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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

viernes, 8 de octubre de 2010

A TREINTA AÑOS DE ESCRITURA. ANTOLOGÍA PERSONAL. DEL LIBRO "DEMONIO DE LA NADA"




(Demonio de la Nada. RIL Editores. Santiago de Chile, 2005)



Demonio de la nada.
Demonio de la nada.


Demonio de la iglesia,
demonio de los muertos,
demonio de demonios,
demonio que construye
un ángel de vacíos,
un príncipe de nieblas,
un rostro que no mira
un vidrio o el espejo.


Demonio de mi sangre
resucitando en piedras
que fueron y serán,
que nadie nunca ha visto.


Demonio que retumba
en el silencio abyecto
del ojo que se calla
y el labio que no besa.


Demonio y los demonios:
demonio yo en la puerta
de una casa sola,
de una casa muerta
que nunca he construido,
que nunca habitaré.


Demonio, al fin, demonio:


la libertad del mal,
la destrucción del sol.


Mi corazón descubre su yo fundamental.


Esperanza

Ha dejado el mazo, las cartas y la aurora;
ha dejado el mar y el mar es un espejo
de sombras que se agitan y cubren el follaje
de un bosque madrugando en una tierra seca
donde es mejor morir o solo abandonarse
en piedras replegado, en piedras, sin palabras.

Ha mirado el cielo, ha desenterrado
los huesos, la memoria, el miedo entre las manos.

(El hielo lo recubre como un barniz de plata
y se abren los cerrojos, aquellos, los perdidos
cerrojos que nos atan al sueño de la suerte).

Ha perdido el habla, el gesto, la sonrisa:

Aún así se cubre de estrellas. Se levanta.


Postales del infierno

La podredumbre blanda del que transó y no ceja
en su cobarde envidia, en su pobreza amarga.
La enfermedad andando por su camino sola
con un cuchillo negro de peste adormecida.
La ira que me envuelve, me llama, me consume
con esta rabia diaria de ángel derrumbado.
La hipocresía fiera, la soledad del niño,
el hombre que circunda el mundo satisfecho:

No es apocalípsis, no es el fin de nada.

Sólo la vergüenza de aquel que no se calla.


Beso

Tu boca una bandada de gaviotas
que trae a mi el mar con su sonido
y nubes que aparecen y cielos que se abren
o una fiel tormenta de rayos en mi boca.


Fátum

Escaleras blancas con flores y alegría,
calles de sonidos de vida deslumbrante,
belleza en las ventanas, en esos pasos, aire
que cruza con bonanza de días verdaderos.

Todo hermoso entonces, todo luz y estrellas
que no presagian nada que enturbie lo perfecto.

Sólo un rayo inmenso, el dedo del Supremo,
sólo cuatrocientas o mil desgracias juntas
y todo se detiene, se rompe, se disgrega,
se aja, se evapora, se quema, no regresa
y todo se derrumba, desaparece todo
y aún creemos sordos en la esperanza ciega.

(A Luis García Montero)


Inquisiciones

¿Pasará la voz, la claridad, el mar?
¿Pasará el silencio y el ritmo de los vientos?
¿Pasará, tal vez, tu huella en el espejo?

Piensa como un hombre, murmuran los demonios.
Piensa como un niño, entonan los arcángeles.
Como un perro ladra, me gritan esas sombras.

El agua que pasó en este río turbio
que está pasando ahora, desnuda, ella, sola,
quedará en el agua, rodeada por el agua,
quedará perfecta cayendo entre las manos.

(A Raúl Zurita)


Demonio del recuerdo

Desciendes hasta el mar cuando la mar se aleja
y quedan en tus ojos un par de gotas secas
así, como una estatua de sal vertiginosa
regresas al absurdo de mi memoria quieta.

Será que el sol te trae mientras yo me desgrano,
Me hundo, me silencio, desaparezco sólo.


Demonio de la nada

El cáliz derramado, la sangre del cordero,
el odio y el silencio alientan estos días
de truenos y de rayos caídos en la frente
en medio de mi centro, del puro amor reseco.

