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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

martes, 15 de diciembre de 2015

DIEZ POEMAS DE EDUARDO EMBRY (CHILE)




Lección de una fábula griega
Para el profesor Nelson Osorio Tejeda


Aquí estás, otra vez
frente a la caverna oscura;
todos los demás,
encadenados a la pared;
como si fuera una persona,
la caverna te habla
y te interroga:
¿qué ves dentro de mí?
miles y miles  
a la pared encadenados;
pasa, pasa, no te quedes en la puerta;
sucede que dentro de la caverna
encuentras otra caverna,
dentro de la caverna, entre sombras
y  pequeñas luces, otra caverna;
miles y miles de encadenados,
todos mirando hacia la pared;
como si la caverna fuera una persona
se vuelve y te dice:
pasa, pasa, no te quedes en la puerta;
sucede que dentro de la caverna
hay otra caverna, y otra y otra,
así hasta el infinito;
todas las cavernas,
como si fueran personas
te  hablan y dicen lo mismo:
sal de la caverna, no te quedes en las sombras.



Merecido homenaje a Darwin,
simpático borrachito que bebe
los viernes por la noche conmigo.

¿Para qué sacarle una pluma
a la gallina que va a la olla?
¿por qué insistir tantas veces
contra un espejo sin fondo?
¿por qué pretender
que inventamos
nuevos mundos,
para que otros Colones
regresen a estas playas?
poetas embusteros, deberían
tener vergüenza, la poesía
no inventa nada: el papagayo
enamorado desplaza sus colores
se cuelga del cuello de su hembra
y no la suelta;
el gato se monta
en el amoroso pelaje de la gatica,
como si nada, la gatica,
bolo suave de espuma y de nieve,
vuelve a casa, nadie le regaña por la hora.



Platón


Padre mío, ayúdame a recordar,
de cómo se pensaba y se conocía
hace más de mil años atrás;
como si las maquinitas de calcular
se hubiesen vuelto locas,
si alguien perdiera la memoria
no sabría hallar las llaves
para hacer andar el automóvil,
todas las carreteras
serían interminables hileras de chatarras,
nada del presente, no recordarías siquiera
quién te sirve el chocolate espeso;
por eso es saludable revolver
con una cucharita metálica
para que el sonido del café con el azúcar,
pueda recordar para saber
un poquito más de lo que pasó
en Chile de 1830; o padre mío,
ayúdame a recordar
las islas del sur donde fueron a parar
los huesos hechos cenizas
de nuestros caballos vencidos
en la batalla de Lircay.

  

Introducción a la infancia


Cuando aún Eduardito
no era el Eduardo que es ahora,
cuando nadie había vivido 
lo que ahora. montado en un burro
se ha vivido: era casi un hombre, 
de lindo rostro ovalado, sin arrugas,
ojos maravillosos, por ancianos 
apolillados descubiertos,
lo asemejaban
al más bello de la familia, gente menuda,
lampiña, de nariz respingada; 
de apoco se había desenvuelto 
sin mucha curiosidad por los juguetes,
las arañas, las flores,
por los animales domésticos; 
era entonces una criatura pequeñita, 
temblorosa, de nervios temblaba;
era todo una melancolía gástrica,
un plato de chocolate espeso;
sobre todo, cuando corría pocos metros
sin obstáculos, caía con frecuencia,
se raspaba las manos,
se pelaba las rodillas.


Contra todos los equívocos


Mi amigo ha venido a verme de madrugada:
es una situación irremediable;
me dice: te quedarás
como un trozo de madera, después de un espasmo,
ya lo soy,
una piedra partida en dos;
ha dejado a su mujer instrucciones precisas:
nada de frailes; nada de monjas,
no has de derramar ninguna lágrima;
el día amanece en la playa,
deja la luz en la arena y nada rebota,
vuelve el mar a ser tumba de marineros;
lo que más nítido yo recuerdo:
la galería sobre los tejados; las vidrieras
donde lindas muchachitas, hoy ya ancianas;
telas estampadas
a pincel de agua transparente;
un bote de pescadores
que rápidamente se aparta de la playa;
mi amigo ha venido a verme,
me habla sin hablar, me siento feliz;
mis dos hijas y mi hermano
lanzarán mis cenizas al mar;
mi mujer, con una flor en la mano,
dará una pincelada al viento,
y eso es todo, esta es la gran ceremonia
de las cenizas muy bien se merecen;
ha llegado la hora obligada y sin equívocos
de hablar bien de los difuntos.
  

Esta es la hora


Esta es la hora en que sólo pienso
en mi hija ya casi sin cabeza,
asediada por las  bombas
que caen incendiándose como nieves;
¿existe el rostro
que pueda disimular
alegría, tristeza, ninguna desconfianza,
ningún odio, malicia, temores?
qué vergüenza!
arde el cerebro partido en mil pedazos
¿qué será a esta hora de los niños
que andan sonámbulos
sin brazos, sin piernas, sin cabeza?
me gustaría estar a esta hora
en medio de animales oliéndoles el culo
en el campo verde, verde de los desamores;
quisiera oír el discurso de Cristo
a esta hora que los niños enfermos
se parten en mil colores,
cuando la belleza del mundo
no aparece en el rostro de nadie;
dando brincos los automóviles esquivan los escombros,
sus latas, sus espejos, sus luces
nada saben de mi hija
asediada por las bombas
que caen incendiándose como nieves;
una parte del mundo, mil veces en llamas;
mis vecinos salen a la puerta de calle,
encienden cigarrillos en el patio,
no quieren infectar de tabaco
sus límpidas habitaciones;
si les preguntara si tienen noticias
de mi hija asediada por las bombas,
un metro sesenta de estatura,
pantalones jeans azules, camisa celeste,
zapatillas deportivas, ya casi sin cabeza,
ellos, que bien la pasan, fumando en el patio,
no dirían nada.



En una sala del hospital universitario


¿Quién no ha soñado alguna vez
con el mismo sueño,
que el amor es más breve
que un relámpago?
bella mujer entregada a mí,
voluntaria de amor en los hospitales
donde yo no estoy
en camas donde no se espera a nadie;
el especialista en enfermedades internas,
que para nada es un poeta,
para que yo no sienta lo que él siente,
me ha inyectado en la mano;
siento el dolor que no se siente,
como un aviso formidablemente falto:
han terminado las guerras de oriente;
qué ilusión más loca: fábricas de armamentos
elaboran columpios para primavera,
aviones de baquelita, tanques de cartulina,
que en la feria de los niños
se venden como pelotas que ya no explotan
¿quién no ha soñado alguna vez
con el mismo sueño?
antes de finalizar,
quisiera enviar un saludo a mi madre
que en alguna parte secreta de las galaxias
leyendo estos versos, se ríe sola.



París bajo un cielo rayado de azul indeleble

París, París, la ciudad de Francia
donde murió Cesar Vallejo,
amaneció hoy tapa con rayas
hechas con un marcador grueso de tinta azul indeleble;
rayas tupidas la oculta bajo un azul permanente;
en el horizonte, también la Torre de Eiffel,
es una silla de un bulevar cerrado
que la han puesto patas azules hacia arriba;
la catedral gótica de Notre Dame, azul de arriba abajo
ha dejado tirada afuera 
las joyas azules que no sirven para nada;
y el Arco del Triunfo, tapado con un manto de azul;
es imposible penetrar la capa de hierro azulado
que impide el paso al Palacio de los Inválidos 
donde descansa Napoleón;
todo lo que ayer era posible, hoy ya no lo es;
los treinta puentes que hay en el Sena
donde nunca prometí amor a nadie,
con espumas azules están cerrados, nadie pasa;
como si las rayas duras de un grueso lápiz de tinta indeleble
fueran impenetrables rejas azules;
las catacumbas bajo el cielo azul de París,
con sus 6 millones de calcinadas calaveras
muestran sus dientes azules indelebles.


Medidas para evitar el recalentamiento global


Como un helado de vainilla
en las manos de un niño que no entiende,
la tierra se está recalentando:
sube el nivel del océano,
deja de llover por más de un siglo,
salen a brincar los vientos,
los ríos secos dejan caer sus esqueletos,
las montañas salen corriendo,
nadie sabe para dónde van las montañas,
de un momento a otro, mi casa saldrá volando,
para que este desastre no suceda,
corro hacia la sala del baño, cierro mil llaves;
en cada verso que escribo, hago crecer un árbol,
reduzco la energía eléctrica,
dejo de cocinar hoy sí, mañana no;
y para que mi vecina no oiga lo que te digo,
levanto gruesas paredes térmicas aislantes;
apago todas las luces de la casa;
no enciendo cigarrillos,
dentro de un vaso de vino tinto,
sin decir una palabra,
hacemos el amor a oscuras.



Dedo gordo de la memoria


La mano sin embargo,
la mano, comparada con el cerebro,
es bastante pobre;
el cerebro sin embargo, 
para mover los dedos,
el cerebro ofrece 
un artificio de maravilla,
de peso y colores:
con un mecanismo de relojería,
el dedo de la mano que más me agrada,
el dedo de los amigos,
el dedo de la construcción 
del nuevo edificio del Parlamento,

simpático gesto de la democracia, 
el dedo gordo de la memoria,
que torciéndolo hacia abajo
le dijo no y no al tirano.

1 comentario:

RoseMarie M Camus dijo...

Maravillosos! Es uno de mis poetas favoritos... Gracias Andrés! Un beso.