Como una verdadera poética que abre este libro, el
texto que lo empieza diciendo “el poema no debe/dibujar el océano/ sino
abarcar/su distancia” parece advertir desde un principio que la poesía será
objeto de lo cantado y que el estilo estará
al servicio, como se decía antes, de lo dicho. “Lo dicho y lo entredicho”
es la materia sutil de este primer volumen del poeta. Un primer libro notable
que ahonda, precisamente en las raíces de lo que es la poesía y cómo ésta nos
conmueve y nos hace meditar cuando está bien escrita.
“Las puertas de los acantilados están abiertos al
mar…” Esta es una poesía que se divide entre lo marino y lo terrestre, entre lo
concreto y lo inasible y, esos son los territorios por donde transita el poeta
de verdad, no en la “estratósfera lejana” ni en la “realidad sucia” de un par
de palabrotas dichas con desdén. En este punto, puedo afirmar, creo y sin
equivocarme que Alegría es un poeta lírico que celebra esta condición pero que
se abre a un provenir importante al hacer reflexionar al lector a la par que
logra que sus versos encandilen, fluyan, lleven a su cómplice a cuestionarse no
sólo asuntos estéticos o del lenguaje, sino de la trascendencia entendida como
una palabra justa, clara y meridiana.
Finalmente, en el texto que cierra el poemario (muy
homogéneo, por cierto), aparece ese poema clave que conecta con el primero
arriba señalado que inaugura el volumen: “las raíces/se abren al cielo//
árbol// iluminado”. Las raíces buscan al cielo sin saber su distancia, como un
mar, evidenciando -en la inversión- como las palabras que poseen un origen (el
mar, la tierra) pueden proyectarse a lo infinito, pero, desde la figura del
árbol, uno de los símbolos más concretos de la humanidad no sólo por su
aparición en el Génesis y en el
paraíso, sino porque conecta lo pequeño con lo grande, lo terreno con lo
celestial, siendo un verdadero puente que une ambos mundos y una columna que
sostiene el techo de la tierra apoyándose en lo pedestre y en lo humano. En
resumen, para mí, esa es la gran poesía de Diego Alegría: una búsqueda, un
grito, un pensamiento, pero por sobre todo una conexión, con lo humano y lo
divino, con lo emotivo y lo filosófico entre la poesía y aquel “desocupado” que
abre sus páginas para sobresaltarse y reconciliarse con el mundo.
Santiago, diciembre de 2015
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