Jesús Ortega, hace años residente en Suecia, ha sido sistemáticamente olvidado por los críticos, académicos y antólogos... Un error imperdonable que es casi una costumbre en Chile. Perteneciente a la Generación del '60 (o estríctamente hablando, de 1972) comparte este lugar junto a notables cultores del género como Juan Luis Martínez, Oscar Hahn, Manuel Silva Acevedo, Juan Cameron, Gonzalo Millán, Alejandra Basualto, Carmen Berenguer, Jaime Quezada, Omar Lara y Floridor Pérez, entre otros. Su primer libro, Las pizarras del mundo, fue elogiado y destacado como uno de los mejores libros publicados en el año 1968, pero luego, con el horror del golpe de estado y con el exilio de Ortega, su figura se fue desvaneciendo inexplicablemente en Chile (no así en Europa, donde ha sido publicado y traducido). en esta página he tratado de divulgar algo de su producción. Hoy me parece importante reproducir un artículo aparecido en la Revista "Liberación" de Malmö, Suecia, y que firma, haciendo justicia al poeta, el querido y gran poeta Juan Cameron.
De este mundo y del otro, de Jesús Ortega
Una necesaria antología
Una necesaria antología
por
Juan Cameron
La reciente recopilación de la obra del chileno Jesús Ortega, quien reside en Malmö, da cuenta del oficio mantenido por este poeta a través de sus cuatro libros anteriores. Reconocido, por su cercanía expresiva, a la Promoción del 65, la poesía de Ortega nos resulta absolutamente sesentaiochista.
Es necesario repetir -para confirmar las versiones del autor- que en tiempos de la Unidad Popular, con Juan Luis Martínez y Raúl Zurita leíamos, en el Café Cinema, Las pizarras del mundo, editada en Santiago, en 1968, por un artista conocido más bien como mimo, una suerte de Chaplin en la incipiente televisión chilena. Esta anécdota se la conté a Jesús Ortega al conocerlo en un bar de Malmö, el Två Krögare, a fines del verano de 1987. Y lo leíamos, justo es decirlo ahora, con el mismo interés que a los beatniks, los surrealistas y todos nuestros héroes contemporáneos.
Algún buen amigo limpió aquel ejemplar de mis estanterías. Textos como El indolente, Leonídas en Sudamérica o El ángel derribado puedo rescatarlos ahora desde su esperada antología, De este mundo y el otro, editada recientemente en Suecia -en castellano dicho sea de paso- por Brutus Östlings Bokförlag Symposion.
Pocos meses después de aquel encuentro, Ortega entregó su segundo libro, Serpentímetra. Habían transcurrido casi veinte años y sus lectores se encargaban de reclamar por tal ausencia. El volumen, bilingüe, con traducciones de Lasse Söderberg, fue editado por Aura Latina, dirigida entonces por Pancho Pérez Santiago y su heroico camarada de armas, Rubén Aguilera. La presentación tuvo lugar el sábado 26 de septiembre en el Fredman, y contó con la presencia de Manolo de Utrera y su grupo en una tarde que ofrecía, además, flamenco y tango. Y si bien muchos de los textos acompañados ya los habíamos leído en su primer libro, piezas como Para hablar con las musas y Recuerdo a Carmona -esta última una verdadera joyita para la lírica nacional- se destacaron de inmediato.
Carmona es un poeta que ya se fue; pero sigue bicicleteando en el texto de Ortega: Es él y su Volvo idolatrado/ Es él llegando a mi casa/ Por la tarde/ Es él y yo y la Chabe tomando vino caliente con naranja/ En el jardín de mi casa/ En el jardín lleno de rosas de mi casa/ Es mi casa/ a 13.000 kilómetros de su calle/ La que pasa. Ritmo, cadencia y repetición construyen este nostálgico texto. Aunque en la versión original le agregaba un largo Chile de distancia.
