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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

domingo, 10 de octubre de 2010

A TREINTA AÑOS DE ESCRITURA. ANTOLOGÍA PERSONAL. DE "LOS CANTOS DE LA SIBILA"



EL CANTO DE LA SIBILA


La lengua en que respiro
y en la que nunca hablo.
La dulce lengua madre,
anémona olvidada,
en donde yo adivino
y sueño a medianoche.


Aquella en la que escribo
(enmascarada siempre),
aquella que no entiendo
trepando sus acentos.


Aquella siempreviva
como una golondrina
o cien gaviotas blancas,
como este prodigioso
decir marino, ahora,
donde es mejor callar
soñando con sus piedras
de un mar y de una isla,
que no adivinarán
la dicha de estas letras
que habitan en el aire
aún quieto o caprichoso
en el lejano exilio.


(A mi madre)





SIBILA INSOMNE


Ha caído este reloj y tú dormías,
la torre ha despeñado a las palomas.
Un trueno anocheció, el mar ha muerto,
el hábito del sol se desmorona.


Mientras tanto en la faz del hemisferio
los ángeles se agitan desgarrados,
los niños con sus ojos más abiertos,
el trueno de la bomba aún más seco
no suena, no despierta, ya no grita.


Habrá que desandar o desnudarse,
quebrar o fracturar,
abrir el cráneo
de aquel que aún descansa en esa paz
idiota o imposible,
desgranada,
ingenuo entre las luces de un otoño
y vientos en el mar hacia el levante.

 SIBILA SE CONFIESA ANTE SU ESPEJO


Sufro, sufro entera en los jazmines,
en el huerto y el espacio y en el trueno,
en la lluvia, a la intemperie, desolada
sufro porque creo que estoy loca
(con este yo terrible, descreído
en el espejo azul del cielo roto
y en esa luna llena de mis ojos).


Habito en el desierto del desgarro:


Mis señas son ocultas, despiadadas.





ORÁCULO DE NOCHE


Tu sueño es el compás de una palabra
dicha en la mitad del mar oscuro.


Tu sueño como un águila que cruza
la noche en el silencio más perfecto.


Tu sueño desbocado es ese sueño
de un dios que te fulmina en su deseo.



LENGUAJE


Tanta confusión de las palabras,
tanta Torre de Babel y tanto grito
perdido, en medio de la plaza
o a oscuras en la casa a medianoche.


Tantas cosas que se dicen desdiciendo
repetidas, infinitamente, siempre
o nunca, para entonces, ad aeternum,
vacío de la voz y la grafía.


No me sirve este lenguaje mutilado:


Solo el gesto, la tibieza, algún abrazo.






SIBILA CANTA SU DESDICHA

La voz no me ha dejado ni el tormento
de ver en lo invisible, oír presagios
y solo acompañada por demonios
llorar sin respirar, perder el sueño,
contar cada minuto entre las horas.


No resbalan las palabras al vacío,
no caminan las palabras a su entierro.


Es el tiempo, me parece, son los años,
algo que destempla hasta los huesos
y no tiene piedad, ni sol, ni muerte.


Mi voz entona el canto del naufragio.


Un rayo se detiene sin caer.


El cielo se derrumba en mi cabeza.

 ELEVACIÓN


Un paso al otro mundo es algo necesario.
Así, sin despedidas, por dos o tres segundos,
un paso adonde nadie, adonde quién, adonde nunca,
mirando aquel paisaje que queda en la distancia
terrible de batallas, de muertos y cabezas
vacías que caminan, no miran y no escuchan
sino el ritmo sordo del último profeta.


Partir de todas formas: hacia arriba o hacia abajo.
Abandonar solemnes el escenario bufo
con una carcajada y un guiño desde lejos.


Por dos o tres segundos, por dos o tres milenios
oír campanas ciegas, entrar en el delirio
de páramos sin nombre, de pasos sin ventura,
de huellas, de resuellos, de llagas y de vuelos
que habrán abierto el agua, el aire en dos mitades,
que claramente en medio de la culpable noche
elevarán las piedras, los odios, la desdicha
para caer desnudos, humanos y tan nuestros.

 (A Cristián Basso con música de Domenico Zipoli)






STELLA


(In Memoriam)




Y verás con otros ojos la superficie plana
del mundo sin sentido, sin gloria, sin pasión.


Y no habrá ni un solo lirio que atrape tu belleza
para enrostrar mi pena de perro a medianoche.


Y ya sin despedidas, en el murmullo insomne,
habrás cruzado el cielo con tu palabra sola.

 

ORÁCULO EN METÁLICO




Las cifras y el desierto, el mar deshabitado:
siempre las monedas, las treinta y las cien mil,
los números vacíos, la resta que no suma
y el miedo de los niños al cálculo infinito.


El odio que rezuman las bóvedas y cajas,
el pánico del plazo o el sueño del ladrón.


Todas esas ecuaciones, extrañas y perfectas,
todo eso para nada, todo eso y su valor
en el espacio quieto del foso sin piedad.





VISIÓN DEL PADRE MUERTO


De nada aquel amor de sordas lilas,
de nada esa república difunta.


Estás sentado entonces, austeramente solo
y en otras vida piensas, fotografiado ayer.


El mar es traidor: es otro el mar que rompe.


