El 4 de enero de 1965 moría el
escritor anglo-estadounidense T. S. Eliot, uno de los grandes poetas del siglo
XX, que eligió la tierra de sus antepasados, Inglaterra, para afianzar una
carrera que le valió el Nobel de Literatura en 1948.
Thomas Stearns Eliot, más
conocido como T. S. Eliot, emigró a Inglaterra en 1914, con 25 años, después de
dar sus primeros pasos literarios en Misuri (EEUU), su lugar de nacimiento y
donde su pasión por el mundo de las letras comenzó desde edad muy temprana. Aunque
no hay programado ningún evento por el quincuagésimo aniversario de su muerte,
se espera que los apasionados de sus poemas se acerquen hasta la Abadía de
Westminster, en Londres, donde tiene una piedra conmemorativa en el
"rincón de los poetas".
Ensayista, poeta, dramaturgo y
crítico literario, Eliot escribió algunas de las poesías más conocidas en
lengua inglesa, como "La tierra baldía", "Los hombres
huecos" y "Miércoles de ceniza", además de obras de teatro como "Asesinato
en la catedral".
Otras de sus obras renombradas
fueron "El primer coro de la roca", "El libro de los gatos
habilidosos" o "Cuatro cuartetos".
Al recibir el más prestigioso
galardón de la literatura, el comité Nobel señaló que T. S. Eliot era premiado
por su "excepcional y pionera contribución a la poesía de la
actualidad".
Nacido en el seno de una familia
de raíces inglesas, pues su abuelo había emigrado a EEUU, el escritor
(1888-1965) sintió atracción por la literatura desde muy pequeño, influido,
según sus biógrafos, por los problemas derivados de una hernia inguinal que le
imposibilitaba hacer deportes con otros niños. Debido a estas dificultades,
Eliot no socializaba demasiado con sus pares de la infancia, lo que le llevó a
refugiarse en el mundo de la literatura al pasar horas leyendo, absorbido por
libros de aventuras, como las de Tom Sawyer, de Mark Twain.
Estudió Filosofía en Harvard
College de 1906 a 1909 y, un año después, se marchó a París para cursar
filosofía en la Soborna, donde conoció a prestigiosos escritores y antes de
ganar una beca para estudiar en el Merton College de la Universidad inglesa de
Oxford en 1914, en tiempos en que el país se sumía en la I Guerra Mundial.
Durante su estancia en
Inglaterra, Eliot sintió una gran atracción por el mundo literario de Londres,
donde pasó gran parte de su tiempo, lo que influyó en su decisión de adquirir
en 1927 la nacionalidad británica.
En Londres, Eliot conoció al
influyente poeta y ensayista Ezra Pound, quien le ayudó a promocionarse entre
el círculo de poetas, además de revisar su famosa poesía "La tierra
baldía".
Con ninguna de sus esposas
tuvo hijos y murió en su casa del barrio londinense de Kensington de enfisema
y, siguiendo sus deseos, sus cenizas fueron esparcidas en East Coker, el pueblo
de Somerset desde donde sus antepasados emigraron a E.E.U.U.
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T. S. Eliot
(Missouri, USA, 1888 - Londres, 1965)
FRAGMENTOS DE LA
TIERRA BALDÍA (1922)
I. EL
ENTIERRO DE LOS MUERTOS
Para Ezra Pound
il miglior fabbro
Abril, el más cruel entre los meses,
Hace que nazcan lilas en la tierra muerta, Mezcla recuerdos y deseos, sacude Raíces perezosas con lluvias vemales. El invierno nos puso los abrigos, cubriendo La tierra de olvidada nieve, alimentando Una mezquina vida con inertes tubérculos. Nos sorprendió el verano, soltándose sobre el Stambergersee Con un chubasco; hicimos alto en la columnata Y cruzamos después el Hofgarten, bañados por el sol. Y tomamos café y platicamos una hora. Bin gar keine Russin, stamm' aus Litauen, echt deutsch. Y de niños, de paso por la casa de mi primo el archiduque, Él me sacó en trineo. Yo tenía miedo. Me dijo: Marie, Marie, cógete bien. Y nos deslizamos cuesta abajo. En las montañas, allá sí que nos sentimos libres. Leo casi la noche entera y en el invierno parto hacia el sur. ¿Cuáles son las raíces que prenden, qué ramas Brotan de este cascajo? Hijo de hombre, Tú no puedes decirlo, ni imaginarlo, pues sólo conoces Un cúmulo de imágenes donde reverbera el sol. El árbol seco no cobija, el grillo canta monocorde, La estéril piedra no mana agua. Sólo Hay sombra bajo esta roca roja. (Ven a la sombra de esta roca roja), Voy a enseñarte algo diferente De tu sombra que marcha a largos pasos contigo en la mañana, 0 de tu sombra, irguiéndose al ocaso para ir a tu encuentro; Voy a enseñarte lo que es el miedo en un puñado de polvo.
