Tormenta en alta mar, el re(na)ciente libro de Marcelo Mayorga (Valparaíso, Mocha Dick, 2010) llega para explicar con sencillez la complejidad del imaginario mítico que la posmodernidad ha introducido en nuestras cabezas. Devorando territorios firmes y movedizos, la breve obra (una plaquette) a la manera de un surtidor, abre un abanico de sugerencias y claves para integrar en la expresión escrita lo que el racionalismo ilustrado comenzó a fragmentar hace cuatrocientos golpeados siglos.”
En el relato que da su nombre al volumen, leemos: “Una tormenta era mi trabajo cotidiano a bordo del Navijosa VIII, una chatarra podrida con un nombre tan estúpido como su capitán, repleta de baratas y todos los días a punto de ser desguazada por la vorágine energética del Atlántico Sur.” (Pág. 10) La descripción bien puede servir como metáfora de la situación de la empresa privada en el campo de batalla que es la economía neoliberal. “Toma conchetumadre, grité como el francés que arenga Ancheron en Capitán de Mar y de guerra, de mi director héroe Peter Weir.” (Pág.18)
Pero el tono deslenguado alterna con el humor cínico: “Los otros chilenos partieron a una House donde se robaron hasta la última toalla”; o con pizzicatos de patriotismo y ternura filial “Volví a Chile tres semanas después en un twin otter de aerovías DAP y puedo contar que cuando vi las plataformas petroleras y asomarse la boca oriental del Estrecho, sentí un amor tan inmenso por mi patria, como el que siento hoy por mis hijos.” (Pág.20)
Hay un estupendo cierre, de tinte existencialista, en el micro relato “Vacaciones de 1972”: Entonces le dije al tío Sergio que el tipo llevaba un cuchillo y él me dijo que estaba todo bien. Y como estaba todo bien seguimos viaje hacia Valdivia esa calurosa y semicubierta noche del verano del año 1972.” (Pág.21)
Mayorga desliza previsiones funestas en el texto “2012”; pierde su navaja en el canal de Moraleda, en “Liaban Ash”; se florea relacionando distintas flores en distintos lugares del planeta, en el poema homónimo (uno de los textos más “literarios” del libro); se adelanta al año 2018 en “La selección”; flirtea con el Maqui Eira Stipe en el texto de cierre “Catedrales”: “Olvidamos nuestro honor, tiramos dos mil veces y nos dormimos, soñamos con complejos industriales off Shore frente a la isla Decepción…” (Pág. 31)
Lo mejor de Mayorga es su actitud libertaria frente al acto de escribir, no desea hacer literatura sino divertirse comunicando su visión de mundo. Esto le permite conectarse de una manera veloz, fresca y radiante con los objetos y los seres. Al describir con naturalidad y precisión los artefactos y artilugios de la posmodernidad industrial, consigue que la realidad tal como es parezca inventada. Una suerte de reconversión del objeto vulgar en símbolo de época (el retrato y el texto de contraportada son todo ello). Del mismo modo consigue el preciado distanciamiento del mundo aún estando en el nódulo de la acción contingente del relato.
Esto no significa que pueda descartar la posibilidad de escribir mejor. Es más, está obligado a hacerlo. Quienes sabemos de su potencial, celebramos la aparición de Tormenta en alta mar como un registro de época estimulante, lúcido, asertivo y como un renacimiento de ese tipo de belleza que distingue a la percepción caótica de universo.
Mayorga, Marcelo (2010) Tormenta en alta mar.
Valparaíso CHILE. Mocha Dick, Golfo de Arauco, editores.
Valparaíso CHILE. Mocha Dick, Golfo de Arauco, editores.
© Clemente Riedemann 2010.
© SURALIDAD Antropología Poética de Chile.
Clemente Riedemann
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