El escritor se toma su tiempo. Luego de ocho años, en 1995, entrega, en versiones distintas, La vidriera irrespetuosa. La gente empieza a comentar que Ortega escribe poco, que está en deuda con la poesía. El poeta se defiende: no escribo poco,/ emborrono centenares de cuartillas,/ pero quemo mucho./ (El fuego inmola)/ y debiera echar a la fogata/ la mitad de aquello que no quemo, alega años después en un poema no incluido en ninguna parte.
Su visión apocalíptica (a la entrada de la isla/ De Manhattan/ Circe levanta su antorcha encendida), esos cuerpos prestados al amor y las verdaderas causas de los monstruos que allí nos explica, muestran el desarrollo logrado en la reiteración de sus temas. Aunque su verdadero conflicto -entre la desesperación por el decir y la concentración de la técnica- se expresa en estas páginas como una oposición bastante absoluta.
Jesús Ortega es poeta del descubrimiento, la inteligencia iluminada y el juego permanente. No estamos ante un simple continuador de Nicanor Parra -bien podría serlo también de Gonzalo Rojas- ni frente a un antipoeta declarado. Ortega maneja un estilo propio y reconocible, aunque muy vinculado a la Generación Universitaria del 65 y a sus primeros autores (Omar Lara, Oscar Hahn, Hernán Miranda Casanova, Jaime Quezada y Floridor Pérez aproximadamente) más que a la del 50, a la que por razones cronológicas podría vincularse. Y en tanto sujeto histórico ha permanecido siempre en la memoria y el registro literario nacional, aunque su ausencia a ratos sea causa de un desconocimiento marcado y ocasionalmente odioso.
La actitud lúdica de Ortega consigue, en Modestísima proposición (2005), momentos de intensidad y placer estético. El poema Iluminaciones, escrito ciertamente por alguien que conoce y gusta de la poesía, más allá del hecho de citar a poetas de diversas épocas, en sí un objeto valioso. La contracción semántica del verso 9 -Y Ungaretti d’inmenso- es un recado para golosos, un reflexión inversa, tal vez la única posible frente al espectacular verso del vate italiano. Es decir, una iluminación.
Otro punto de altísima inflexión consigue el poeta en el texto Se acabó la fiesta. Como en la mayor parte de sus trabajos, la cuestión política, la denuncia y el necesario apuntar con el dedo, están presentes con su lenguaje directo, indirecto, transversal o cotidiano. Cuanto hace aquí, Ortega, es ensamblar una serie de lugares comunes, imágenes recurridas, pastiches de nuestra cultura occidental, para mostrarlas al desnudo en una nueva armatoste, lírica, rítmica y absoluta. Como diría un argentino, «se pudrió todo»: Hemos roto la guitarra contra el piso/ Hemos incendiado el piano. / Estrangulado el arpa (...) The end./ Cierren y vámonos a casa./ Desde la poltrona veremos/ Pelícanos fritos en aceite.
De este mundo y el otro se cierra con un cuadernillo reciente bautizado como De par en par. El mérito de esta antología reside en poner de manifiesto su poética válida e interesante, como una expresión más de la poesía chilena, esta vez generada en el extranjero. Una poesía que, por lo demás, responde a la línea formulada por su autor desde sus inicios y que se adscribe al modernismo humanista de fines del Siglo XX. En ella se manifiesta una clara búsqueda de lo inteligente, lo sagaz y lo acertivo -así como de la perfección formal encaminada a la denuncia y a la liberación frente al dominio opresivo del mal. Pero esta búsqueda, en todo caso romántica, muchas veces deberá sacrificar la obtención de ese instante perfecto en beneficio de la realidad. De allí que el título elegido por Jesús Ortega Heller -poeta chileno nacido en Caracas en 1932- sea del todo preciso.
Es necesario repetir -para confirmar las versiones del autor- que en tiempos de la Unidad Popular, con Juan Luis Martínez y Raúl Zurita leíamos, en el Café Cinema, Las pizarras del mundo, editada en Santiago, en 1968, por un artista conocido más bien como mimo, una suerte de Chaplin en la incipiente televisión chilena. Esta anécdota se la conté a Jesús Ortega al conocerlo en un bar de Malmö, el Två Krögare, a fines del verano de 1987. Y lo leíamos, justo es decirlo ahora, con el mismo interés que a los beatniks, los surrealistas y todos nuestros héroes contemporáneos.