Frisch weht der Wind
Der Heimat zu Mein lrisch Kind, Wo weilest du?
“Me diste los
primeros jacintos hace un año;
“Me llamaban la niña de los jacintos.” -Pero cuando volvimos, ya tarde, del jardín de los jacintos, Tus brazos tan cargados, tu cabello tan húmedo, no pude Hablar, y se apagaron mis ojos, no estaba Vivo ni muerto, no sabía nada Mientras veía el corazón de la luz, el silencio. Oed' und leer das Meer. Madame Sosostris, famosa clarividente, Pescó un resfriado, sin embargo. Se le considera la mujer más sabia de Europa Con un vicioso mazo de naipes. Aquí, dijo ella, Está su carta, el Marinero fenicio que murió ahogado. (Estas perlas fueron sus ojos. ¡Fíjese!) Aquí está Belladonna, la Dama de las Rocas, La dama de los sinos. Aquí está el hombre de los tres bastos, y luego la Rueda, Aquí el mercader tuerto, y esta carta en blanco Es algo que lleva a cuestas Y no puedo mirarlo. No encuentro Al Colgado. Tema la muerte por agua. Veo una muchedumbre formando corro. Gracias. Si ve usted a la estimadísima señora Equitone, Dígale que yo misma le llevaré el horóscopo: Hay que ser tan precavida en estos días. Ciudad irreal, Bajo la parda niebla de una alborada de invierno, Tal multitud cruzaba por el Puente de Londres, Que nunca hubiera yo creído que fueran tantos los que la muerte se llevara. A veces emitían breves suspiros, Cada quien con la vista clavada delante de sus pies. Cuesta arriba, luego calle King William abajo, Hacia donde Saint Mary Woolnoth santifica las horas Con un sonido al final de la novena campanada. Allí vi a un conocido, y lo detuve gritándole: “iStetson!” ¡Tú, que estabas conmigo en los barcos de Mylae! ¿Aquel cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín, Ha comenzado a retoñar? ¿Florecerá este año? ¿O la inesperada escarcha remueve su arriate? Oh, aparta de allí al perro, que es amigo de los hombres, Pues si no, ¡lo desenterrará de nuevo con sus uñas! ¡Tú, hypocryte lecteur! -mon sembable- mon frère!”
III. EL SERMÓN DEL
FUEGO
El
pabellón del río fue plegado, los últimos dedos de las hojas
Quieren asirse y se hunden en la mojada orilla. El viento Cruza la tierra parda, sin ser oído. Las ninfas se marcharon. Manso Támesis, boga quedamente hasta que termine mi canción. El río no transporta botellas vacías, papeles de bocadillos, Pañoletas de seda, cajas de cartón, colillas de cigarro Ni otras huellas de noches de verano. Las ninfas se marcharon. Y sus amigos, golfos herederos de administradores municipales, Se fueron sin dejar sus nuevos domicilios. A la orilla del Leman me senté y lloré... Manso Támesis, boga quedamente hasta que termine mi canción, Manso Támesis, boga quedamente, pues yo no hablo mucho ni en voz alta. Mas, a mi espalda, en el gélido golpe del viento escucho Crujidos de esqueletos y risas ahogadas. Una rata ha cruzado furtivamente la hierba Arrastrando su panza viscosa por la orilla Mientras yo pescaba en el estancado canal. En una noche de invemada detrás de la fábrica de gas, Pensando en el naufragio de mi hermano rey Y en el fallecimiento anterior de mi padre rey. Blancos cuerpos desnudos sobre la tierra baja, apenas húmeda. Y huesos abandonados en un mezquino desván de techo bajo, Tan sólo removidos por el paso de las ratas, año tras año. Sin embargo, a mi espalda, a veces oigo Bocinas y autos, que han de conducir a Sweeney En primavera adonde vive la señora Porter Oh, la luna lucía tan radiante sobre la señora Porter y sobre su hija. Ellas se lavan los pies con agua de seltz Et O ces voix d’enfants, chantant dans la coupole! Twit twit twit Jug jug jug jug jug jug forzada tan violentamente. Tereo Ciudad irreal, Bajo la parda niebla de un mediodía de invierno El señor Eugenides, comerciante de Esmima Sin afeitar, la bolsa llena de pasas de Corinto T. a. g. Londres: documentos