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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

viernes, 15 de julio de 2022

"GONE GIRL" DE DAVID FINCHER, CRÍTICA DEL ESCRITOR CHILENO ANÍBAL RICCI

 


GONE GIRL (2014)

Dirigida por David Fincher

 

El nudo dramático se desata a partir de un supuesto rapto de la esposa de un matrimonio modelo del medio oeste norteamericano. El guion está a cargo de la autora del libro homónimo, Gillian Flynn (Kansas, 1971). Justamente la acción transcurre en el estado de Missouri y toma como eje la vida de la «asombrosa» Amy Elliott, cuya niñez ha sido explotada televisivamente por unos estrambóticos padres a través de una imagen pública distorsionada, esto es, la vida de la protagonista ya ha sido expuesta desde pequeña a un forzado dramatismo.

 

La historia está ambientada en la época previa a la moda de los reality shows, incluso la niñez de Amy transcurre en tiempos donde la pseudo realidad era difundida a través de la televisión, época anterior a la masificación de las redes sociales y los celulares inteligentes.

 

Amy proviene de Nueva York y es una mujer sofisticada que se casó con el convencional Nick Dunne, cuya madre ha enfermado de cáncer. A raíz de este acontecimiento, la idílica vida de la mujer pierde brillantez y se enfrasca en el bienestar de esa madre. Una vez muerta, Amy debe recuperar su protagonismo.

 

La película está muy bien equilibrada y ninguna de las hebras resulta descuidada, mérito de un director que sabe dosificar la tensión. Hay un relato policial, un matrimonio quebrado, un medio televisivo sensacionalista y una sociedad expectante.

 

Imaginen esas mismas hebras en la actualidad, mediadas por redes sociales que interpretarían la intimidad de este matrimonio.

 

Se vislumbran tres actos en el transcurso del filme. El primero, es un hombre aburrido de su matrimonio, con un romance a cuestas, que de pronto ve desaparecer a su mujer. Es un supuesto culpable del fracaso matrimonial. La propia Amy describe al matrimonio de forma despiadada, como el lugar donde «guardamos rencores, nos manipulamos y causamos dolor al otro». A Nick le falta fuerza vital para defenderse y la opinión pública (aguijoneada por la TV) lo va retratando como el posible asesino de su esposa.

 

El canal sensacionalista alimenta el morbo de la sociedad, mientras los televidentes en sus casas hacen conjeturas. Es obvio que no hay noticias que valgan la pena en este retrato de Missouri. Al parecer, el mundo político tampoco aporta demasiado al imaginario colectivo.  

 

En un segundo acto, Amy aparece viva y tratando de pasar por muerta para que la justicia dictamine la pena capital contra Nick. Se muestra la manera en que plantó las pruebas incriminatorias, limpió la sangre que ella misma se extrajo del brazo, todo como una forma de hacer pagar a Nick por la vida mediocre a que la ha condenado. Incluso es capaz de escribir un falso diario de vida para hacer todo más convincente ante la policía. Al final de este acto arrestan a Nick que debe esperar un milagro para zafarse de la justicia.

 

La manipuladora Amy está aburrida de su vida actual y desea rememorar los años televisados de su niñez. Aprendió a alimentarse del drama y está dispuesta a sacrificar a su marido con tal de recuperar el protagonismo. Sólo le importa el presente, la fotografía del instante, esa planicie que las redes sociales instalarán en la última década del siglo XXI.

 

El tercer acto se desencadena al fallar el plan de escape de Amy que es despojada de su dinero por un par de delincuentes. Ante el imprevisto, ella contacta al ex novio acosador y el espectador espera que se salga con la suya, escabulléndose en la oculta casa del lago de su antiguo novio. Posee un complejo sistema de circuito cerrado y en ese mismo instante Amy maquina volver a los brazos de Nick como una sufriente esposa que ha sido torturada por un sicópata del pasado. Al verse en las cámaras, ella urde el descabellado plan que la convertirá en una sicópata asesina.

 

Imaginen las posibilidades que abren las fake news en la actualidad, de transformar a una dulce niña mediante la realidad distorsionadora que se cuela por Internet, resultante del bullying colegial perpetrado en redes sociales y de tener que estar subiendo continuamente material en Instagram para que esa persona pueda construirse una vida.

 

En un un giro inesperado, Amy vuelve a tomar las riendas y asume un papel dominante que Nick nunca adoptó. De regreso en el hogar, Amy se sincera en la ducha (para evitar micrófonos) y le dice a Nick que ha asesinado al ex novio y que lo ha hecho por él.

 

Amy manipula la verdad y Nick conoce perfectamente el juego. Las redes sociales distorsionan de manera extrema las emociones de unos seres humanos que nos hemos acostumbrado a la noticia de última hora sin ningún tipo de filtro. Lo que prevalece es la imagen sin profundidad compuesta de información aportada por dudosas fuentes con el fin de satisfacer a veces oscuros fines.

 

Una sola imagen basta para construir la actualidad y será replicada por los medios de comunicación hasta convertirla en verdad.

 

Nuevamente Amy se ha colocado en el centro de la acción, manipulando a todos, burlando a la policía que sabe que es culpable. Incluso se ha embarazado (con los espermios que Nick había provisto a un banco de espermas) y lo obliga a vivir su papel de esposo o hará sufrir a su hijo al que probablemente la justicia le negará la custodia.

 

La realidad está siendo mediatizada por las redes sociales a no ser que en el futuro se persiga legalmente su contenido. ¿Censura o control de un mundo caótico?

 

En la cinta, el matrimonio aparece como una institución contractual en la que ambos miembros se manipulan ante la sociedad, en este caso ante la policía, la justicia, la TV y nosotros como espectadores, en imágenes que destilan un cuidado humor negro.

 

El rol del abogado disfraza un cinismo hacia lo violento de la relación e incluso los insta a sacar provecho económico de la nueva relación que podrían explotar a través de un reality show.

 

Si extrapolamos fuera del ámbito de las relaciones personales: ¿Las redes sociales influyen en las legislaciones? ¿en el ámbito judicial? En definitiva, ¿serán la fuente donde se nutren nuestros políticos y sus electores?

 

¿Es válido utilizar las redes sociales para alcanzar el protagonismo de la agenda?

 

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