Algún buen amigo limpió aquel ejemplar de mis estanterías. Textos como El indolente, Leonídas en Sudamérica o El ángel derribado puedo rescatarlos ahora desde su esperada antología, De este mundo y el otro, editada recientemente en Suecia -en castellano dicho sea de paso- por Brutus Östlings Bokförlag Symposion.
Pocos meses después de aquel encuentro, Ortega entregó su segundo libro, Serpentímetra. Habían transcurrido casi veinte años y sus lectores se encargaban de reclamar por tal ausencia. El volumen, bilingüe, con traducciones de Lasse Söderberg, fue editado por Aura Latina, dirigida entonces por Pancho Pérez Santiago y su heroico camarada de armas, Rubén Aguilera. La presentación tuvo lugar el sábado 26 de septiembre en el Fredman, y contó con la presencia de Manolo de Utrera y su grupo en una tarde que ofrecía, además, flamenco y tango. Y si bien muchos de los textos acompañados ya los habíamos leído en su primer libro, piezas como Para hablar con las musas y Recuerdo a Carmona -esta última una verdadera joyita para la lírica nacional- se destacaron de inmediato.
Carmona es un poeta que ya se fue; pero sigue bicicleteando en el texto de Ortega: Es él y su Volvo idolatrado/ Es él llegando a mi casa/ Por la tarde/ Es él y yo y la Chabe tomando vino caliente con naranja/ En el jardín de mi casa/ En el jardín lleno de rosas de mi casa/ Es mi casa/ a 13.000 kilómetros de su calle/ La que pasa. Ritmo, cadencia y repetición construyen este nostálgico texto. Aunque en la versión original le agregaba un largo Chile de distancia.
El escritor se toma su tiempo. Luego de ocho años, en 1995, entrega, en versiones distintas, La vidriera irrespetuosa. La gente empieza a comentar que Ortega escribe poco, que está en deuda con la poesía. El poeta se defiende: no escribo poco,/ emborrono centenares de cuartillas,/ pero quemo mucho./ (El fuego inmola)/ y debiera echar a la fogata/ la mitad de aquello que no quemo, alega años después en un poema no incluido en ninguna parte.
Su visión apocalíptica (a la entrada de la isla/ De Manhattan/ Circe levanta su antorcha encendida), esos cuerpos prestados al amor y las verdaderas causas de los monstruos que allí nos explica, muestran el desarrollo logrado en la reiteración de sus temas. Aunque su verdadero conflicto -entre la desesperación por el decir y la concentración de la técnica- se expresa en estas páginas como una oposición bastante absoluta.
Jesús Ortega es poeta del descubrimiento, la inteligencia iluminada y el juego permanente. No estamos ante un simple continuador de Nicanor Parra -bien podría serlo también de Gonzalo Rojas- ni frente a un antipoeta declarado. Ortega maneja un estilo propio y reconocible, aunque muy vinculado a la Generación Universitaria del 65 y a sus primeros autores (Omar Lara, Oscar Hahn, Hernán Miranda Casanova, Jaime Quezada y Floridor Pérez aproximadamente) más que a la del 50, a la que por razones cronológicas podría vincularse. Y en tanto sujeto histórico ha permanecido siempre en la memoria y el registro literario nacional, aunque su ausencia a ratos sea causa de un desconocimiento marcado y ocasionalmente odioso.
La actitud lúdica de Ortega consigue, en Modestísima proposición (2005), momentos de intensidad y placer estético. El poema Iluminaciones, escrito ciertamente por alguien que conoce y gusta de la poesía, más allá del hecho de citar a poetas de diversas épocas, en sí un objeto valioso. La contracción semántica del verso 9 -Y Ungaretti d’inmenso- es un recado para golosos, un reflexión inversa, tal vez la única posible frente al espectacular verso del vate italiano. Es decir, una iluminación.