Los huesos ya desechos del padre en su mortaja
cavilan en los ojos, se oyen por la tarde
y vuelve a la garganta el grito amancillado
por mares de fiereza, de olvido, de la ausencia.

Desenterrar los dedos desde la despedida,
reconocer el cielo que aún espera inquieto;
oír lo que se ahoga detrás de las palabras
y ver en la ceguera. Y ver en la ceguera.

Aún así retumba la herida en mi cabeza,
del párpado sin sueño, del sexo anochecido
en extravío entonces el hálito sereno
y nada ya consuela desde el recuerdo ajado.

Se cierran esas puertas de una casa a solas
y el hombre, el padre, el niño anuncian su fracaso.

Cae algún telón en ese teatro absurdo
y la memoria muerde como una bestia atada.

(A Felipe Cortés)



Cinco cuerpos del pecado


Estos cinco poemas más un texto están dedicados y concebidos
para cinco fotografías de Cora Requena


Lujuria

Yo soy esa, la nunca bien querida
por todos los amantes que rechazan
el cuerpo de mi voz; mi aliento espeso.
La puta que deshace sus vestidos,
la muerta que se hace la coqueta.

Esa, la que buscan los terribles
que ya no pueden más en su locura,
que solos y borrachos en hoteles
imaginan el neón de mi palabra.

La que llora acurrucada y la que sorbe
gota a gota, con fruición, la bien nacida.

(A Paola)


Soberbia

La gran sacerdotisa del misterio,
de mentiras, de palabras, encerrada
en todas las arterias, en la mente
de grandes ceremonias que imagino.

La huída de si misma, la que cree
en todo su esqueleto, en cada gramo
de piel aceitunada por el sol.

La única que siempre te acompaña,
la bella, la sabia, la deseosa
levantando su siniestra hasta la altura
de la Torre de Babel, sin tregua alguna.

(A Cecilia)


Gula

Mi pelo todavía me da hambre,
no puedo beber más de mis entrañas;
mi sangre, el corazón, todo mi cuerpo
es poco para mí, la insatisfecha.

Me oculto pero estoy, te sigo siempre,
extiendo hacia mis piernas el planeta
y poco es para mí y tú que observas:

¿Acaso no despierto tu apetito?

(A Elisa)


Codicia

Todo para mí, el mundo entero:
mis ojos para mí, mi vulva entera,
mis pechos y mi piel, mi luz y sombra,
el agua que me bebo, el aire que me cruza,
todo para mí, hasta tus ojos.

Yo cuelgo como ahorcada en tu garganta,
yo limpio tus heridas en tus dedos,
yo aplaco las palabras, el deseo,
yo sueño que me sueñas
y me sueñas
durmiendo sin cerrar los ojos,
hambrienta de lo otro que ya es mío.

(A Verónica)

Ira

¿Acaso no la ves entre mis ojos?
¿no sientes el desprecio de mi boca?
¿la espalda que se gira, el movimiento
de un extremo a otro de la tierra?

¿Acaso no me sientes en tus manos,
en esas ganas locas de matar,
en esa huída extraña hacia adelante,
siguiéndote, subiendo por tus huesos,
abriendo el corazón de tu enemigo,
comiéndome las vísceras, los ojos,
sacándote el dolor con sólo hablarme,
con solo preguntar, con sólo verte?

(A Gabriela)


Cinco pecados en el cuerpo

La ira me corroe hasta la gula.
La soberbia es la hermana de la ira;
la lujuria me desnuda en la codicia:
la soberbia es mi lujuria y es mi nombre.

Yo tengo cinco dedos que te llaman,
cinco uñas blancas que te arañan,
cinco manos blandas que golpean
tu ácida pasión oculta y muerta.

Yo tengo tu cabeza y yo tu sexo;
tengo el corazón de quien tú quieres:
yo tengo tus cuatro extremidades,
tus ojos, tu desierto, el pensamiento.

Yo tengo cinco dedos que te llaman.

Yo tengo cinco huesos en tu herida.

1 comentario:

queer-Bitch. dijo...

pecados capitales..
me encanta esa temática...