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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

martes, 9 de noviembre de 2010

UN CENTENARIO OLVIDADO: JULIO HERRERA Y REISSIG (I)




UN CENTENARIO OLVIDADO


Este 2010, año del centenario del gran poeta español Miguel Hernández, los homenajes se han concentrado en su figura. Algo justo, merecido, necesario. Pero a nosotros, los hispanoamericanos (y especialmente a los chilenos, quienes creemos ser el "ombligo del mundo" en la poesía) se nos olvida otro centenario importantísimo, el de la muerte de uno de los poetas modernistas más importantes de nuestro continente: Julio Herrera y Reissig. Poeta uruguayo, fundamental para entender al primer Neruda (el de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada) y para aquilatar el surgimiento de la vanguardia en la lengua castellana.

Vaya aquí un poema de Federico García Lorca que, en una breve estadía en Montevideo, escribió este soneto en los años treinta:



Epitafio en la tumba sin nombre de Herrera (y) Reissig
en el cementerio de Montevideo


Federico García Lorca


En la tumba sin nombre de Herrera
y Reissig en el cementerio de Montevideo
Túmulo de esmeraldas y epentismo
como errante pagoda submarina,
ramos de muerte y alba de sentina
ponen loco el ciprés de tu lirismo,
anémonas con fósforo de abismo
cubren tu calavera marfilina,
y el aire teje una guirnalda fina
sobre la calva azul de tu bautismo.
No llega Salambó de miel helada
ni póstumo carbunclo de oro yerto
que salitró de lis tu voz pasada.
Sólo un rumor de hipnótico concierto,
una laguna turbia disipada,
soplan entre tus sábanas de muerto.”

 Algunos datos biográficos del poeta uruguayo:



Julio Herrera y Reissig (Montevideo, 9 de enero de 1875), poeta uruguayo iniciado en el romanticismo tardío y líder de la vanguardia modernista en la literatura uruguaya. Hijo del Dr. Manuel Herrera y Obes y sobrino del ministro y más tarde presidente de la República Dr. Julio Herrera y Obes, fue miembro de una familia patricia uruguaya, de situación económica desahogada y conexiones importantes en el ámbito social y cultural. La única condicionante material de Julio Herrera y Reissig fue su precaria salud. En 1892, a los diecisiete años de edad, debe abandonar los estudios formales a causa de una enfermedad cardíaca congénita, agravada al contagiarse de fiebre tifoidea. Esta circunstancia le impide además cualquier tipo de viajes, salvo una breve estada en Buenos Aires y cortas visitas a ciudades del interior uruguayo. La experiencia mundana es sustituida por su condición de ávido lector y, a partir de 1900, conduce reuniones literarias desde el ático de la mansión familiar en Montevideo, conocida como "La Torre de los Panoramas" a causa de las importantes vistas que desde allí se tenían al Río de la Plata. Allí empieza la evolución desde el romanticismo hacia la vanguardia modernista y surrealista que lo convertiría póstumamente en una referencia obligada de la poesía latinoamericana de la época, junto a Leopoldo Lugones, Ricardo Jaimes Freyre y Salvador Díaz Mirón. Muere en Montevideo a la temprana edad de 35 años,  en 1910, mientras que la publicación de sus obras y el consecuente reconocimiento literario se producirá años después. El escritor y crítico literario uruguayo Ángel Rama (1926-1983) expresó lo siguiente: En poco menos de diez años y aun moviéndose en el más estrepitoso y superficial bazar art nouveau, creó una lírica de sutil sensibilidad moderna, de impecable precisión lingüística.


Obras:

Herrera y Reissig escribió ficción, ensayos políticos y muchas otras obras, pero es fundamentalmente conocido y reconocido por su producción poética.


Canto a Lamartine (1898)

Epílogo wagneriano a "La política de fusión" con surtidos de psicología sobre el Imperio de Zapicán (1902)

Las pascuas del tiempo (1902)

La vida (1903)

Los parques abandonados (1902-1908)

Los éxtasis de la montaña (1904-1907)

Las clepsidras (1909)

La torre de las esfinges (1909)

Los peregrinos de piedra (1909)

Tratado de la imbecilidad del país, por el sistema de Herbert Spencer (escrito entre 1900 y 1902, editado por primera vez en 2006 por Aldo Mazzucchelli.)

La po uruguaya (1909)

 

 
Mínima selección de poemas:


Amor sádico


Ya no te amaba, sin dejar por eso
de amar la sombra de tu amor distante.
Ya no te amaba, y sin embargo, el beso
de la repulsión nos unió un instante...


