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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

martes, 4 de julio de 2023

"ALLEN GINSBERG" (Y STELLA DÍAZ VARÍN) POR MARTÍN HUERTA (DE LOS ARCHIVOS DE EL PERIÓDICO "LA NACIÓN")

 




Empezaba la década de los '60, era enero, cuando Nicanor Parra fue invitado por la Universidad de Concepción al Primer Encuentro de Escritores Americanos, organizado por el poeta Gonzalo Rojas. También acudieron Ernesto Sábato, Miguel Arteche, Volodia Teitelboim y dos poetas "gringos": Lawrence Ferlinghetti y Allen Ginsberg, entre muchos más. Ginsberg era un poeta de la Beat Generation, con estudios en la Universidad de Columbia y un pasado surrealista ligado con las drogas y el vagabundeo: un payaso, un ser humano, un gurú poético del movimiento hippie, un ser desmembrado desde una sociedad conservadora, un trasgresor litúrgico que vomitaba diatribas contra el consumismo y las guerras, queriendo cambiar este puto mundo con el arte. También daba apoyo a las grandes causas: la liberación sexual, el libre acceso a la marihuana y los postulados del gay power.

Lawrence Ferlinghetti era poeta y también editor, en 1956 le publicó a Ginsberg uno de sus más celebres trabajos: "Howl" (Aullido).

He aquí algún fragmento de "Aullido": "He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas, histéricas, desnudas / arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de una dosis furiosa / cabezas de ángel abrazadas por la antigua conexión celestial al dinamismo estrellado de la maquinaria de la noche…".

Cuando los poetas llegaron al foro de la universidad y se dio inicio al encuentro, de entrada la nota alta la puso Ginsberg voz en cuello exigió marihuana para todos: "Hay que ventilar a este país", adujo. A Nicanor le encantaron "los gringos", con quienes trabó sólida amistad, tanto así que Lawrence Ferlinghetti terminó siendo su editor y luego que éste regresó solo a los Estados Unidos, se trajo a Ginsberg a su casa. ¡Mejor no lo hubiera hecho! Alternaron más de tres meses y Allen exigía al antipoeta tener una buena provisión de drogas.

Parra, para desentenderse de una vez de este especial personaje, invitó a almorzar a la poetisa Stella Díaz Varín a su casa de La Reina. En mala hora la Stella aceptó; pero como no hubo almuerzo, Nicanor pidió a Stella almorzar en casa de ella. Partieron con Ginsberg a la calle El Pillán 1834, en Las Condes. Esta tenía la particularidad de ¡tener un árbol dentro de la casa! En efecto, entre el living y la cocina había un peral. "Nos dio cosa cortarlo", argumentaron Stella y Luis Viveros; su marido.

No bien terminaron de almorzar, Nicanor desapareció de escena y, sin dolor, le endosó el poeta gringo a los Viveros-Díaz. El "gringo" se desordenó cada vez más, tenía la casa pasada a marihuana, llegaba a dormir a la hora de los quesos en compañía de amigotes que recogía en el bar Il Bosco y la situación se empezó a tornar "peluda" para Stella: Luis llamó a terreno a su mujer.

-¡O ese "güevón" o yo!

Stella rompió a llorar. -Démosle otra oportunidad- imploró.

Pero el destino contempla variables inesperadas. Esa misma noche, Allen, presa de terribles alucinaciones -según Stella por el síndrome de abstinencia- se levantó a las 4 de la mañana y los dueños de casa lo encontraron encaramado en lo alto del peral.

-¿Qué haces allí, Ginsberg?

-¡Baja ya!

-He venido a buscar un "cogollou" de marihuana...

-¡A balazos te voy a bajar huevón! -explotó Viveros y partió a su estudio en busca de un arma.

El matrimonio estalló en una conflagración de proporciones bíblicas...

-¡Por tu culpa!... dijo Luis corriendo presa de la ira. Al tanto Stella subió al dormitorio y ambos con pistolas en sus manos se encontraron en la escalera, dispuestos a intercambiarse disparos. Una milésima de segundo de lucidez de los contendientes permitió no cometer un desaguisado... Se miraron a los ojos para luego confundirse en un estrecho abrazo de amor. Las armas rodaron escalera abajo. Cuando las veleidades hubieron amainado, partió Ginsberg, pero la vida nunca volvió a ser igual para los Viveros-Díaz.

Ocho años después, cuando habían separado aguas, y los buenos vientos de la tierra hicieron olvidar los malos ratos, Stella recibió un presente desde Estados Unidos: era Ginsberg que le hacía llegar un nuevo poema y un papel garrapateado que rezaba: "Thank you...! Viva la mariguana! ¡Viva Príapo! / Por favor amo / Por favor amo puedo tocar su mejilla / Por favor amo puedo arrodillarme a sus pies / Por favor amo puedo aflojar sus pantalones azules / Por favor amo puedo mirar su vientre de vello dorado / Por favor amo puedo bajar suavemente sus calzoncillos / Por favor amo puedo tener sus muslos desnudos frente a mis ojos / Por favor amo puedo sacarme la ropa bajo su silla / Por favor amo puedo besar sus tobillos y su alma…" (Fragmento).


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