a la vista, Me invitó ern francés demótico A merendar en el Hotel Cannon Street Y a pasarme el fin de semana en el Metropole. A la hora de color violeta, cuando del escritorio alzamos los ojos y las espaldas, Cuando la humana máquina aguarda Cual taxímetro en marcha, Yo, Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos vidas, Anciano de arrugadas tetas, puedo ver A la hora de color violeta, a esa hora de la tarde que nos conduce Camino del hogar y la mar trae de vuelta a su casa al marinero; Y la mecanógrafa, para tomar el té de la tarde, recoge las sobras del desayuno, calienta La estufa y prepara su comida a base de conservas. Fuera de la ventana, puestas peligrosamente a secar, cuelgan Sus prendas íntimas, manoseadas por los últimos rayos del sol. Sobre el sofá (que le sirve de cama por la noche) se amontonan Medias, chinelas, chambras y sostenes. Yo, Tiresias, anciano de arrugadas tetas de mujer Vi la escena y predije lo demás.- Yo también esperaba la ansiada visita. Él, joven carbuncoso, llega, Secretario de un agente de una pequeña firma comercial, de mirada impudente, Uno de esos bribones en quien el descaro se ensarta Como chistera en la cabeza de un millonario de Bradford. La hora es favorable, y tal como él se figurara, La cena ha terminado, ella está aburrida y cansada, Él trata de envolverla con caricias Que, si bien consentidas, no son deseadas, Animoso y resuelto, él la asalta sin demora; Sus manos acuciosas no encuentran resistencia alguna, Su vanidad no necesita respuesta, Y hasta recibe con agrado tal indiferencia. (Y yo, Tiresias, he permitido todo Lo que ocurriera en este mismo sofá o lecho; Yo, que estuve sentado bajo los muros de Tebas Y anduve entre lo más bajo de los muertos). Le da un condescendiente beso postrero Y baja a tientas por la escalera sin luces... Ella se vuelve y contempla un instante al espejo. Sin preocuparse de su amante que se ha ido; Su cerebro formula a medias un vago pensamiento; “Bueno, asunto arreglado, me alegra que haya pasado ya”. Cuando una mujer hermosa se entrega a tales locuras Y vuelve a pasearse, a solas, por su cuarto, Se alisa los cabellos de un modo automático Y pone un disco en el gramófono. “Esta música me condujo despaciosamente sobre las aguas”. Y a lo largo del Strand, calle Reina Victoria arriba. Oh, ciudad, ciudad, a veces puedo escuchar Al pie de un bar de la Lower Thames Street, La dulce queja de una mandolina El barullo y la charla que sale del interior Donde los vendedores de pescado descansan al mediodía; donde los muros De Magnus Martyr confinan Inexplicable esplendor de oro y jónica blancura.
El
río suda
Aceite y brea Los lanchones derivan Con la marea Rojos velámenes Desplegados A sotavento, se columpian en las baritas. Las barcazas Transportan leños En dirección de Greenwich Más allá de Isle of Dogs.
Weialala
leía
Wallala leialala
Elizabeth
y Leicester
Al compás de los remos La popa era Casco dorado Dorado y rojo La efervescente oleada Rompió en las dos orillas El viento del sudoeste Aguas abajo arrastró El doblar de campanas De las torres blancas
Wialala
leia
Wallala leialala
“Tranvías
y polvorientos árboles.
Highbury me vio nacer. Richmond y Kew Me sepultaron. Al pasar por Richmond alcé las rodillas, Acostada boca arriba en el fondo de un estrecho bote”. “Mis pies están en Moorgate, mi corazón bajo mis pies. Después de lo ocurrido Él lloró. Me prometió ‘empezar de nuevo’ No dije nada, ¿Por qué habría de tomárselo a mal? “Sobre Margate Sand. Nada puedo asociar con nada. Rotas uñas de manos sucias. Mi gente, tan humilde, No espera nada”.
la la
Luego
vine a Cartago
Anhelando tan viva vivamente Oh, Señor, tú tiras de mí Oh, Señor, tú me halas Anhelando muy vivamente.
(Traducción:
José Luis Rivas)
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