Otro punto de altísima inflexión consigue el poeta en el texto Se acabó la fiesta. Como en la mayor parte de sus trabajos, la cuestión política, la denuncia y el necesario apuntar con el dedo, están presentes con su lenguaje directo, indirecto, transversal o cotidiano. Cuanto hace aquí, Ortega, es ensamblar una serie de lugares comunes, imágenes recurridas, pastiches de nuestra cultura occidental, para mostrarlas al desnudo en una nueva armatoste, lírica, rítmica y absoluta. Como diría un argentino, «se pudrió todo»: Hemos roto la guitarra contra el piso/ Hemos incendiado el piano. / Estrangulado el arpa (...) The end./ Cierren y vámonos a casa./ Desde la poltrona veremos/ Pelícanos fritos en aceite.
De este mundo y el otro se cierra con un cuadernillo reciente bautizado como De par en par. El mérito de esta antología reside en poner de manifiesto su poética válida e interesante, como una expresión más de la poesía chilena, esta vez generada en el extranjero. Una poesía que, por lo demás, responde a la línea formulada por su autor desde sus inicios y que se adscribe al modernismo humanista de fines del Siglo XX. En ella se manifiesta una clara búsqueda de lo inteligente, lo sagaz y lo acertivo -así como de la perfección formal encaminada a la denuncia y a la liberación frente al dominio opresivo del mal. Pero esta búsqueda, en todo caso romántica, muchas veces deberá sacrificar la obtención de ese instante perfecto en beneficio de la realidad. De allí que el título elegido por Jesús Ortega Heller -poeta chileno nacido en Caracas en 1932- sea del todo preciso.
POEMAS DE JESÚS ORTEGA
YO QUE ESCRIIBO POEMAS CONTRA LA DESHUMANIZACIÓN Y
LA MAQUINIZACIÓN DE LA VIDA MODERNA......
aparte de los utensilios normales de cocina, es decir:
tostador, microhondas,
juguera, batidora y calentador de agua, (todos eléctricos),
acumulo esparcidos por mi casa:
Una aspiradora que guardo en la alacena, al lado de un plumero
y de una escoba, que viene a ser su abuela.
Un radio para escuchar los desastres cotidianos, las bombas y la guerra.
Una televisión en colores para ver la sangre por las calles.
Una cámara de video para guardar amores en conserva.
Una máquina fotográfica para congelar la dicha.
Un reproductor de video que puede detener la vida a gusto
y ofende a los dioses.
Un computador o sésamo que me abre su caja de pandora cada día.
Un teléfono movil para ir hablando solo por la calle, como los locos
que hablan con Dios o con sus fantasmas personales
y otro casero, que no me sirve para hablar con las musas.
Una Olimpia portatil que pasó al olvido
como tantas cosas que escribí con ella.
Una calculadora, que me cuenta los dineros
y me descuenta los pasos a la tumba.
Un gramófono "Garrard" que jamás usurpará el lugar de mi victrola a cuerda
con trompeta de lata,
(que encontré en un gallinero cuando iba a caballo y era un muchacho natural)
en la que escuchaba a la Lucienne Boyer,
cantando "Parlez-moi d´amour." Ay! Tan remota.
He de agregar a esta ingente colección, un reloj despertador
que nunca me sacó del sueño.
Una plancha que no alisa las arrugas del alma.
Un depilador otorrino que me borra los secretos y las malas palabras.
Un secador de pelo que sólo usa mi amada suicidandose el peinado.
Un mapa mundi iluminado que se cae a pedazos
y que por metafóricas razones yo conservo,
mas una muchedumbre de nimios adminículos, lentes, lupas, sacapuntas,
y otros que no merecen mención.
Todos esto artefactos, ya sabemos, son industria de Caín,
el transgresor,
que forjó el hierro y levantó las ciudades,
donde las casas son máquinas para vivir.
(La quijada de burro de aquel fratricidio original
fue el primer "ready made"
ya tenía forma de revolver
y mas de siete dientes en el cargador.)
*
Ante la esplendente pantalla,
sentado en el banquillo con gusano adaptador,
proso este "mea culpa" en caracteres New Times Roman,
que mi impresora vomita en rítmicas arcadas sucesivas.
