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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

viernes, 12 de noviembre de 2010

POEMAS DE ANA ROSA BUSTAMANTE

 
 
No fui yo 

Por qué no he podido a pesar de los embustes
reconocer que no soy capaz,
no soy capaz de sostener sola esta tierra,
esto de sentirme responsable del mundo
que si partiera este planeta con un escupitajo
causando una avalancha
nadie me indicaría con el dedo extendido,
creyéndome la espada guardada siglos sin filo,
esos hombres,
esos hombres no son más que los reyes de una vez
que pusieron precio a la lindura oliéndome
el perfume de la flor sujeta en mi oreja,
y así adivinaron,
huyeron.
No fui yo quién maldijo al mundo,
por mi culpa no se labora con el sudor de la muerte,
corté la rama entre brumas no miré la cáscara
y salí de las auroras dulces
sangrando entre las piernas
sin quejidos,
sin placer.

Tanto alboroto   

Tanto alboroto bajo el toldo
cuando un día madre te hablé de bracear el firmamento
de barrer las calles,
de acallar las bocas.
Encolerizada tu respuesta fue el suburbio de tu abuela
y todos los antepasados que laten en las veredas de mi cerebro,
me encumbro para decir a lo que quiero llegar,
digo en el idioma más breve,
en el avaro resplandor
caída la tarde,
de la sábana sucia,
de las galimatías ensordecedoras,
vigorosa picana que me dicta al revés los discursos,
pero yo tomo el lebrel para la corteza dura,
y haré mi voluntad,
aunque se apague el brillo de mi lengua
que repaso,
                             febril
agraz mi sangre en el suelo.


Diligencia

Las ruinas la asedian.
Así debió reconocerlo,
bajo sus disfraces.
Una maraña de árboles se levanta  en  la bruma
para que su sombra
se hunda en las aguas,
se fugue de las atroces ligaduras
al arnés,
con su mordida incansable
su sorna desde el alba
nefasta subordinación,
sus meticulosos ademanes
entre llaves la pierden,
resbalan por su boca y su cuello,
y grita la voz y su floreo viril alza sus ojos
hacia las flautas, las notas, los peines.
Más vale rezar.


…Con tal gracia que la miseria no la toca. (Dante)   

I

Se arrima el alboroto de una  muchedumbre
que  tartamudea sus convenios
y en su tórax veloces pulsos
vigila  su dignidad en las mordazas.

II

Se baña desvestida
pues sabe que los dioses no existen
al abismo desciende
sinuosa el refugio,
para cubrirse de barro
que nadie la mire,
ha coleccionado conchas de fuego
sobre sus pies
para no olvidar.

III

Su  boca ese cántaro
que no estila porque el polvo
quedó  en el fondo
y la mandíbula articula sus colmillos, 
sólo tuvo que empujar
viento hacia las nubes,
que volviera a las ramas
a dialogar
            y escondió el puñal.

IV

Lame la llaga
el faldero can en sus costras,
el tiempo pesa en los relojes sus venablos
como doscientos años
el dolor ha callado gimoteando en los templos.

Lamió sus  pechos como el mar llega a la playa,
suave y arrastrado una corona de arena
a sus ojos que reprochan como  la luna su pequeñez al cielo
y se aturden ahora las horas
dolorosas en su pectoral
como olas que juegan a golpearse
contra las rocas.

Sus labios se quedaron en el vientre
que besó en todos los clítoris.
Mientras más lo resiste
su virtud sobrevive
en ajenos vinos.

V

La rosa negra que nunca se encontró
estaba marchitándose escondida
en su palma insensible,
sin atención a las noches frías,
con su llaga negra
con la negra razón de no querer sobrevivir.

Pero el  escaramujo silvestre habita humilde los  escombros
con su frágil corola
con tal gracia que la miseria no la toca.

Ha sentido el mundo a pedazos
bajo sus fémures.

VI

Un tumulto de lodo
en su espalda
ha puesto en su  corazón
una  jaula.

Dolorosa ruge la boca entre cristales
que la han  torturado,
vió el mundo en las murallas vacío,
no lamentó la ceguera de sus ojos
ni sus glifos desgastados,
sino su mirada hacia donde lo oye clamar.

Esa laguna  

He de amarme desdentada en la luz del ensueño,
en la invención gráfica de los mapas
el linaje de la esmeralda,
esa laguna,
en cuyas  mañanas de breve goce contemplas
sus  orillas invisibles y tu respiración que la humedece
cuando la brisa gris  de una  nube
los párpados te empaña. 

