GONE GIRL (2014)
Dirigida por David Fincher
El nudo dramático se desata a partir
de un supuesto rapto de la esposa de un matrimonio modelo del medio oeste
norteamericano. El guion está a cargo de la autora del libro homónimo, Gillian
Flynn (Kansas, 1971). Justamente la acción transcurre en el estado de Missouri
y toma como eje la vida de la «asombrosa» Amy Elliott, cuya niñez ha sido
explotada televisivamente por unos estrambóticos padres a través de una imagen
pública distorsionada, esto es, la vida de la protagonista ya ha sido expuesta
desde pequeña a un forzado dramatismo.
La historia está ambientada en la
época previa a la moda de los reality shows, incluso la niñez de Amy
transcurre en tiempos donde la pseudo realidad era difundida a través de la
televisión, época anterior a la masificación de las redes sociales y los
celulares inteligentes.
Amy proviene de Nueva York y es una
mujer sofisticada que se casó con el convencional Nick Dunne, cuya madre ha
enfermado de cáncer. A raíz de este acontecimiento, la idílica vida de la mujer
pierde brillantez y se enfrasca en el bienestar de esa madre. Una vez muerta,
Amy debe recuperar su protagonismo.
La película está muy bien equilibrada
y ninguna de las hebras resulta descuidada, mérito de un director que sabe
dosificar la tensión. Hay un relato policial, un matrimonio quebrado, un medio
televisivo sensacionalista y una sociedad expectante.
Imaginen esas mismas hebras en la
actualidad, mediadas por redes sociales que interpretarían la intimidad de este
matrimonio.
Se vislumbran tres actos en el
transcurso del filme. El primero, es un hombre aburrido de su matrimonio, con
un romance a cuestas, que de pronto ve desaparecer a su mujer. Es un supuesto
culpable del fracaso matrimonial. La propia Amy describe al matrimonio de forma
despiadada, como el lugar donde «guardamos rencores, nos manipulamos y causamos
dolor al otro». A Nick le falta fuerza vital para defenderse y la opinión
pública (aguijoneada por la TV) lo va retratando como el posible asesino de su
esposa.
El canal sensacionalista alimenta el
morbo de la sociedad, mientras los televidentes en sus casas hacen conjeturas.
Es obvio que no hay noticias que valgan la pena en este retrato de Missouri. Al
parecer, el mundo político tampoco aporta demasiado al imaginario colectivo.
En un segundo acto, Amy aparece viva
y tratando de pasar por muerta para que la justicia dictamine la pena capital
contra Nick. Se muestra la manera en que plantó las pruebas incriminatorias,
limpió la sangre que ella misma se extrajo del brazo, todo como una forma de
hacer pagar a Nick por la vida mediocre a que la ha condenado. Incluso es capaz
de escribir un falso diario de vida para hacer todo más convincente ante la
policía. Al final de este acto arrestan a Nick que debe esperar un milagro para
zafarse de la justicia.
La manipuladora Amy está aburrida de
su vida actual y desea rememorar los años televisados de su niñez. Aprendió a
alimentarse del drama y está dispuesta a sacrificar a su marido con tal de
recuperar el protagonismo. Sólo le importa el presente, la fotografía del
instante, esa planicie que las redes sociales instalarán en la última década
del siglo XXI.
El tercer acto se desencadena al
fallar el plan de escape de Amy que es despojada de su dinero por un par de
delincuentes. Ante el imprevisto, ella contacta al ex novio acosador y el
espectador espera que se salga con la suya, escabulléndose en la oculta casa
del lago de su antiguo novio. Posee un complejo sistema de circuito cerrado y
en ese mismo instante Amy maquina volver a los brazos de Nick como una
sufriente esposa que ha sido torturada por un sicópata del pasado. Al verse en
las cámaras, ella urde el descabellado plan que la convertirá en una sicópata
asesina.
Imaginen las posibilidades que abren
las fake news en la actualidad, de transformar a una dulce niña mediante
la realidad distorsionadora que se cuela por Internet, resultante del bullying
colegial perpetrado en redes sociales y de tener que estar subiendo
continuamente material en Instagram para que esa persona pueda construirse una
vida.
En un un giro inesperado, Amy vuelve
a tomar las riendas y asume un papel dominante que Nick nunca adoptó. De
regreso en el hogar, Amy se sincera en la ducha (para evitar micrófonos) y le
dice a Nick que ha asesinado al ex novio y que lo ha hecho por él.
Amy manipula la verdad y Nick conoce
perfectamente el juego. Las redes sociales distorsionan de manera extrema las
emociones de unos seres humanos que nos hemos acostumbrado a la noticia de
última hora sin ningún tipo de filtro. Lo que prevalece es la imagen sin
profundidad compuesta de información aportada por dudosas fuentes con el fin de
satisfacer a veces oscuros fines.
Una sola imagen basta para construir
la actualidad y será replicada por los medios de comunicación hasta convertirla
en verdad.
Nuevamente Amy se ha colocado en el
centro de la acción, manipulando a todos, burlando a la policía que sabe que es
culpable. Incluso se ha embarazado (con los espermios que Nick había provisto a
un banco de espermas) y lo obliga a vivir su papel de esposo o hará sufrir a su
hijo al que probablemente la justicia le negará la custodia.
La realidad está siendo mediatizada
por las redes sociales a no ser que en el futuro se persiga legalmente su
contenido. ¿Censura o control de un mundo caótico?
En la cinta, el matrimonio aparece
como una institución contractual en la que ambos miembros se manipulan ante la
sociedad, en este caso ante la policía, la justicia, la TV y nosotros como
espectadores, en imágenes que destilan un cuidado humor negro.
El rol del abogado disfraza un
cinismo hacia lo violento de la relación e incluso los insta a sacar provecho
económico de la nueva relación que podrían explotar a través de un reality show.
Si extrapolamos fuera del ámbito de
las relaciones personales: ¿Las redes sociales influyen en las legislaciones?
¿en el ámbito judicial? En definitiva, ¿serán la fuente donde se nutren
nuestros políticos y sus electores?
¿Es válido utilizar las redes
sociales para alcanzar el protagonismo de la agenda?
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