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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

martes, 13 de octubre de 2020

POEMAS DEL ESCRITOR PORTORRIQUEÑO DAVID CORTÉS CABÁN (ARECIBO, PUERTO RICO, 1952)

 


 LA ESCENA

 

¿Cuál es la escena, qué es lo útil?

Te pierdes bajo la lluvia. Un instante y otro es lo mismo.

Es lo que creíamos retener. 

Te sumerges en la niebla y recorres la escena de la primera sensación.

No volverás. No serás la que viaja por las estaciones.

No regresarás. Estamos ausentes. Imaginamos el sonido de la lluvia.

Es abril. Entonces era primavera y cantabas.

Estabas distante, pero tu cuerpo brillaba en la habitación.

Yo iba por otro país.

Cruzaba un puente y el puente me retenía en la orilla.

A esta misma hora debes estar cruzando el otro puente.

Es otoño y las orillas se pierden frente al horizonte.

Siempre el paisaje regresa antes de posar mi pie sobre el puente.

El viento golpea tu rostro.

El tiempo no tiene orillas y te arrastra hasta el final.

 

 

LO QUE OCURRE

 

No podrás comprender.

Lo que ocurre es más profundo.

Nunca en la superficie ni en el borde,

más profundo como un círculo

por donde caminas sin regreso.

Es mejor no mirar, no pensar.

La hoja cae ligera y sin límites

como tu caminar, tu forma de emprender.

¿Quién emprende? ¿Quién triunfa?

El camino es el silencio que se desprende

sin tu comprensión, sin poder acercarte,

sin poder retener lo que se desvanece.

Sin detenerte un solo instante lejos de ti,

y sin poder decir esto es lo que ocurre.

Lo que no puedes comprender sube sin fin.

Lo que es igual y escapa, y no tiene esplendor.

Dentro de ti el paisaje. El eco de la gran desolación.

Tu yo sin una palabra, sin un fulgor.

Todo es igual. El fuego y otra vez el silencio.

No alcanzarás a ver el comienzo.

No alcanzarás a ver la brizna verde cayendo

hasta que abras los ojos y el día vuelva a empezar.

  

 

UNA VEZ FUI UN GATO

 

Esta noche no sé adónde ir. Tampoco tú lo sabes.

No soy un lobo, no soy un conejo, no soy un gato.

Debe haber algún puerto donde esperen a alguien como yo.

Una mujer que no sabe quién soy debe estar esperándome.

Pero hay un océano de por medio.

El capitán del barco exigirá que le cuente mi vida

a cambio de cruzar el océano.

“Cualquier océano será bueno”, me dirá, para un poeta

que no sabe adónde ir. Cualquier puerto será hermoso

para una mujer que no sabe a quién espera.

Le diré al capitán que una vez fui un lobo

como el de Herman Hesse. Sé que no me creerá

por mi cara de conejo, pero le mostraré que no soy un conejo,

que no puedo dar saltos sobre la cubierta.

Me mirará asombrado y me dirá que un poeta no tiene

que imaginar tantas sandeces. Entonces le diré

que mi orgullo no me permite mentir.

Sr. Capitán no soy un conejo, soy un gato, soy el gato de Poe.

“Es posible que seas un gato”, me dirá, pues maúllas como un gato.

“Solo así puedo creerte, pues tienes suficiente edad para mentir”.

Exacto, capitán, además un poeta no debe ir por ahí

fingiendo ser un gato.

 

NO ES LO QUE PIENSAS

 

Todo acontece mientras caminamos por Manhattan.

Nos perdemos por las avenidas, giramos y bajamos

entre las nubes. Tomamos la forma de una ola,

tomamos la forma de una estrella que cae,

tomamos la forma del fuego que crepita entre las sombras.

“No es el mismo fuego de la noche anterior”, dices.

Nada es tan trágico como perderse sin saber

qué palabras pronunciar.

“Las palabras brillan en todas partes”, dije.

Están dentro de ti igual que el silencio

cuando callas y te desvías del camino.

La magia está en lo que elegimos.

Si todo es frío y desierto ¿podrías explicarlo?

Si miras a lo lejos comprenderás qué es la vida.

Miras otra vez por el cristal. Crees que has regresado

a la habitación pero caminas entre la multitud.

Ya es otoño, ya es invierno, ya es Navidad.

Los árboles han perdido su esplendor.

¿Miramos la misma realidad?

 

ME VOY PERO ME QUEDO

 

Me voy de estas montañas, regreso o estoy yéndome.

Siempre me voy y vuelvo como un duende

entre sueños. Soy el cántico interminable que viaja

entre las piedras y las costas. Voy en tu equipaje

y en tus viajes para que veas que nunca te abandono,

cuando llegas sin saber que has partido,

cuando partes sin saber que has llegado

y la vida te lleva por ciudades entre voces

que cantan en el tiempo, en la estación

de un tren que ya se aleja. Me voy digo al destino

que me aguarda para que el mar y el sol no me detengan,

cuando cantan los árboles a lo lejos

o brillan en la noche por tu ausencia.

Me voy digo a las piedras y al camino,

compañeros de viajes y de pérdidas.

Me voy por que la nieve de otros pueblos me llama

siempre para que no la olvide, cuando la vida pasa

como un rayo que traspasa mi cuerpo.

Siempre estoy regresando y partiendo para hacerme creer

que nunca estuve ausente, cuando voy por las calles

y todo va alejándose como un eco detrás de mis pasos.

 

David Cortés Cabán (Puerto Rico, 1952). Fue maestro en las Escuelas Primarias de Nueva York, y profesor adjunto del Departamento de Lenguas Modernas de Hostos Community College (CUNY). Ha publicado: Poemas y otros silencios (1981), Al final de las palabras (1985), Una hora antes (1991), El libro de los regresos (1999), Ritual de pájaros: antología personal (2004), Islas (2011), Lugar sin fin (2017), Visión poética en tres libros de Alfredo Pérez Alencart [Ensayo] (2017). Ha participado en Festivales Internacionales de Poesía en Puerto Rico, Colombia, México, Nicaragua, Venezuela, Portugal y España. En 2014 fue invitado a presentar  “Noche de Juglaría, cinco poetas venezolanos” en Berna y Ginebra. Ese mismo año la Universidad de Carabobo, en Valencia, Venezuela, le otorgó la Orden Alejo Zuloaga Egusquiza en el Festival Internacional de Poesía de Valencia. En 2019 la ciudad de Salamanca le concedió el Diploma de Huésped Distinguido, en un acto celebrado en el Ayuntamiento y dentro de la programación del XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos. Reside en Nueva York junto a su esposa Gloria Quiñones Caraballo.

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