Imagen    

En esta fatiga de la tarde
quisiera no rendirme,
aunque
el naufragio invade la hondura
que soporto,
me doy aliento
y pienso en esa imagen suya,
alzarme a la grisura que aplasta los ojos
y
los revienta.  
Como si estuviera en el infierno
y fueran esos ojos la única cuerda
que me permite vadear.
Sobrevivo aguacero
y no voy a terminar con ese intento.
Acerco el dorso de mis dedos
como si fuera la última razón de  transitar por altas tierras
que  se desmoronan
o
un ultraje
me arrastrara
un endógeno cristal
que me corta,
inocente me encierra,

cómo pudiera vomitar las culpas
de no haber hecho el mundo
un telar transparente y desviar los designios
que me acusan.


Cárdenos   

Un resuello contenido
en la sangre,
los labios cárdenos,
un cuello raído,
la marcha ha volado todo
hacia el cerrado féretro
hundido bajo la tierra.

La inhóspita huella en los baldíos
el signo de la barbarie,
yo me  pierdo en las tinieblas de la cruz
entre lodos y  trigales del amanecer
que tiembla. 

Seguir desnudándome mostrarte las estrías
de mis abuelas,
ellas son la alzada bandera
que por los embriones perdidos no arriaré.

El collar     

En una habitación de prisa por los pasillos
el collar se enreda en mis manos
se quiebran sus cuentas,
las palabras hieren, las cortinas abren
y muestran lo sellado
en las líneas de los senderos.
Engarzada a ti
se rompe el ramal que me afirma
en el agua turbia de tu frente
escribe la luz
que se apaga entre los barrios
pobres de la noche.

A medianoche   

Yo fui quien cruzó el grito a medianoche
entre balaceras,
la hora del parto se acercaba,
yo fui la que parió a los asesinados,
cuando sus huesos blandos resbalaron por la fosa
en pos de sus sueños,
el golpe en la puerta
estremeció el cimiento antiguo
del hospital común,
lo llevo en la memoria.
prensiles dedos tratando de encontrar
el gusano en mi endometrio,
es la oscuridad royendo el funesto labio
y un diente quebrado
alzando el punzón entre el centro
de la vida y quizás qué.

Ana Rosa Bustamante Morales (1955) poeta, traductora del francés, realizó estudios de Lengua y Literatura Francesas en el Instituto Chileno-Francés de Cultura de Valparaíso y se desempeña como Instructora de francés. Nació en Arica, vivió muchos años en Antofagasta, y Valparaíso, actualmente reside en Valdivia. Asimismo realizó estudios en el Instituto Chileno-Norteamericano de Viña del Mar. Integró el Coro de Cámara del Conservatorio de la UACH y formó parte de diversos conjuntos folklóricos. Ha incursionado también en la pintura. Participó en el taller Federico García Rival que dirige la poeta valdiviana Teresa García M. presidenta de la Sociedad de Escritores de Chile, sede Valdivia. Igualmente formó parte del Taller de Extensión de la Universidad Austral de Chile, que dirige el poeta Omar Lara. Publicada en dos antologías, la primera de la Sociedad de Escritores de Chile, editada por Juan Carlos García Vera, profesor de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de York, Toronto, Canadá y una segunda antología de la Universidad Austral de Chile gestada por el taller de Extensión de la UACH. Poemas suyos fueron publicados en la “Revista Poesía” de Rosario, Argentina. El año 2007 publicó el poemario Nuestra Piel Ancha de Fuego y el 2009, Vita Clamavi. Participantes de las Jornadas del Fomento Lector del Consejo de la Cultura y las Artes, Región de los Ríos. Obtiene la Beca de Creación del Fondo del Libro y la Lectura del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Región de Los Ríos (2009). Taller de lectura de la Corporación Municipal Prof. poeta Verónica Zondek. Taller de “Cuentacuentos” en la Facultad de Filosofía y Humanidades del Prof. Felipe Munita, Mónica Munizaga, Claudia Rodríguez. Taller de Creación Poética Temprana conducido por la profesora y poeta Alejandra del Río. Encuentros en la “Cumbre latinoamericana de poetas en Rancagua” y “Aquelarre” de la Sociedad de Escritores de Chile.

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