Ediciones del Grupo Fuego de la Poesía.
·
El Hombre de
Cro-Magnon se despereza, 1958, Ediciones del Grupo Fuego de la Poesía.
·
Poemas augurales, en 1966,
Colección El Viento en la llama.
·
Cantos, 1977, Ediciones Nueva Línea.
·
Alígera Summa, 1995,
Ediciones del Milodón.
·
Elemento y súplica, 2000,
Ediciones del Grupo Fuego de la Poesía.
Tuve la
fortuna de encaminar mi oficio poético junto a José Miguel Vicuña y Eliana
Navarro, junto a ellos me adentré en los meandros de la poesía, conocí una
visión trascendente, religiosa, mística y otra que reflexionaba profunda e
intensamente acerca de la propia existencia humana.
A lo
largo de su vida hizo germinar muchas voces poéticas, contribuyó generosamente
al ambiente literario con su gentileza y buena voluntad. Fue un verdadero
adalid de la poesía y sería del todo justo que se diera el reconocimiento que
este poeta se merece, ya que es absolutamente necesario que las nuevas
generaciones sepan quién era José Miguel Vicuña, el poeta, el maestro, el
amigo.
A modo
de un sencillo homenaje, dejo algunos de sus poemas:
Feliz
Marginamiento
Hay un desvanecido feliz marginamiento
que lentamente clava su apoteosis en mí.
Y nada soy, ya nadie; vibración solamente,
objeto en que se mira lo que reste de mí.
Tal es mi amor, que toca, que quema y acaricia,
cuando ya nada exista, ni una sombra de mí.
Fundado
fue el amor
Fundado fue el amor sobre firmes quebrantos,
la noche más oscura, la más salada lágrima.
Los ríos van por dentro abriendo surcos,
buscándose el atajo van los ríos relámpagos
veloces a su mar donde calmar las ansias.
Antes de ser olvido, lo perdidizo canta,
levanta pedestales a fenecidas águilas,
un altar a los vientos fríos, desgarradores,
una señal de nunca para nadie, y espera,
y es todavía amor y desvelado fuego,
cuando el sol de otra aurora, con estrépito,
separa hielo y piedra para nacer de nuevo.
La
poesía
Apareces, bajel entre la bruma,
como de ayer y espanto,
claro fantasma,
desmantelado, ardiendo.
Eres la noche, turbulenta dicha.
Eres astros y música de seres.
Fuego celeste,
voz de la sombra,
rómpeme, abrázame.
Arquetipo
a David
Yudilevich (pensando en Jemmy Button)
Mirad en lo profundo,
dejad que lave el agua de los tiempos
el gesto pasajero de los rostros
más allá de las noches y días que soñamos,
veréis como perdura
por sobre el horizonte de las horas
el incendio de los nódulos ligeros,
revelando la faz arcaica el cuño,
que el fluir de las eras fue forjando,
viva sapiencia en que te encuentro, hermano
primitivo y futuro, entre las islas
inocentes llamándonos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario