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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

miércoles, 16 de diciembre de 2015

"LA RAÍZ ABIERTA DE DIEGO ALEGRÍA" POR ANDRÉS MORALES




Como una verdadera poética que abre este libro, el texto que lo empieza diciendo “el poema no debe/dibujar el océano/ sino abarcar/su distancia” parece advertir desde un principio que la poesía será objeto de lo cantado y que el estilo estará al servicio, como se decía antes, de lo dicho. “Lo dicho y lo entredicho” es la materia sutil de este primer volumen del poeta. Un primer libro notable que ahonda, precisamente en las raíces de lo que es la poesía y cómo ésta nos conmueve y nos hace meditar cuando está bien escrita.

“Las puertas de los acantilados están abiertos al mar…” Esta es una poesía que se divide entre lo marino y lo terrestre, entre lo concreto y lo inasible y, esos son los territorios por donde transita el poeta de verdad, no en la “estratósfera lejana” ni en la “realidad sucia” de un par de palabrotas dichas con desdén. En este punto, puedo afirmar, creo y sin equivocarme que Alegría es un poeta lírico que celebra esta condición pero que se abre a un provenir importante al hacer reflexionar al lector a la par que logra que sus versos encandilen, fluyan, lleven a su cómplice a cuestionarse no sólo asuntos estéticos o del lenguaje, sino de la trascendencia entendida como una palabra justa, clara y meridiana.

Finalmente, en el texto que cierra el poemario (muy homogéneo, por cierto), aparece ese poema clave que conecta con el primero arriba señalado que inaugura el volumen: “las raíces/se abren al cielo// árbol// iluminado”. Las raíces buscan al cielo sin saber su distancia, como un mar, evidenciando -en la inversión- como las palabras que poseen un origen (el mar, la tierra) pueden proyectarse a lo infinito, pero, desde la figura del árbol, uno de los símbolos más concretos de la humanidad no sólo por su aparición en el Génesis y en el paraíso, sino porque conecta lo pequeño con lo grande, lo terreno con lo celestial, siendo un verdadero puente que une ambos mundos y una columna que sostiene el techo de la tierra apoyándose en lo pedestre y en lo humano. En resumen, para mí, esa es la gran poesía de Diego Alegría: una búsqueda, un grito, un pensamiento, pero por sobre todo una conexión, con lo humano y lo divino, con lo emotivo y lo filosófico entre la poesía y aquel “desocupado” que abre sus páginas para sobresaltarse y reconciliarse con el mundo.


                                      Santiago, diciembre de 2015


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