Mejor abandonarse, abandonarse entero.




SIBILA ENLOQUECIDA


Maldigo la fragancia de las rosas
y el grito del cobarde en su delirio.
Maldigo, es un decir y casi cierto
a dos o tres antiguos que aún me lloran.


El odio es mi placer, mi dulce río
en donde veo el turbio azar del agua.


Nada me complace, ni aquel volcán herido.


Nada me acompaña.


Maldigo mi esperanza.



ORÁCULO DEL ODIO

Muerde calaveras, engulle el pan marchito,
ronca en el desaire del ojo que te observa.


Quema el mar en llamas, al húmero quebrado,
enreda tu quietud. Ahora clama y llora.


Las parcas, las eneidas, las madres que reclaman
habrán de abrir tu lecho de piedras en la muerte.


Nada quede entonces en el fulgor, la ira,
águilas y cuervos o hienas por la noche:


Todo se derrumbe encima de tus sueños.

 SIBILA DERROTADA


Rendida ante los muros y en los umbrales, yerta,
delante de mis ojos y de mi cara ausente,
anuncio ya mi muerte y la esperanza pobre
de la que muerde el agua y devoró los vientos.


Desnuda de presencias, de fantasmas claros
que agiten madrugadas o dicten los presagios,
retiro mis sentencias, renuncio a mis palabras
dichas al azar, tal vez, o con certeza.


Nada más el mar o el aire de una tarde
que no adivina nada ni quiere perpetuarse
que miro y que me mira en soledad, a solas.


No quiero aquellas vísceras de buey o los espejos,
no quiero los relojes ni hermosas caracolas;
los ojos, estos ojos, están cansados siempre
de ver y de no ver, de tanto horror y dicha.


Una sola cosa, nada más, en estos días:


Recorran el paisaje, las plazas, el mercado
sin querer saber, sin una profecía.




VISIÓN EN LA DESDICHA


(Himno y vaticinio)


Un ángel derrotado y un paisaje en calma, en medio del desierto que llama y no nos vuelve. Una luz que grita porque no tiene noche y atrás de todo esto: el llanto de un muchacho.

El óxido del tiempo comienza a recorrernos y luego nos fractura en este rito extremo.

Hundir todas las naves parece lo más cierto.
Partir con ese ángel de aquella espada rota.

¿Acaso la esperanza habita en estas horas?
¿Mueve el sol el ritmo callado de las piedras?

Un pájaro madruga y el cazador aguarda; un millón de muros revientan este día... Y nada ya acontece, nada despedaza. El mundo se desliza por el sentido inverso.

Aún así el muchacho se yergue en su sonrisa, de águila y de estatua, buscando el paraíso.


SIBILA SUEÑA EN XXI

(Balbuceo y canto)

El mundo en odio y hambre: una copa rota en mil pedazos. Sed y hambre. Hambre. El odio y esta nada y el vacío, esta nada de palabras en cadena que cae y cae y cae hasta un barranco. Bocas ciegas, ojos mudos, cuerpos que se agitan sin dulzura. Caída y nada más: caída. Silencio que no escribe, llora o canta. Maldición de todo el cielo y estos dioses. Siglo de gusanos y de muertos. ¿Dónde habremos de poner a tantos muertos? La voz del mundo entero ya perdida. El hambre como triunfo: codo a codo, guerra a guerra, en la inmensa soledad de la justicia. Un desierto ganaremos, es seguro, un pozo interminable sin más agua. Ese árbol de muñones, disonancias.

El mundo en odio y hambre:

¿Cómo extrañará aquellos días en que la tibia leche amamantó su boca?



 
POEMAS DE SIBILA ENAMORADA

 Sólo a ti



I


Sólo bastaría tu mano entre mis cejas,
la yema de tus dedos,
el aire de tu cuerpo.
Sólo alguna gota de sangre tuya,
enhiesta
y fértil como el sol,
aguda en una noche
para morir en paz
oyendo su coraje,
su vuelo, su ventura,
su pálpito extenuado.


Sólo un gesto ciego
o mudo de tus ojos.


Sólo ese silencio de cielo sin albor.




II


Una nube pasa
entre los dos
y pasa
en el lugar más triste
y lejano de la tierra.


Cae una tormenta de pájaros
o truenos
y no es aquí o allá
o en el espejo ciego.


Nada nos invade
en nuestro amor de plata.


Nada en este mundo
ni en otros verdaderos.


Una nube pasa
inquieta por su sombra
fugaz, anochecida,
lluviosa entre los dos.




III


El eco de tu voz.
El eco de tu voz.
La huella ya lejana
de tus palabras muertas.


El aire de los días
y el humo de las horas:


Nada es suficiente en esta inquieta paz.




IV


Muerdo tu mirada
y el sol que te destella,
muerdo el ágil beso
del viento y de este mar.


Bebo de tu sombra,
en tu silueta crezco
y entero me desierto,
me agrieto, me desangro
por una sola voz,
por una sola voz,
celosamente hundida,
por siempre prisionera
en este calabozo
ahogado en mí pesar.




V


Sueño y hasta canto
y hablo y no despierto.


Sueño en una noche
de viento adormecido.


Oigo aquellos pasos
entre las tres y el alba.


(Eres la presencia,
el don de la alegría).


Sueño en esa voz.


En ese mar cabalgo.

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