INFORMES METEREOLÓGICOS
HIROSHIMA .
Pronóstico metereológico
Para el 6 de agosto de 1945:
Cielo abierto hacia el amanecer.
Nubes densas y precipitación parcial
En las primeras horas de la tarde.
Durante el día abrasadora ola de calor.
Totalmente despejado hacia el anochecer.
WASHINGTON D.C. .
Informe sobre el tiempo
5 de agosto, 1945.
Boletín especial:
A las 19 hrs. una negra nube
Se detuvo para siempre
Sobre el Capitolio.
CIUDAD DEL VATICANO
Informe Pontificio.
6 de agosto, 1945:
Dios sigue azul.
NO CAMERON, NO ESCRIBO POCO
No Cameron, no escribo poco,
Emborrono centenares de cuartillas
Pero entrego a la llama el verso tosco,
El fuego inmola y en sus lenguas brilla.
Mas no debiera dejar un solo verso
Sin sufrir el flamígero castigo,
Que después de todo pienso
Cameron, querido amigo,
Que igual lo que arde y lo que absuelvo
La traidora errata
Y lo florido,
Se ha de comer el polvo
o el diente crecido de la rata
dos maneras semejantes del olvido.
No Cameron, no escribo poco,
Emborrono centenares de cuartillas
Pero entrego a la llama el verso tosco,
El fuego inmola y en sus lenguas brilla.
Mas no debiera dejar un solo verso
Sin sufrir el flamígero castigo,
Que después de todo pienso
Cameron, querido amigo,
Que igual lo que arde y lo que absuelvo
La traidora errata
Y lo florido,
Se ha de comer el polvo
o el diente crecido de la rata
dos maneras semejantes del olvido.
SI, GONZALO ROJAS, ADVERTIDO
“..de lo que uno se muere es de maniquí”
G. R.
Si, Gonzalo Rojas, advertido,
de maniquí termina uno,
sobre todo si arriba al importuno
momento sin haber vivido.
Que cruzado el lùgubre dintel
hay quien llega con el alma seca,
y pasa, hueco èl,
ella muñeca.
Y como todos por igual en la resaca,
baja uno a la fosa horizontal
a un yantar no prevenido,
donde no se es comensal
sino el comido.
Porque al fin,
maquillado y bien vestido
se llega al gran festín
con todo el aderezo,
“..de lo que uno se muere es de maniquí”
G. R.
Si, Gonzalo Rojas, advertido,
de maniquí termina uno,
sobre todo si arriba al importuno
momento sin haber vivido.
Que cruzado el lùgubre dintel
hay quien llega con el alma seca,
y pasa, hueco èl,
ella muñeca.
Y como todos por igual en la resaca,
baja uno a la fosa horizontal
a un yantar no prevenido,
donde no se es comensal
sino el comido.
Porque al fin,
maquillado y bien vestido
se llega al gran festín
con todo el aderezo,
pero eso que devoran en la fosa,
aunque baje tieso,
Gonzalo Rojas te juro, no es de loza,
ni mayólica, ni acrílico, ni yeso.
aunque baje tieso,
Gonzalo Rojas te juro, no es de loza,
ni mayólica, ni acrílico, ni yeso.
MUNDO APARTE
Sin ti todo sería a medias.
Vería sólo hemisferios,
calas,
sinopsis de este mundo,
puzles incompletos,
mediaslunas.
Me llegaría todo parcial,
cortado en sus mitades
y yo solo con una.
Pero aunque el falso compás
y los cuadrantes
te digan lejana,
telefónica, postal,
mi alma telescópica te trae
vertical
desde tu estrella.
Y llegas siempre a tiempo,
cuando todo se escapa, desafina,
se va en ráfagas,
se apagan, impares las visiones.
Llegas astral, pensada o dicha.
y son las niñas de tus ojos
las que alumbran con los míos
el paisaje que yo solo
no abarcaba.
Tú quieres sin embargo capturarlo todo,
para ti sola, .
quedarte
con tu gesto en el espejo,
el ancho del paisaje en tu ventana,
el rosa de las cumbres,
y el azul de los mapas
o del cielo.