Agrio placer y bárbaro embeleso
crispó mi faz, me demudó el semblante,
ya no te amaba, y me turbé, no obstante,
como una virgen en un bosque espeso.


Y ya perdida para siempre, al verte
anochecer en el eterno luto,
mudo el amor, el corazón inerte,


huraño, atroz, inexorable, hirsuto,
jamás viví como en aquella muerte,
nunca te amé como en aquel minuto!


Bromuro


Burlando con frecuencia el vasallaje
de la tutela familiar en juego,
nos dimos citas, a favor del ciego
azar, en el jardín, tras el follaje...


Frufrutó de aventura tu aéreo traje,
sugestivo de aromas y de espliego...
y evaporada entre mis brazos, luego,
soñaste mundos de arrebol y encaje...


Libres de la zozobra momentánea
-sin recelarnos de emergencia alguna-
en los breves silencios, oportuna


te abandonabas a mi fe espontánea;
y sobre un muro, al trascender, la luna
nos denunciaba en frágil instantánea.


Consagración

Surgió tu blanca majestad de raso,
toda sueño y fulgor, en la espesura;
y era en vez de mi mano -atenta al caso-
mi alma quien oprimía tu cintura...


De procaces sulfatos, una impura
fragancia conspiraba a nuestro paso,
en tanto que propicio a tu aventura
llenóse de amapolas el ocaso.


Pálida de inquietud y casto asombro,
tu frente declinó sobre mi hombro...
Uniéndome a tu ser, con suave impulso,


al fin de mi especioso simulacro,
de un largo beso te apuré convulso
¡hasta las heces, como un vino sacro!



El abrazo pitagórico


Bajo la madreselva que en la reja
filtró su encaje de verdor maduro,
me perturbaba en el claroscuro
de la ilusión, en la glorieta añeja...


Cristalizaba un pájaro su queja...
Y entre el húmedo incienso de sulfuro
la luna de ámbar destacó al bromuro
el caserío de rosada teja...


¡Oh, Sumo Genio de las cosas! Todo
tenía un canto, una sonrisa, un modo...
Un rapto azul de amor, o Dios, quién sabe,


nos sumó a modo de una doble ola,
y en forma de «uno», en una sombra sola,
los dos crecimos en la noche grave...



Fiat lux


Sobre el rojo diván de seda intacta,
con dibujos de exótica graminea,
jadeaba entre mis brazos tu virgínea
y exangüe humanidad de curva abstracta...


Miró el felino con sinuosa línea
de opalo; y en la noche estupefacta,
desde el jardín, la Venus curvilínea
manifestaba su esbeltez compacta.


Ante el alba, que izó nimbos grosellas,
ajáronse las últimas estrellas...
El Cristo de tu lecho estaba mudo.


Y como un huevo, entre el plumón de armiño
que un cisne fecundara, tu desnudo
seno brotó del virginal corpiño...



Decoración heráldica




Señora de mis pobres homenajes.
Débote siempre amar aunque me ultrajes.
Góngora


Soñé que te encontrabas junto al muro
glacial donde termina la existencia,
paseando tu magnífica opulencia
de doloroso terciopelo oscuro.


Tu pie, decoro del marfil más puro,
hería, con satánica inclemencia,
las pobres almas, llenas de paciencia,
que aún se brindaban a tu amor perjuro.


Mi dulce amor que sigue sin sosiego,
igual que un triste corderito ciego,
la huella perfumada de tu sombra,


buscó el suplicio de tu regio yugo,
y bajo el raso de tu pie verdugo
puse mi esclavo corazón de alfombra.




Tertulia lunática V


¡Oh negra flor de Idealismo!
¡Oh hiena de diplomacia
con bilis de aristocracia
y lepra azul de idealismo!...
Es un cáncer tu erotismo
de absurdidad taciturna,
y florece en mi saturna
fiebre de virus madrastros,
como un cultivo de astros
en la gangrena nocturna.


Te llevo en el corazón,
nimbada de mi sofisma,
como un siniestro aneurisma
que rompe mi corazón...
¡Oh Monstrua! Mi ulceración
en tu lirismo retoña,
y tu idílica zampoña
no es más que parasitaria
bordona patibularia
de mi celeste carroña!


¡Oh musical y suicida
tarántula abracadabra
de mi fanfarria macabra
y de mi parche suicida!...
¡Infame! En tu desabrida
rapacidad de perjura,
tu sugestión me sulfura
con el horrendo apetito
que aboca por el Delito
la tenebrosa locura!



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