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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

sábado, 29 de enero de 2011

"LUIS XIV Y LOS POBRES", POEMA DE PAULO DE JOLLY (CHILE)





No me parece bien que Cristo
hablase el lenguaje de los pobres
no siento afecto por ellos
no he querido enterarme de la
condición triste y desesperada
de la mayoría de mis súbditos
mucha gente tuvo que lamentarse
por haber intentado informarme de esto
no repararé en injusticia alguna
con tal de obtener los pobres necesarios
los pobres merecen su destino




Paulo de Jolly nació en Santiago de Chile en 1952. Ha publicado Luis XIV (Universidad de San Juan, Puerto Rico, 1982), poemario que ganó el Concurso Internacional Juan Ramón Jiménez. El año 2006 publica la plaquette Príncipes, duques y mariscales de Francia (autoedición). En el año 2006 reedita Luis XIV.

1 comentario:

esquinaparadise.blogspot.com dijo...

Un abrazo, estimado amigo. Se me ocurre esta opinión de Thomas Merton que contrasta considerablemente con el Luis XIV de Paulo de Jolly, al cual he leído en la antología Pulir Huesos de Galaxia Gutemberg, selección y prólogo de Eduardo Millán.
"¿Cómo “predicar” acerca del valor de la pobreza en una sociedad llena de carencias materiales, donde el afán de tener no es menor que en las llamadas “sociedades de consumo? Las Bienaventuranzas, he leído, no constituyen un programa de vida en el sentido “moral”, sino el reconocimiento de la dignidad de la persona humana, sobre todo en aquellas situaciones nacidas de la injusticia, el egoísmo, la soberbia, la violencia; situaciones que se dan en todos los contextos humanos, incluida la Iglesia. De ahí que “conversión” y “seguimiento de Cristo” tienen que ver con la revisión de nuestros patrones de conducta en la comunidad eclesial: reconocimiento de nuestra propia pobreza, solidaridad con los pobres, y promoción de cada persona en una comunidad fraterna, redentora, fundada en el perdón, donde el mayor de todos es el que sirve. Sólo así podremos entonces ofrecer una alternativa auténticamente evangélica a la sociedad de la que formamos parte, y no un sucedáneo “religioso” para calmar las conciencias y contribuir a las injusticias.

La Iglesia de Jesús es una iglesia de pobres, en el sentido más amplio de la palabra. Sin embargo a veces los “pobres” son utilizados, manipulados, de modo que justifiquen viejos patrones de conducta, marginación, subestimación, y otras lindezas, por quienes detentan algún poder, de manera que ese poder no disminuya. Cuando mantenemos a los cristianos con una formación teológica de perfil bajo, cuando estimulamos devociones superficiales y milagreras, cuando potenciamos la pasividad de los laicos, estamos trabajando, no por la “comunidad nueva de Jesús”, sino por una estructura de poder que es, sin lugar a dudas, ajena al Evangelio, y cómplice de todas las injusticias de este mundo"