Pero aunque tú pretendas
que en esa soledad
lo tienes todo
y ante la luna henchida
de su luz prestada
te niegues a los dos asombros,
yo pienso que sospechas
que por detrás de ti
me acerco
y aunque no lo confieses,
y no vuelvas el alma
para verlo,
sientes en tu soledad
que por encima de tu hombro
yo me asomo.
VOY A TIRAR LA ESCAFANDRA
Sin ti todo sería a medias.
Vería sólo hemisferios,
calas,
sinopsis de este mundo,
puzles incompletos,
mediaslunas.
Me llegaría todo parcial,
cortado en sus mitades
y yo solo con una.
Pero aunque el falso compás
y los cuadrantes
te digan lejana,
telefónica, postal,
mi alma telescópica te trae
vertical
desde tu estrella.
Y llegas siempre a tiempo,
cuando todo se escapa, desafina,
se va en ráfagas,
se apagan, impares las visiones.
Llegas astral, pensada o dicha.
y son las niñas de tus ojos
las que alumbran con los míos
el paisaje que yo solo
no abarcaba.
Tú quieres sin embargo capturarlo todo,
para ti sola, .
quedarte
con tu gesto en el espejo,
el ancho del paisaje en tu ventana,
el rosa de las cumbres,
y el azul de los mapas
o del cielo.
Pero aunque tú pretendas
que en esa soledad
lo tienes todo
y ante la luna henchida
de su luz prestada
te niegues a los dos asombros,
yo pienso que sospechas
que por detrás de ti
me acerco
y aunque no lo confieses,
y no vuelvas el alma
para verlo,
sientes en tu soledad
que por encima de tu hombro
yo me asomo.
VOY A TIRAR LA ESCAFANDRA
Voy a tirar la escafandra,
las sondas,
los libros de sicología.
No voy a bucear en ti
buscando a la que llevas dentro.
No llevas otra adentro,
no hay otra.
Eres la que eres, la que amo,
de ti misma nacida.
A qué buscarte angélica,
en la espiral de unos sueños
ya vencidos.
Ven balanceándote en la duda
de tus tacos,
ven fea esta mañana,
sin la gracia de tu aire en el espejo,
y queriéndome menos a esta hora.
No voy a inventarte nunca mas
en punta de pies,
sobre ti misma empinada,
ni a soñarte en postales de dicha florida.
Si no fueras tú no me amarías,
y es el tú que me ama
el que amo yo,
y tú me quieres porque así te quiera,
con tus días menos pensados,
tus lunas menguantes
y tus viernes de ceniza.
Pero tú entera de tí,
libre ya de mis novelerías
A LISA EN LA DUCHA
Resbalo por tu piel, ya no te abrasa
mi ardor, que se va con el venero,
cae con la espuma, lava o lavasa,
y se ahoga en el resumidero.
Entre pompas y cálidos vapores
se deslizan mis huellas digitales.
Con mis besos, mi savia, mis humores,
se hunden mis pecados capitales.
Mas nunca podrá esa catarata
jabonosa arrasar de tus entrañas
aquello que en el beso no es antojo,
ni humedo, ni pulpa, ni escarlata,
que sólo arrastra pelos y pestañas,
jamás mi amor recóndito el remojo.
mi ardor, que se va con el venero,
cae con la espuma, lava o lavasa,
y se ahoga en el resumidero.
Entre pompas y cálidos vapores
se deslizan mis huellas digitales.
Con mis besos, mi savia, mis humores,
se hunden mis pecados capitales.
Mas nunca podrá esa catarata
jabonosa arrasar de tus entrañas
aquello que en el beso no es antojo,
ni humedo, ni pulpa, ni escarlata,
que sólo arrastra pelos y pestañas,
jamás mi amor recóndito el remojo.
"Jesús Ortega, ese mimo, actor y poeta maravilloso que siempre ha sido, para mi, una caja infinita de sorpresas."
Andrés Morales (discurso de Incorporación a la Academia Chilena de la Lengua,Santiago, 2008).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario