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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

martes, 6 de enero de 2015

RESEÑA SOBRE LA NOVELA "BOSQUE BLANCO" DE CARLOS ALMONTE POR BERNARDO E. NAVIA



Bosquejando símbolos y piedras
Sobre Viento blanco, de Carlos Almonte

Por Bernardo E. Navia

Doctor en Literatura, Illinois University




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La novela viento blanco (La Calabaza del Diablo, Santiago de Chile, 2013) del escritor chileno Carlos Almonte, es no sólo una sugerente invitación a recorrer los senderos (abiertos y plenos a veces; codificados e intricados, otras) que encaminan a un ancestral sentido de búsqueda, legendaria e incesante; sino que es también la trama de un des-encuentro (espiritual y/o no) entre alucinados personajes (poetas, burgueses citadinos, hombres y mujeres mexicanos y chilenos; choferes de taxi, escritores y voces narrativas diversas) y una mítica mujer, poetisa matriarcal, cuya figura inabarcable parece flotar no sólo a través de las páginas físicas de la novela, sino también a través de la nostalgia, imposible, posible, que marca a los personajes. Nostalgia, ésta, por las vivencias urbanas en dos ciudades (Santiago de Chile y México D.F.), cuyos destinos (reales y soñados) se cruzan en los senderos de aquella búsqueda y cuyos engranajes podrían muy bien haber estado supeditados a aquella especie de profecía de Nicanor Parra: “¡sólo que el tiempo lo ha borrado todo, como una blanca tempestad de arena!”.
Ya se ha comentado que por la novela Viento blanco desfilan, apareciendo y desapareciendo, personajes de marcada tradición bolañista. Es así que el propio Roberto Bolaño actúa en la novela como inevitable detective salvaje, como una voz o instancia que desentrañara los misterios o que ayudara al lector a decodificar las pistas que parecen subsistir aisladas en las 168 páginas de esta edición; o, más bien, actúa él como otro personaje investido de esa misma viscerealista misión laberíntica a la que se ha entregado Cesárea Tinajero: “…bosquejar… escombros… piedras y símbolos que nadie encontrará jamás”.
Años atrás, otro poeta chileno (viscerealista y detective salvaje a su modo), Enrique Lihn, escribió un verso que, tal vez, resuma esa misión de ambos, Tinajero y Almonte; misión destinada en realidad a no desaparecer nunca, puesto que: ‘’Porque escribí estoy vivo’’.

Chicago, diciembre 2014


              EXTRAÍDO DE  www.letras.s5.com


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